«La polarización y bajeza del discurso político que vemos hoy alimenta y es alimentado por las dinámicas virtuales, sin duda. El político se ha visto reducido a un cazador de likes y retuits», analiza el antropólogo social e investigador del Instituto de Estudios de la Sociedad (IES), Pablo Ortúzar.

Desde el Reino Unido, donde se encuentra realizando un doctorado en Oxford, conversa con El Líbero sobre la polarización que hay en las redes sociales y la cultura de la cancelación. Sus críticas hacia Twitter se fundamentan, entre otros aspectos, en su baja representatividad. «Las personas que, dentro de ese universo, producen opinión política son un número todavía más pequeño. Una décima parte. Generalmente profesionales educados con tiempo libre». Además, subraya que «no solo es poca gente, sino que es la versión más estúpida, primitiva y narcisista de cada una de esas personas».

-«El periodismo ha sido progresivamente secuestrado por Twitter» dijo en una reciente entrevista ¿Por qué ve esto? ¿En qué temas específicos?

-El proceso de secuestro es bien complejo. Tiene una dimensión material y otra personal. La material, denunciada por Ascanio Cavallo, es que las redes sociales le han quitado gran parte del avisaje a los medios tradicionales, aprovechándose gratis de los contenidos producidos por éstos. Y mientras menos recursos tienen los medios, más comienzan a trabajar para las redes sociales, asimilando sus lógicas de impacto y escándalo. A nivel personal, Twitter es una plataforma a medio camino entre un medio de comunicación y un juego. Sus reglas internas premian la polarización del discurso, pues eso facilita obtener reacciones y likes. Dicha plataforma convoca, a su vez, a políticos, periodistas y líderes de opinión. Da la impresión al usuario de que «todo el mundo» está ahí, incluso si el universo es muy pequeño y, de ese universo, una décima parte es la que produce toda la opinión política.

La polarización y bajeza del discurso político que vemos hoy alimenta y es alimentado por las dinámicas virtuales, sin duda. El político se ha visto reducido a un cazador de likes y retuits».

Finalmente, entonces, se produce una coordinación estrecha entre medios tradicionales y Twitter, donde los primeros se ven colonizados por la lógica del segundo. Esto cambia, para mal, la configuración y las dinámicas del sistema de la opinión pública, empobreciéndolo y volviéndolo más burdo que nunca. El periodismo como profesión, de hecho, termina casi desdiferenciado de la mera opinología, pues ya no media entre hechos y público, sino que se limita a reproducir y alimentar escándalos virtuales de manera acrítica, pero posando de crítico por el mero hecho de chapotear en polémicas virtuales.

-¿Cree que Twitter pautea a algunos medios?

-Me parece algo evidente. Basta ver cuántos artículos y columnas tienen como principal fuente y destinatario el mundo tuitero y sus polémicas.

-¿Cuánta importancia le dan a esto las autoridades?

-Creo que poca. Yo nací el 85 y creo que la sospecha respecto a la neutralidad y bondad de toda nueva tecnología recién viene a instalarse tímidamente en mi generación. Hacia atrás hay una impresionante confianza ingenua en la técnica. Luego, no se logra la distancia crítica necesaria para ver cómo muchos de los avances tecnológicos, recibidos de manera acrítica, pueden dañar el entorno y la vida humana. Esto se ve reforzado por el mito liberal de la autonomía radical de la voluntad, que pasa por encima lo vulnerables y adictivos que somos los seres humanos.

-¿Cree que las redes sociales están “secuestrando” otras áreas como la política?

-No he estudiado con detención otras plataformas. Pero el caso de Twitter y su interacción de dominación con el sistema de la opinión pública me parece un fenómeno claro. Y quien controla la opinión pública controla la política, pues ella es una caja de resonancia de la opinión pública. La polarización y bajeza del discurso político que vemos hoy alimenta y es alimentado por las dinámicas virtuales, sin duda. El político se ha visto reducido a un cazador de likes y retuits.

-En la discusión del retiro del 10% de las AFP, el senador Ricardo Lagos Weber anunció que haría una indicación para que los altos montos pagaran impuestos. Las redes sociales se fueron muy fuerte contra él y el senador terminó por no hacer la moción. ¿Cómo vio ese episodio? ¿Hoy se legisla  mirando las redes?

-Las fronteras entre el mundo real y el virtual han colapsado, en desmedro del real . En el caso que mencionas, un grupo de delincuentes anónimos usó Twitter para llamar a apedrear la casa del senador, mostrando fotos de ella. Así, de la funa virtual pasamos al peligro de la funa en el mundo real. Y al revés pasa lo mismo: el sustento material de millones de personas depende hoy del medio virtual, por lo que puedes destruirlas económicamente mediante funas virtuales. De eso se trata la idea de «cancelación»: de hacer daño material a través de un medio virtual.
Un mundo de sujetos radicales y deshumanizados en una guerra de todos contra todos, de egos caníbales, parece cada vez más a mano».

-De acuerdo a un estudio realizado por Ojiva Consultores, el Partido Comunista es la colectividad que controla el mayor número de interacciones en redes ¿cómo se explica esto siendo que no son la fuerza con más representatividad en el Congreso?

-Una cosa y otra no tienen nada que ver. Los comunistas siempre han entendido y utilizado con gran eficacia los aparatos de propaganda. Para ellos, además, no existe algo así como «los hechos»: la verdad es una mera construcción política funcional al partido. Y la expansión de esta ficción útil, a la que uno debe rendir por completo su conciencia, siempre ha sido un deber para sus militantes. En la era del triunfo virtual de las teorías conspirativas, no es raro entonces que los comunistas se desplieguen todo lo posible en las plataformas donde se transan dichas teorías.

