El SII publicó las últimas circulares con las instrucciones y explicaciones tendientes a lograr “la correcta aplicación y asimilación de la Reforma Tributaria”, de la cual se habla hace rato, pero donde los “contribuyentes” han tenido, tienen y seguirán teniendo gran desconocimiento. La muestra más evidente de ello fue la irrupción de la palabra FUT en el léxico de cientos de personas, sobre todo políticos y periodistas, quienes desde la ideología la satanizaron no sólo a ella, sino que al sistema tributario en su conjunto, sin siquiera saber ni menos entender qué significaba o cómo operaba.

A ello debe agregarse un ministro de Hacienda que se limitó a cumplir el objetivo recaudatorio que financiaría las reformas, sin tener la más mínima prudencia de escuchar a quienes no entendíamos cómo en tres meses se pretendía refundar un sistema tributario que tiene más de 30 años, los mismos de más exitoso y sostenido crecimiento que ha tenido nuestro país en toda su historia. Se pretendió culpar a la “caja negra del FUT” de la desigualdad, colocando como enemigo común al lucro, a los empresarios y a todos aquellos que tuviéramos algún discurso que directa o indirectamente fuere afín a sus siempre oscuros y mezquinos intereses.

La concentración de la riqueza y la desigualdad no son fenómenos atribuibles al FUT, al sistema tributario o al sistema económico imperante en Chile. Son fenómenos mundiales, que se puede ver en los indignados de Estados Unidos o España, y en los abandonados de Cuba, Argentina o Venezuela. En cada uno de estos países existen sistemas tributarios distintos.

El FUT era, es y será algo muy simple: un registro contable que permite dejar constancia de las utilidades que no han sido distribuidas o retiradas por los socios. Este registro no desaparece; se modifica y cambia de nombre. El FUT histórico se mantiene hasta agotarse y a partir del 1.1.17 aparecerá uno idéntico para el Sistema Semi Integrado, con la sola diferencia del monto del crédito para los socios, que baja del 100% al 65%. En palabras simples: hoy, si la empresa vende 400 y gasta 300, tendrá utilidades de 100. Sobre esa utilidad se aplica el impuesto de primera categoría (22,5% el año 2015). Los 77,5 que quedan en la caja ya están tributados y el socio puede decidir si los deja en la empresa o los retira para su consumo personal. Si los deja en la empresa, se deben anotar en el registro FUT, y si los retira pagará Impuesto Global Complementario, donde se imputará como “crédito” el 22,5% ya pagado a nivel de empresa, lo cual es de toda justicia, ya que de lo contrario sobre los mismos 100 se tributaría 2 veces. Así de simple. Este es el FUT.

Con la reforma original se pretendió el sistema inverso. En el mismo ejemplo, los socios deberán pagar el Global Complementario sobre los 77,5 sin importar si el dinero se retiraba efectivamente. Ese es el sistema de renta atribuida, políticamente correcto pero financieramente negativo y económicamente desastroso, ya que disminuye artificialmente la caja de la sociedad con el sólo objetivo de recaudar más impuestos y limita severamente el crecimiento, desincentiva el ahorro al interior de las empresas y, lo que es peor, encarece el emprendimiento. El socio paga impuestos por dineros que no han llegado efectivamente a su bolsillo.

Para morigerar esto, en la tramitación del proyecto el Senado hace renacer el sistema vigente pero con novedades. El empresario va a tener el derecho a no retirar el dinero, pero significará dos castigos; el primero, es que la tasa de primera categoría será más alta (27%), y el segundo, es que el crédito que se le otorgará cuando retire las utilidades no será del 100% del impuesto pagado, sino que será del 65%, con lo que, dicho sea de paso, se legaliza una doble tributación por sobre el 35% del impuesto pagado.

Alguna vez alguien me dijo que un camello era un caballo que pasó por una comisión. A un integrante se le ocurrió que debía tener una joroba, otro aplaudió y pidió dos jorobas, otro lo quiso proporcionalizar alargándole las patas y el hocico. Y así nació el milenario camello.

El SII ha señalado que con las 50 circulares “concluye la etapa de implementación de la Ley N°20.780, que se ha materializado en un tiempo record, considerando la magnitud del desafío”. Sólo leer la frase “tiempo record” pone la piel de gallina.

En el reciente informe anual sobre Chile el FMI dijo que “la incertidumbre y los costos de ajuste asociados al programa de reforma estructural” han sido un elemento relevante en el enfriamiento de la economía. Añadió que el principal riesgo al repunte del crecimiento es “la persistente debilidad de la confianza del sector privado y la inversión, en un contexto de incertidumbre sobre el programa de reforma estructural y el entorno externo”.

Es en este punto donde el ciudadano común puede entender la necesidad de reformar una reforma que aún no entra plenamente en vigencia. Recaudar más no significa prosperidad ni menos disminución de la desigualdad. Argentina hoy, o Francia hace unos años, por citar dos ejemplos de países mucho más ricos que Chile, son la muestra empírica de ello.

El ministro Valdés está en un trance histórico, que lo coloca entre actuar con la misma responsabilidad de sus antecesores (salvo el inmediatamente anterior), o escuchar los gritos ideologizados y carentes de fundamentos técnicos, en pos de lograr un sistema tributario simple que asegure recaudación e inversión. El anuncio del envío en los próximos días de un proyecto de ley para “simplificar aspectos técnicos” de la reforma es esperanzador. Los aspectos detallados preliminarmente, no tanto. Habrá que conocer el texto del proyecto para saber qué voces fueron finalmente escuchadas.

 

Alvaro Moraga Fritz, abogado Socio de Moraga & Cia y Academico UAI.

 

 

FOTO : PABLO OVALLE ISASMENDI / AGENCIAUNO

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