No es otro que “El arte de la guerra” atribuido a Sun Tzu, aquel famoso general chino cuyas lecciones sobre estrategia sirvieron no sólo para glorificarlo en la época de los Reinos Combatientes anteriores a la unificación China, sino que también para instalarlo como referencia fundamental de militares, hombres de negocio, políticos y líderes a través de los siglos y en contextos muy disímiles.

Varios pasajes de “El arte de la guerra” han sido referidos casi como un cliché a la hora de señalar una guía para el “éxito” en el proceso de diseño, planificación y ejecución de negocios, campañas de marketing, procesos políticos o incluso en los deportes. Quizás sea por su ritmo bíblico, profético, aunque conciso y práctico a la vez. Pero sobre todo por la vigencia y atemporalidad de los conceptos ahí contenidos. Algunos de ellos nos sirven hoy para explicar el estado crítico del liderazgo y políticas de la “comandante” Bachelet y sus “tropas” de gobierno o ejército (ministros, funcionarios y parlamentarios oficialistas afines en el papel).

Dice Sun Tzu que hay tres maneras en que el gobernante o general puede traer desgracia a su ejército:

  1. Ordenarle un avance veloz (o retirada rápida), y al mismo tiempo ignorar la verdadera capacidad-voluntad del ejército para obedecer. Bachelet impuso inicialmente una lógica de retroexcavadora sobre una supuesta mayoría-ejército parlamentario oficialista de obedientes, desestimando su estado de convencimiento hacia las reformas y sus propias agendas individuales.
  1. Tratar de liderar un ejército ignorando las condiciones que determinan su conducta. Esto causa inquietud en la mente de los soldados. La presidenta claramente ignoró las variables que determinan una afinidad y compromiso con los tiempos y contenidos de la agenda de gobierno. Impuso antes que consensuar; apuró y apeló a slogans para alinear tropas antes que conducir de forma prolija y meticulosa el plan de reformas (tiene un proyecto de reforma laboral con más de 1000 indicaciones parlamentarias, y ahora debe hacer una reforma a la reforma tributaria); no consideró la realidad distrital e incentivos económicos que mueven a los parlamentarios; desestimó efectos sobre la agenda pública de escándalos derivados de financiamiento ilegal de la política, entre otros. Lo anterior sólo ha contribuido a instalar una verdadera oposición al gobierno en sus propias filas.
  1. Elegir a un mismo perfil de oficiales o pretender utilizarlos a todos de la misma forma y bajo mismos supuestos, ignorando el principio militar de adaptabilidad. Esto hace temblar la confianza de los soldados. Primero, Bachelet buscó rodearse de Ministros-operadores cercanos ideológica y tácticamente. Sacrificó diversidad de miradas y opciones de juego en un contexto complejo por “lealtad”. Cuando aquello fracasó por factores éticos y políticos (gran desaprobación y rechazo a contenido de sus reformas), decidió abrir el naipe con nombres como Burgos o Valdés. Pero en vez de aprovecharlos para navegar y flexibilizar términos y tiempos reformistas en nuevo escenario de desconfianza sistémica e incertidumbre económica ( y así no atentar contra proceso reformista mismo), los ha tensionado y subutilizado por la vía de insistir en un realismo sin renuncias a una hoja de ruta original.

El resultado predecible tal como proyecta Sun Tzu, es un ejército inquieto, desconfiado, y en último término anárquico, que a los problemas y dilemas presentes, instala un estado de desgobierno incontrolable. La anarquía no sólo hace que la victoria se aleje. También que resurjan viejas recetas, atributos y liderazgos llamados a reestablecer el orden perdido (Lagos o Piñera). Peor aún, invita a sacrificar la posibilidad de un auténtico cambio de ciclo, y aceptar un nuevo ciclo gobernado bajo un viejo orden.

Por último, Sun Tzu, recomienda seguir 5 principios fundamentales para obtener la victoria, que la Presidenta haría muy bien en seguir:

  1. Ganará aquel que sepa cuándo pelear y cuándo no (La Presidenta debe elegir bien sus batallas y encaminarlas de forma prolija. Habrá otras como la Asamblea Constituyente que no son prioridad de la ciudadanía y que haría bien en dejarlas para su sucesor)
  1. Ganará quien sepa manejar las fuerzas superiores e inferiores (En el caso de Bachelet, no basta con saber administrar su segundo piso y en el corto plazo a sus ministros políticos. También a un actor hoy estratégicamente definitivo como el Congreso y el oficialismo en el Congreso).
  1. Ganará aquel cuyo ejército este animado y contagiado del mismo espíritu sin importar el rango (La Presidenta aún debe generar una épica y cultura de lo posible que revitalice y fidelice a sus tropas, incluyendo a la ciudadanía. Pero ya no desde la empatía simplona, sino desde la competencia y el liderazgo auténticamente inclusivo).
  1. Ganará aquel que tiene capacidad e inteligencia militar y no es interferido y desafiado por su propio ejército (De esto ha demostrado poco la Presidenta. Y quienes si lo tienen -Burgos y Valdés-, no han sido empoderados para ello).
  1. Ganará aquel que conozca tan bien al enemigo como a sí mismo. De lo contrario, sucumbirá en cada batalla (Además de conocer las fuerzas en disputa, la Presidenta debe hacer un ejercicio revisionista de sus propias convicciones y posiciones. En un plazo de cinco años ha transitado de posturas anti-gratuidad universal en educación, anti-legalización del aborto o autocultivo de marihuana a posiciones pro, en algunas casos mal fundamentadas. Para saber a dónde quiere llegar y cómo conseguirlo, primero debe saber qué quiere más allá de consideraciones tácticas. Y por supuesto, actuar con consecuencia y prudencia teniendo en mente que los cambios que se proponen, tienen un fuerte componente cultural. Y todo cambio de cultura requiere tiempo).

FOTO: AGENCIA UNO

Deja un comentario

Debes ser miembro Red Líbero para poder comentar. Inicia sesión o hazte miembro aquí.