Hace unos días, en portada de un medio nacional, se informaba cómo jaurías de perros habían matado a cientos de animales en los campos. ¿Protestaron las organizaciones animalistas? Por supuesto que no. No hubo marchas ni pancartas. Además, no crea usted que ellos defienden a los animales muertos, sino que a las jaurías, porque consideran que no deben ser cazadas. Las pérdidas para los agricultores que sufren de esta realidad y, los animales muertos, no importan.

Lo que ocurre es que ellos se guardan especialmente para criticar al rodeo porque eso les da más cámaras y flashes. Y por ello, así como las flores de primavera, estos grupúsculos aparecen por estos días para criticar un deporte que –según ellos- produce profundos daños a los novillos.

Lo que no informan es que las asociaciones de rodeo tienen estrictas medidas de seguridad con los animales, y que por algo el espectáculo atrae a cientos de miles de personas anualmente (sólo superado por el fútbol). Si se torturara a los novillos, la gente no iría al rodeo. Las familias no quieren ir a ver que torturen a un animal.

La saña de fondo de estos grupos animalistas hacia el rodeo no son los novillos, es otra. Ellos desprecian las tradiciones del campo, no las soportan, las menosprecian, las consideran indignas y por ello buscan denigrarlas y vilipendiarlas. ¿Por qué? Porque asocian tradición con elite, que además de resentimiento, demuestra una ignorancia galopante sobre qué consiste el rodeo.

Para que usted sepa, el rodeo surgió en la época colonial chilena. Los campesinos, al ir a buscar a los animales a los altos, los perseguían para atraparlos y llevarlos a otros potreros o corrales. Es decir, el rodeo tiene un origen campesino, y hoy lo sigue teniendo. Lo que ocurre es que los animalistas se dedican, en general, a invadir, rodeos del sector oriente de Santiago, donde por supuesto que el ambiente es ABC1. Pero lo que por ignorancia no entienden es que rodeos hay en todas la zonas, especialmente en el centro-sur de Chile (son al menos 600), y no sólo se corre en septiembre, sino casi el año completo, y entre las familias más humildes. Los miembros de la elite, como esos grupos la llaman, son los menos, y por lo demás también ellos tienen todo el derecho a practicar este deporte.

Los animalistas debieran recorrer el Chile profundo y conversar con los huasos, pero los de verdad, no los disfrazados, y ahí recién se darán cuenta que la utilización de los novillos para atacar una fiesta tradicional es un despropósito.

Termino con una frase del novelista e historiador francés André Malraux: “La tradición no se hereda, se conquista”. Cuidemos lo que tenemos, no se nos entrega gratis.

 

Rosario Moreno C., periodista y Licenciada en Historia UC

 

 

FOTO: FRANCISCO FLORES SEGUEL/AGENCIAUNO

 

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