Gente que en vivo es educada, inteligente y matizada produce en ese medio las imbecilidades más increíbles».

-Este estudio sostiene que básicamente lo que publique el Partido Comunista en Twitter genera algún tipo de sensación igual, ¿porqué crees que esto no ocurre con los demás partidos políticos?

-Porque la mayoría de los partidos democráticos no tienen la disciplina ni la tradición de propaganda política de los partidos comunistas, y no piensan los medios y plataformas de comunicación como armas ideológicas.

-¿Se termina «premiando» en redes sociales lo más extremo? ¿lo más polémico?

-Al menos en Twitter, de todas maneras. El premio de clicks y retuits crece en la medida en que se genere mayor polémica con menos palabras. Eso incentiva el extremismo y la búsqueda de generar emociones fuertes con lo escrito. Por eso deviene cloaca. Nuestro odio es su sueldo. El libro «El enemigo conoce el sistema» de la periodista española Marta Peirano explica muy bien estos mecanismos.

-¿Cuál es el peligro que hay detrás de este fenómeno?

-Básicamente que el juego se convierte en realidad. Los planos desaparecen. El odio y la polarización de las redes comienza a traspasarse a la opinión pública y de ahí a las dinámicas políticas. Un mundo de sujetos radicales y deshumanizados en una guerra de todos contra todos, de egos caníbales, parece cada vez más a mano. Cualquier persona que se toma en serio las dinámicas virtuales de comunicación termina convencida de que el ser humano es despreciable.

-En Chile ahora estamos ad portas de un plebiscito ¿esto se intensifica en época de elecciones?

-Sin duda, se acelera. El tiempo en las redes está en constante aceleración. Un día ahí es una eternidad, llena de polémicas, acusaciones cruzadas y funas. Un espectáculo constante, como esas películas malas tipo «Rápido y Furioso» que son series reiterativas de eventos chocantes que se suceden cada vez más rápido. Luego, todo fenómeno externo que sirva para recargar todavía más de eventos y oposiciones espectaculares esa virtualidad será bien recibido, pues alimenta el sistema.

-¿Cómo vio el conocido caso de Bari Weiss quien era editora de opinión del New York Times que renunció tras las presiones que recibió en Twitter y en el mismo periódico -luego de que su publicara la columna de un senador republicano- en el contexto de las protestas violentas por la muerte de George Floyd. Ella dijo que Twitter se convirtió en el «editor definitivo» del New York Times ¿Sucede eso en Chile?

-Yo quisiera hacerle esa pregunta a los periodistas y editores chilenos. ¿Cómo se relacionan con Twitter? ¿Han reflexionado al respecto? ¿Hay una decisión consciente detrás, o se han dejado arrastrar sin darse cuenta por las lógicas de esa plataforma? Creo que muchas cosas se juegan hoy en que el periodismo chileno, que últimamente se ha jactado de su capacidad crítica, entre en una fase reflexiva respecto a su interacción con las redes sociales.

El objeto de la cancelación es destruir económicamente a una persona debido a sus opiniones virtuales. Y hoy cada vez más gente se sostiene gracias a la economía virtual. Este fenómeno atenta entonces contra la libertad de expresión, al mismo tiempo que contra la libertad económica».

-El experto en Inteligencia Artificial, Ricardo Baeza Yates señaló que «en Chile, el 15% de las personas está en Twitter… es la élite digital del país». Por lo tanto ¿qué tan representativo es Twitter?

-Muy poco. No solo porque el universo total es chico, sino porque las personas que, dentro de ese universo, producen opinión política son un número todavía más pequeño. Una décima parte. Generalmente profesionales educados con tiempo libre. Y, además, la opinión que producen es cruda, irreflexiva, motivada por la búsqueda del “premio” virtual de retuits y likes. Es decir, no solo es poca gente, sino que es la versión más estúpida, primitiva y narcisista de cada una de esas personas. Gente que en vivo es educada, inteligente y matizada produce en ese medio las imbecilidades más increíbles. Entonces no es solo como en esa frase atribuida a Umberto Eco de que las redes son el megáfono del tonto del pueblo. ¡Ellas tienen el poder de convertir a gente educada e inteligente en los tontos del pueblo!

-¿Cómo analiza la cultura de la cancelación que cada vez toma más fuerza?

-Como decía antes, el objeto de la cancelación es destruir económicamente a una persona debido a sus opiniones virtuales. Y hoy cada vez más gente se sostiene gracias a la economía virtual. Este fenómeno atenta entonces contra la libertad de expresión, al mismo tiempo que contra la libertad económica. Las redes exigen sumisión ideológica.  Quienes mejor se adaptan a estas dinámicas, por lo demás, son los grandes capitales, que no tienen una identidad real, sino que pueden siempre cambiar de rostro. Cada nueva moda virtual, cada victimización glorificada, es seguida de una nueva campaña virtual. Y si algún ejecutivo se sale de la línea, se le reemplaza por otro. La pobreza y la explotación laboral, además, no son tema para Twitter, donde no hay pobres. Luego, la política identitaria es mucho más importante. Starbucks puede ser el héroe de la jornada por venderte su café en vasos adornados con la banderita de colores, pues nadie los presionará por sus políticas sindicales. O cualquier cadena de comida rápida puede convertirse en el campeón de los justicieros sociales virtuales por dejar sin trabajo a algún tipo mal pagado que haya tirado algún comentario machista o racista. Las redes sociales son un dios celoso que, en nombre de las víctimas de moda, demanda sacrificios humanos. Y los mejores candidatos a chivo expiatorio son, como siempre han sido, los que nadie se atreverá a vengar o a defender. O, al menos, nadie que conozcamos.

Deja un comentario

Debes ser miembro Red Líbero para poder comentar. Inicia sesión o hazte miembro aquí.