En conversación con El Líbero, Moisés Naím se refiere a las fuerzas centrípetas que amenazan hoy en día a las democracias liberales en el mundo: el populismo, la polarización y la posverdad, analizadas en su libro “La revancha de los poderosos”, de reciente publicación. También reflexiona sobre la situación de Venezuela, sus vínculos con Cuba, y opina sobre el proceso político que atraviesa Chile.
-En el libro “La revancha de los poderosos” usted habla del resurgimiento, la reaparición o la revancha de un poder que describe como “una forma maligna”. Dice que es un poder que está “carcomiendo, con sigilo, los fundamentos de la sociedad libre”. ¿De qué se trata este poder? ¿En qué consiste?
-Es un poder sigiloso, furtivo, que se disfraza de democracia. Existe en todas partes. La democracia hoy en día, en el ecosistema político del planeta, es una especie en peligro de extinción. La democracia en el mundo está bajo ataque. Los pesos, contrapesos, reglas, normas, que garantizan la democracia están siendo cuestionados, socavados, distorsionados, neutralizados, para darle espacio a estos nuevos protagonistas del panorama mundial: los líderes 3P. Los líderes que siguen las 3P para lograr sus objetivos de obtener y retener el poder.
-Vamos a hablar de las 3P más adelante. En su libro, usted entrega nombres: Trump; Orban, el líder húngaro; Modi, el primer ministro de la India; Chávez; Bukele, presidente salvadoreño. Y los cataloga como “la vanguardia de la revancha de los poderosos”. ¿Qué caracteriza a estos personajes en concreto? ¿Qué es lo que han hecho para que usted diga que ellos son los que están empujando el carro de esta revancha?
-Han obtenido el poder. Han logrado retener el poder, moldeando, modificando las estructuras, normas, reglas, inclusive las constituciones de los países para ellos quedarse en poder. Y han navegado una fuerte ola que hay en el mundo, la de la antipolítica, cuyo mantra fundamental es que se vayan todos, todos los que hayan tenido algo que ver con el poder, en la política, en los negocios, en los medios de comunicación. Todo lo que vino antes no sirve, hay que desecharlo, y que se vayan todos y vengan otros. Todos tenemos algún amigo, algún conocido que piensa que todos los políticos son podridos, corruptos, nefastos, oportunistas y que nada sirve. Ese sentimiento de frustración, de expectativas no cumplidas, de falta de visión de futuro, o de una visión de futuro nefasto, es lo que impulsa la antipolítica. Y en esa ola de antipolítica es que se deslizan los líderes que mencionamos.
-En el libro habla de las 3P. Dice que estos líderes, estos movimientos, estos personajes que protagonizan la revancha de los poderosos se caracterizan por una fórmula que puede resumirse en 3 palabras: populismo, polarización y posverdad. Me gustaría pedirle un panorama general de las 3P, y luego que se refiera más en detalle al populismo, la polarización y la posverdad.
-El populismo siempre ha existido, con frecuencia confundido con una ideología, la ideología de los populismos, que no es tal cosa. El populismo puede tener cualquier ideología, puede ser de derecha, izquierda, del norte, del sur, de países ricos, pobres o medianos. Está en todas partes. Y se basa en una idea: divide y vencerás. En este caso la división es entre un pueblo noble y explotado y una élite voraz, abusadora y corrupta, que tiene el pueblo en las condiciones de pobreza, desigualdad, miseria, etc. Esa formulación inevitablemente lleva a la aparición y a la búsqueda de un líder populista. Un líder que dice “no se preocupen, aquí yo vengo a defender, representar y proteger a este pueblo tan maltratado”. Con ese mensaje de optimismo, de esperanza de que las cosas van a cambiar, llegan al poder. Con muy poca frecuencia logran cumplir los objetivos que quieren, o los objetivos que habían prometido, y terminan buscando lo más importante para ellos, que es la reelección y la eliminación de los cargos que tienen fechas límites. Van cambiando constituciones, trucos y leyes para perpetuarse en el poder.
Eso lo hacen ayudados por la polarización. No es solo la división entre el pueblo y la élite, sino la división entre intereses, identidades, formas de ser, regiones en las que se vive, género, religión, etc. Ahora estamos en un mundo de identidades que hace que la política, las estructuras políticas, de votación, que hay en los países, sea una colcha de retazos de identidades de todo tipo, que hace muy difícil el gobernar. Y eso se ha exacerbado gracias a las redes sociales y a la posverdad.
