Cuando se ha estado, por tiempo prolongado, sometiendo a la opinión publica reflexiones sobre temas que se estiman trascendentales, siempre llega un momento en que se demuestra que ya se ha caído en la indiferencia general o se ha logrado conformar un grupo más o menos considerable de habituales lectores. En mi caso, he recibido testimonios suficientes como para estar relativamente seguro de que he alcanzado ese último objetivo.  Llegado a esa conclusión, siento que he contraído un deber con dicho grupo que está conformado por gente que es precisamente del tipo al que apunté desde el primer momento: gente culta, muy interesada en el acontecer nacional y en el marco internacional en que éste se desarrolla, capaz de anteponer la razón a los impulsos, dispuesta a aportar lo suyo para recuperar nuestro país, etc.

Con ellos estoy comprometido a plantearles temas de fondo para meditarlos porque serán trascendentes para las decisiones que tenemos que tomar en el futuro inmediato. Una de estas decisiones capitales es la de nuestro acierto en la elección del próximo Mandatario o Mandataria que regirá los destinos de Chile heredando la pesadísima situación, en que se encontrará el país al terminarse el desastroso gobierno de Gabriel Boric. 

Para dar una buena orientación en ese sentido, me he propuesto formarme una fundada opinión sobre la personalidad y capacidad de quienes se van dibujando como posibles candidatos a La Moneda a medida que nos acercamos a las fechas definitorias. Por el momento, reconozco cuatro posibles: Evelyn Matthei, José Antonio Kast, Carolina Tohá y Camila Vallejo. Así pues, trataré de obtener una conversación distendida con cada uno de ellos o ellas de a lo menos una hora de prolongación y muy alejada de lo que es una entrevista política tradicional. El objetivo es traspasarle luego a mis lectores una fundada e imparcial impresión de ellos como personas humanas, como políticos y como capacitados para ejercer el más alto cargo de la República.

Como es lógico, mi propósito se podrá cumplir sólo con aquellos que accedan a concederme la entrevista personal que solicitaré, de modo que no puedo garantizar que completaré mi propósito, pero sí puedo asegurar que lo cumpliré aunque sea parcialmente porque ya tengo en mi bitácora como ya realizada la que tuve hace algunas semanas con José Antonio Kast.

No conocía para nada al señor Kast hasta que, a través de un primo político con él vinculado, logré que me invitara a una reunión que se prolongó por más de una hora y con mi primo como único asistente, lo que constituye un seguro de que soy muy imparcial y ecuánime en los juicios que sobre esa entrevista emita. Debo partir por señalar que mi impresión del señor Kast fue excelente. Me encontré con un hombre joven, bien parecido, evidentemente culto y muy preparado, que siente un gran orgullo por su patria y por sus orígenes. Me tenía preparado el regalo de un libro halagüeñamente dedicado y escrito por su madre en que, sin prejuicio alguno, él mismo me mostró una foto de su padre vistiendo el uniforme de las Juventudes Hitlerianas. Me encantó ese gesto porque demuestra que no es un hombre que esconda la cara por la leyenda negra que se ha edificado entorno a la Alemania de la pre-guerra.

Creo que José Antonio Kast está extraordinariamente bien preparado para gobernar Chile a partir de las catastróficas condiciones en que estará a fines de 2025. Comprende perfectamente que los remedios son proporcionales a la gravedad de las enfermedades y, por eso, no se hace ilusiones sobre la dificultad de enfrentar exitosamente esos problemas sin necesidad de sacrificar el orden democrático que tanto deseamos preservar. Sabe lo que hay que hacer y sabe cómo intentar hacerlo, pero creo que no está seguro sobre si eso es posible dentro del marco democrático actual. En todo caso, comparar a Kast con un fascista de extrema derecha es tan ridículo como comparar a Boric con Patricio Aylwin. Kast no tiene nada de fascista y ni siquiera de ultra derechista y, justamente, su mayor problema es cargar con una etiqueta de tal.

Pero… ¿comprende Kast cabalmente que el objetivo máximo de la próxima elección presidencial es asegurarse de que nunca más (a lo menos en un futuro de medio siglo) la ultraizquierda no volverá a apoderarse del gobierno de Chile para destruir al país y no necesariamente generar un gobierno como sería el suyo? 

Dicho de otra manera, ¿se da cuenta de que para él llegar a gobernar será mucho más difícil que hacerlo bien? Yo creo que él aquilata debidamente el pesado fardo de haberse dejado arrinconar en el marco de un ultraderechista. Cuando conversamos, creo que él ya comprendía que el gran triunfo de su partido en la elección de convencionales constituyentes no sólo no tenía “nada para celebrar”, sino que era más bien una trampa con grandes posibilidades de ser mortal. Pero no estoy seguro de que asuma bien que su partido todavía no es más que una montonera indisciplinada, al que le falta mucho recorrido para transformarse en una organización nacional capaz de sustentar un gobierno democrático efectivo. No estoy seguro de que, desde su propia brillantez, se dé cuenta cabal de la mediocridad que lo rodea como entorno inmediato y como mundo político y como país todo. Tal vez el destino de Kast, por ese motivo, sea el de tantos seres humanos sobresalientes que tuvieron la desgracia de adelantarse a sus tiempos. 

En suma, yo no tendría empacho alguno en otorgarle mi voto a José Antonio Kast si se llegara a la coyuntura de poderlo ungir como Presidente de la República, pero tengo severas dudas sobre que llegue un momento así.

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1 comentario

  1. Ummmm, estaré muy atento al tenor de sus supuestas otras tres entrevistas. Y gracias por su gran contribución a la unidad de la centro derecha y derecha, gran contribucion

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