La complejidad de la palabra que titula esta columna es sólo comparable con el momento que vive el ministro de Hacienda, Rodrigo Valdés. “Algunos no tienen el crecimiento dentro de las prioridades más altas y nos cuesta a veces tener una compatibilización de eso con otros objetivos, que son muy importantes y eso hace ciertamente más difícil nuestro trabajo”, nos decía refiriéndose a la controversia producida a raíz del rechazo al proyecto de la Minera Dominga.

Valdés es titular de Hacienda desde el 11 de mayo de 2015. Es ingeniero comercial de la Universidad de Chile y Doctor en Economía del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT). Previo a su nombramiento en el gabinete, se desempeñó como presidente de BancoEstado. Hasta marzo de 2014 ocupó el cargo de economista jefe de la división de investigaciones para Chile, Argentina, Colombia y Perú del banco de inversión BTG Pactual, donde lideró la investigación macroeconómica en la Región Andina y Argentina. Se unió a la firma como economista jefe en enero de 2013. Anteriormente, fue director de investigación y economista jefe del Banco Central, desde 2002 hasta 2007. Al unirse al FMI en 2010, se desempeñó como subdirector del Departamento Europeo y subdirector del Departamento del Hemisferio Occidental, donde también fue Jefe de Misión para Estados Unidos. Anteriormente, fue economista jefe para Latinoamérica de Barclays Capital entre 2008 y 2009. Fue el jefe de asesores para el ministro de Hacienda entre 2000 y 2001.

No quedan dudas de que el ministro tiene parte de las competencias técnicas para desempeñar el cargo. Digo parte, porque la política es inherente al desarrollo de una función ministerial. Muchas veces técnicos prestigiados, en el cumplimiento del rol político del cargo, deben decir cosas que no piensan y que saben que no son ciertas, como por ejemplo, cuando Valdés nos decía en Tolerancia Cero que el 5% de cotización previsional con cargo al empleador no iba a tener efecto en el empleo.

Él bien sabe que si hubiese contestado eso en una prueba del MIT, se saca un 1.

Creo que Dominga fue la gota que colmó la paciencia del ministro. Él sabe, al igual que el subsecretario Micco y el ministro Céspedes, que la resolución del caso fue política y no técnica. Política, porque fue el senador Guido Girardi quien ordenó las piezas para que así sucediera, eso lo sabe cualquier aficionado a la política. Pensar que la  controversia en este tema es entre desarrollo económico y cuidado del medio ambiente es distraerse con un volador de luces sólo comparable al paso del cometa Halley en 1986.

Dado que pienso que Valdés es una persona preparada y con algo de intuición política, estimo que es el único responsable de lo que le está pasando. Es responsable porque sabe hace mucho tiempo que para la Presidenta y su coalición el crecimiento no es prioritario, basta ver las reformas que han impulsado y cómo las han implementado. Fue ingenuo al pensar que iba a poder convencer a políticos de su sector, pues no tengo duda que incluso con la oposición podía entenderse mejor, al menos en temas técnicos.

El error de Valdés se llama “procrastinación”, que según la RAE es la tendencia y el resultado de procastinar, es decir, de demorar, diferir o aplazar algo. Debió haber renunciado hace largo tiempo, ya que hubo muchas señales que él no quiso ver.

 

Francisco Matthews, empresario

 

 

FOTO: CRISTOBAL ESCOBAR/AGENCIAUNO

 

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