La posverdad es una forma avanzada y tecnológica de propaganda. La propaganda siempre ha existido: Goebbels, que era el ministro de propaganda de Hitler; el gobierno chino, que tiene un departamento de propaganda. Pero eso era antes. Ahora la propaganda forma parte de la posverdad. La propaganda antes era esencialmente un instrumento de Estado. Hoy en día la posverdad es un instrumento de todos los individuos y de grupos organizados que no necesitan del gobierno para diseminar sus informaciones, sus mentiras y sus manipulaciones. Pero esencialmente es un mecanismo de manipulación de la información para influir en otros. El objetivo no es necesariamente hacer cambiar de opinión al otro, pero sí dejar duda. Duda sobre qué creer, qué es verdad, qué es mentira. Entonces cuando la sociedad se zambulle en ese mundo donde todo es relativo, todo se puede decir, todas las mentiras son válidas, todo puede ser aceptado, la autoridad de alguien que le ha dedicado su vida a estudiar un tema de una forma científica, es menoscabada por la opinión gritada que tiene alguien en las redes sociales. Todo ese mundo genera una dinámica y tiene consecuencias sobre el poder. Entonces la posverdad potencia y amplifica la polarización que a su vez nutre el populismo.
Populismo, polarización y posverdad son las 3 fuerzas impulsan estas tendencias.
-Unas fuerzas simbióticas.
-Sí, se refuerzan unas a otras y se repotencian. Han existido siempre, pero han adquirido nuevas potencias, nuevas capacidades en estos tiempos.
«Las cosas están pasando a velocidades que las democracias no logran alcanzar»
-Usted dice que uno de los mecanismos que utilizan al menos inicialmente, son las normas, reglas y usos de la democracia para corroerla desde su interior, carcomerla. ¿En qué sentido eso es nuevo?
-Quizás la manera de contestar es ¿cómo llegaban los autócratas al poder en el pasado? ¿Cómo era? Primero, era muy visible, era un evento. Llegaba un general, se ponía al frente de unas tropas y tomaba el gobierno y decía: “aquí están mis tanques y aviones en la calle, listos para proteger y reprimir cualquier intento de contrarrestar el golpe de estado”. Era un evento muy visible, muy concreto, cuyos protagonistas centrales eran casi siempre los militares con o no connivencia de sectores civiles. Así fueron la gran mayoría de los golpes de estado en la historia. Ya no.
Ahora los protagonistas llegan por vía de las elecciones, muchas veces. Y hacen enormes esfuerzos por esconder su autocracia, por parecer democráticos. Hay evidencias interesantísimas. Por ejemplo, han proliferado las elecciones. En todas partes del mundo hay elecciones. En este momento, te garantizo que en alguna parte del mundo hay una elección de algún tipo. Al mismo tiempo que hay un boom de elecciones, hay una recesión de la democracia, como dijo Larry Diamond, de la Universidad de Stanford, que la democracia está en recesión y ha venido cayendo.
Hoy, de 195 países, solamente 34 son democracias liberales. En 2021 solamente 15 países mejoraron su democracia, el resto empeoró. Esa es la peor cifra que hemos tenido desde 1978. Por un lado la democracia, sufriendo, declinando, limitándose; y por otro lado hay una explosión, un boom de elecciones. ¿Por qué? ¿Por qué Putin tuvo que hacer todas estas contorsiones y elecciones que se sabe que son elecciones trucadas? ¿Por qué Chávez y Maduro hacían? ¿Por qué los autócratas, Lukashenko, Viktor Orban, también? ¿Por qué necesitan hacer elecciones si todos saben que ellos mandan, que ellos son los jefes? ¿Por qué corren ese riesgo? Porque valoran muchísimo la importancia de ser percibidos como demócratas.
Se llaman demócratas aunque no lo sean y utilizan estas tácticas furtivas, sigilosas, no visibles para la gente que no sigue con detalle muchas de estas cosas. Mientras que en el pasado el cambio de poder era un evento, este es un proceso sigiloso, no visible al ojo no entrenado. Ocurre el viernes por la noche cuando sale un decreto que nadie lee, pero que concentra el poder aún más en el actual, o cambia las reglas. Hay todo un mundo furtivo que ocurre y son democracias trucadas.
