Hay un ambiente de pesimismo en Chile. Los ciudadanos cada vez confían menos en sus representantes, las instituciones políticas están desprestigiadas, la labor del gobierno es desaprobada mayoritariamente y la encuesta Plaza Pública Cadem informó el lunes que un 60% de los chilenos cree que el país va por un mal camino, muy por encima del 14% que lo consideraba así cuando la Presidenta asumió el mando del país en marzo del 2014. Otras encuestas, como la CEP, indican exactamente la misma tendencia. La sensación es tal que ni la Copa América, que comienza esta semana y se juega en nuestro país, ha logrado despertar y alegrar a nuestros compatriotas.

Sin duda hay razones para este desánimo. Para nadie es un secreto que la economía se ha ralentizado, que muchos políticos se han visto involucrados en casos de financiamiento al margen de ley o de la ética -antes, durante o después de su labor pública- o que hemos sido víctimas de una serie de desastres con los que la naturaleza ha golpeado nuestro territorio.

Sin embargo, hay muchas razones para recuperar el optimismo. Chile es uno de los países que más ha progresado en América Latina en las últimas décadas, estamos a la cabeza del continente en el Índice de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas y tenemos muchas cosas de las cuales sentirnos orgullosos. Destaco tres de ellas:

En materia de pobreza, Chile ha experimentado uno de sus cambios más notables. De un 45% de la población viviendo bajo la línea de la pobreza en el año 1987, hoy solo un 7,8% de nuestros compatriotas vive en dicha situación. Detrás de estas cifras hay personas con nombre y apellido, familias completas que viven mejor gracias a una política social focalizada y, sobre todo, a un crecimiento económico sostenido. Es por los que aún no logran salir de la pobreza y por los que recién lo hicieron que resultan tan preocupantes los mediocres resultados económicos que tenemos actualmente, así como el anuncio de una serie de medidas, sin duda bienintencionadas, pero injustas y que terminarán beneficiando a los más ricos. No podemos olvidar tampoco que en nuestro país la pobreza tiene rostro de mujer y de niño -casi un cuarto de los menores de cinco años son pobres, según la última CASEN- y es en ellos donde debemos concentrar nuestros esfuerzos.

Al mismo tiempo, en materia educacional podemos enorgullecernos de contar con uno de los mejores sistemas universitarios de América Latina. El ranking QS 2015 situó a tres universidades chilenas dentro de las 15 mejores y a la Universidad Católica como la mejor de Latinoamérica. Entre las 100 mejores hay universidades chilenas del Consejo de Rectores y otras creadas después de 1981. A ese sistema de educación superior se han incorporado más de un millón de jóvenes, muchos de ellos somos la primera generación de nuestras familias en acceder a los estudios superiores, en una matrícula que se ha quintuplicado en los últimos 40 años. Sin embargo, todos sabemos los importantes desafíos que aún mantenemos en educación general -pre escolar, básica y media-, donde debemos fortalecer la familia y su libertad para decidir proyectos educativos, el rol de los profesores, así como mejorar las condiciones y resultados en las salas de clases.

Por último, la dignidad de la persona humana nos lleva a valorar y proteger toda vida humana con importantes logros, tales como ser el país de Latinoamérica con la menor tasa de mortalidad materna o el hecho de que en Chile nacen entre cuatro o cinco veces más niños con síndrome de Down que en Inglaterra u otros países “desarrollados” que cuentan con leyes de aborto. Por supuesto, debemos avanzar en medidas de apoyo a mujeres con embarazos difíciles tales como incorporación al plan Auge/GES de ciertas enfermedades o un plan de acompañamiento integral, convencidos de que el aborto es un mal social -algo que hasta el senador Girardi reconoce- y constituye un fracaso como sociedad. Al mismo tiempo, la situación de abandono que muchos compatriotas de tercera edad experimentan, el hacinamiento en verdaderos guetos habitacionales en distintas comunas de la capital y del país representan algunos de los principales desafíos que nos presenta la dignidad de todos los seres humanos.

Es cierto que este último año hemos visto políticas públicas que van en la dirección equivocada, pero también hemos comprobado en las últimas décadas que es posible crecer, dar más oportunidades y aspirar a un futuro mejor. Debemos comprometernos por recuperar las energías dormidas y debemos recuperar también la esperanza en Chile. Podríamos partir en las próximas semanas ganando la Copa América.

 

Julio Isamit, Presidente Fundación Chile Siempre.

 

 

FOTO:MARIO DAVILA/AGENCIAUNO

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