Saber o no saber, esa es la cuestión

El caso Convenios no se cierra para el gobierno porque, cada tanto, aparece una nueva versión aportada por alguno de los implicados. Esta vez fue el turno de la diputada Catalina Pérez. Ella insiste en que dio la voz de alerta a la subsecretaria del Vivienda, a La Moneda y a su partido a principios de junio.

Como la responsabilidad personal y política empieza a correr desde el momento que se toma conocimiento de una irregularidad, este aspecto es de vital importancia y no hay una sola versión al respecto. De hecho, ya no habrá una reconstitución común de la escena porque el que rectifica se acusa a sí mismo.

Punto aparte son lo difusos y confusos que resultan los relatos conocidos. Dejo sin comentarios el hecho de que Miguel Crispi haya podido decir en la comisión investigadora de la Cámara que se enteró de “rumores” y la ineptitud de su presidente hayan dejado las cosas sin aclarar, cuando era lo más importante por dejar establecido. Las torpezas de la oposición son otro asunto.

Alguien puede sostener que conocía una situación reñida con la ética justo hasta donde empiezan los detalles más escabrosos y que implican un involucramiento más cercano, distinto es el grado de credibilidad que esa afirmación pueda tener.

La responsabilidad política se asume por completo, no se trata de escoger el delito del que se es inocente, como lo hace la diputada Pérez. Una cosa es asegurar que no se es culpable de robo, y otra probar que no se dejó que otros sí robaran.

También hay una diferencia en decir que Boric no se enteró del problema desde una determinada fecha, a señalar que el gobierno no estaba en conocimiento de la cuestión, porque ministros y subsecretarios son delegados directos del mandatario para tomar decisiones en sus respectivas carteras. Así funciona la democracia y el gobierno tiene una responsabilidad que no puede escabullir.

Cuando un problema no se maneja bien, lo que ocurre es que su dimensión escala. Hemos pasado de la denuncia periodística de lo acaecido en una fundación a que la fiscalía detecte irregularidades en 52 fundaciones. A eso en cualquier país del mundo se le llama escalar un conflicto.

Nueva forma de gobernar, vieja forma de quedarse con la plata

El hecho es que los directamente involucrados, los que dieron cobertura política en la región, la autoridad del ministerio que los debió controlar y los que recibieron la alarma desde La Moneda son todos del mismo partido. La responsabilidad política consiste en que algo así pudiera suceder, la responsabilidad administrativa (y penal si cabe) es que ello haya sucedido.

Cuando se cruzan la lógica partidaria y la lógica de la responsabilidad de gobierno, la que sale perdiendo es la responsabilidad gubernamental.

Como quiera que se saquen las cuentas, hay un espacio de tiempo significativo entre el momento en que algunos dentro del gobierno saben lo que pasa y cuando se empieza a actuar. Todavía se esperan las explicaciones.

En un círculo tan parcial y sesgado esto no se puede explicar por ineptitud, sino por la búsqueda infructuosa de una salida para quienes iban a salir perjudicados. Si esto se comprueba significa que se cambiaron las prioridades y de la protección presidencial se pasó a la protección partidaria y eso no es aceptable.

Se pagó un costo mayor sin ninguna utilidad, con un grave detrimento del prestigio de La Moneda y del Presidente. A lo mejor, aun se podía evitar lo peor, pero aquí fue donde hizo su aparición Boric y hasta ahí no más se llegó.

Como el Mandatario suele darse licencia para improvisar y en este delicado asunto no hizo ninguna excepción, cuando contradijo la versión oficial del momento en que el gobierno se enteró del problema, echó por tierra la línea de defensa que laboriosamente se estaba construyendo. De eso La Moneda no se pudo recuperar. Una cosa es que en el oficialismo todos disciplinadamente hagan como que le creen y otra cosa es que resulte creíble.

La pregunta de cajón es si desde el Ejecutivo se está en condiciones de asegurar que de hoy en adelante ya no se tienen las anteojeras que le impidió antes ver y actuar a tiempo.

El caso es que por ahora la respuesta es negativa y eso dice más que mil comentarios. Al Presidente lo asesoran directamente los mismos, haciendo lo mismo y se siguen defendiendo de lo mismo.

Sin repetir ni equivocarse

Este no es un gobierno débil porque sí, es un gobierno que cultiva laboriosamente su propia debilidad. Le tiene fobia a solucionar problemas pequeños, se espera con paciencia a que lleguen a ser crisis importantes para dignarse atenderlos.

Pareciera que se dispone de un prestigio tan extraordinario que pudieran darse el gusto de dilapidar parte del que tienen. Esta manera de comportarse es como para exasperar al más paciente. Algo así ya no tiene nada que ver con inexperiencia, esto es haber adquirido el hábito de un mal comportamiento en la conducción.

Ahora lo que importa es demostrar que el mal proceder anterior no se va a repetir. Si el Presidente empieza a hablar cuando debe y no cuando se le ocurre, el gobierno se editará la mitad de los percances.

Se ha puesto de moda pedir la salida del ministro Carlos Montes, pretextando el gran aprecio personal que se le tiene. Disiento. Se dice que no sabía lo que se estaba tramando a sus espaldas, sin detenerse a pensar quién podría haber esperado semejante ataque artero desde dentro, del personal de confianza y apenas entrado a sus puestos. Ahora es el encargado de cerrar las vías mal usadas por corruptos. Es el que lo puede hacer más rápido y eficientemente.

Además, hay que esperar un poco. Que las malas costumbres estén focalizadas donde ya se encontraron, tengan por punto en común que a todos ellos les interesaba lo relacionado con vivienda y solo con vivienda sería muy raro.

Pero, sin duda, el segundo piso debe ganar en amplitud. Ya es bastante malo que el gobierno sea minoritario, pero es casi ridículo que el Presidente mantenga un entorno con la visión de quienes hoy son una minoría dentro de la minoría.

El segundo piso actual se está consumiendo en su autodefensa, es decir, está sirviendo de poco y nada para lo que justifica su existencia. Lo único que el gobierno puede dar por descontado es que en el futuro próximo tendrá que vérselas con una nueva crisis. Para eso no hay que ser pitoniso, basta con constatar que producir crisis es una especialidad de la casa. Si un episodio similar se repite y el equipo inmediato de Boric sigue igual, ¿a quién va a culpar Boric del desaguisado?

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