-¿Por qué ocurre esto? Hay una legitimidad de origen que tiene que ser democrática. Se siente o se cree que hay una legitimidad de origen que necesariamente tiene que ser de la soberanía popular, por lo menos formalmente. Pero en la práctica, hay una queja constante respecto de la antipolítica, de que la democracia no rinde los resultados que debería rendir, que es lenta, corrupta, que los políticos están encasquillados en una torre de marfil, que no atienden a los intereses de la población, etc. La legitimidad de origen sigue existiendo, pero la legitimidad práctica se pierde. ¿Qué ha pasado?
-Este tema tiene que ver con el recurso político más escaso de estos tiempos: la legitimidad. Hay dos tipos de fuentes de legitimidad. Una es la legitimidad de origen. ¿Cómo llegas tú a tener el derecho de gobernar a tus ciudadanos? Pero hay otra legitimidad, la de desempeño. Hay gobiernos que tienen mucha legitimidad porque son muy eficientes, porque satisfacen las expectativas de la gente, y entonces tienen legitimidad de desempeño. Y resulta que en estos tiempos cuesta mucho esa legitimidad de desempeño. Es difícil gobernar. Las cosas están pasando a velocidades que las democracias no logran alcanzar. El mundo está moviéndose más rápido de lo que es posible atender con las instituciones que tenemos. Se crean déficits, insuficiencias, insatisfacciones, que hace imposible tener alta legitimidad de desempeño. Entonces tienes que buscar todo tipo de artificios para compensar ese déficit.
«El capitalismo y la democracia tienen que ser reformados, mejorados y actualizados»
-Me preguntaba cómo es posible que Moisés Naím escriba un libro que se llama “La Revancha de los Poderosos”, cuando su anterior libro, éxito mundial, se llamaba “El Fin del Poder”. Pero veo que se da una continuidad más que una discontinuidad entre ambos. Como usted dice ahí, el poder es hoy más fácil de adquirir, más difícil de utilizar y más fácil de perder. Los poderosos adquieren el poder, pero gobernar hoy es cada vez más difícil. Hay una crisis de autoridad, de institucionalidad, de legitimidad. Unas crisis encima de otras crisis. ¿Qué hace que al mismo tiempo que hay una revancha de los poderosos, el poder esté cuestionado?
-El libro “El Fin del Poder”, que fue publicado hace 9 años, explica por qué el poder está siendo menos capaz de lo que era antes y más efímero. Ese libro es un examen de las fuerzas centrífugas que dispersan el poder y lo debilitan. “La Revancha de los Poderosos”, es un examen de las fuerzas centrípetas que concentran el poder. Ambas pueden existir y de hecho existen a la vez. En ninguna parte del mundo vas a encontrar solamente una de las dos fuerzas actuando. Están las fuerzas de la dispersión, de debilitamiento del poder, que chocan contra las fuerzas de concentración del poder y de perpetuación de los que están en el poder. Es la interacción, es el choque, son las fricciones entre las fuerzas centrífugas, que dispersan el poder, y las fuerzas centrípetas que lo concentran. Hay muchas cosas que están pasando en el mundo que se entienden bien si uno las ve desde esta perspectiva. Lo más importante es que estas cosas son simultáneas. No hay que escoger una u otra; ocurren las dos a la vez.
-Incluso los peores engaños, para ser exitosos, tienen algo de verdad. ¿Cuál es la autocrítica que se tienen que hacer las democracias liberales respecto a lo que ha permitido que surjan este tipo de cuestiones?
-La democracia tiene que ser actualizada. Estamos teniendo democracias que funcionan todavía con características e instituciones políticas del pasado, que no responden a las necesidades del siglo XXI. Lo mismo está pasando con el capitalismo del siglo XXI. Ambos, el capitalismo y la democracia, tienen que ser reformados, mejorados y actualizados. La democracia que no logre resolver y hacer más eficiente, humano y legítimo el desempeño del gobierno, no va a durar. Es necesario que la economía funcione mejor para que la política funcione mejor. Pero a la vez, la política tiene que funcionar bien para que la economía ande.
El capitalismo del siglo XXI y la democracia del siglo XXI no están alineadas con el cambio global. Hay que atender el tema del cambio climático que es una realidad que está con nosotros y necesita la actuación del gobierno y de sectores privados. La desigualdad, un tema importantísimo que estaba allí pero que nunca ha adquirido la explosividad política que tiene hoy, forma parte de la conversación nacional en muchísimos países. Ni la democracia ni el capitalismo del siglo XXI están atendiendo suficientemente bien y con la velocidad necesaria, las grandes desigualdades que existen en el mundo. La vulnerabilidad de las economías, los colapsos. El capitalismo del siglo XXI es muy inestable, es propenso a tener accidentes que causan enormes consecuencias de dolor humano, de miseria, de desigualdad.
Creo que mucho de lo que está pasando en estos tiempos todavía tiene son las colas de la crisis financiera del 2008. Esa crisis financiera tuvo consecuencias que las estamos sintiendo hoy en día. Hay que mejorar la capacidad para atender la volatilidad financiera y del capitalismo. Hay que tener mejores capacidades para poder responder a la velocidad necesaria y con la complejidad requerida del cambio climático, hay una lista de cosas que deben ser mejoradas, donde es verdad que la democracia es defectuosa y no está generando los resultados esperados. El peligro allí está en que las alternativas empiezan a ser seductoras, aunque siempre van a fracasar.
«Venezuela es una dictadura modelada y en muchos sentidos controlada por la dictadura cubana»
-Me gustaría llevarlo a Venezuela. ¿Cómo ve ese proceso? Esa suerte de llaga sangrante en Latinoamérica. ¿Va a convertirse Venezuela, o ya se convirtió, en una Cuba en Sudamérica, liderada por una élite insensible que básicamente se atornilló al poder y ya no hay vuelta atrás? ¿Hay alguna salida? ¿Ve alguna posibilidad?
-Lo que hay que reconocer es que Venezuela es una dictadura modelada y en muchos sentidos controlada por la dictadura cubana. Cuando se habla de Venezuela hay que incluir el factor petróleo, pero mucho más importante, el hecho de que hace ya más de 20 años, el régimen cubano juega un rol importantísimo en la toma de decisiones de Venezuela. Venezuela es un país ocupado por una potencia extranjera, Cuba. Y Cuba está haciendo con Venezuela lo que las potencias que ocupan otro país hacen, que es saquearlo. Venezuela es un país saqueado con los cubanos. Esto ha tardado mucho tiempo en ser reconocido, en ser entendido y hasta el día de hoy hay gente que todavía piensa que eso no es así. Pero hay evidencias enormes de todo tipo que muestran que efectivamente Cuba juega un rol desproporcionado en la formulación de políticas y en la toma de decisiones en Venezuela y en ese saqueo de Venezuela. Las llaves del Miraflores, que es el palacio presidencial de Venezuela, están en La Habana.
Hasta que no cambien las cosas en La Habana, para los cubanos es un factor existencial tener el control, o tener una influencia muy grande en Venezuela. Ellos dependen de Venezuela en muchos sentidos. Ahora un poco menos debido al caos y al colapso, pero sigue teniendo dependencias importantes. Para Cuba, Venezuela no es un evento diplomático más. Para Cuba, Venezuela es la fuente que le da aliento y que les permite mantener un régimen en bancarrota.
-¿No ve que haya una salida visible?
-Hay una frase que suena muy bien, pero que es mentira, que dice que los problemas de Venezuela los tienen que resolver los venezolanos. Venezuela está invadida por todo tipo de agentes internacionales, de fuerzas extranjeras y también de una dosis importante de redes criminales que operan en el país. La oposición venezolana no puede enfrentar los monolitos tan potentes extranjeros que hay. Va a haber necesidad de ayuda de otros países para salir de este régimen. O bien que haya conflictos internos entre ellos y como resultado de esos conflictos internos se de una renovación del régimen electoral.
«La esperanza tiene que ver con la posibilidad de que el Presidente Boric muestre que se puede gobernar en el siglo XXI con gente con la que no compartes ideas»
-¿Cómo ve el proceso político chileno, con un gobierno recién instalado, un gobierno de jóvenes? ¿Cómo ve el proceso constituyente que se está dando acá?
-Creo que es muy temprano para dar juicios y tener opiniones definitivas sobre lo que está pasando. Pero tengo dos observaciones: una es una esperanza y la otra una alerta.
La esperanza tiene que ver con la posibilidad de que el Presidente Boric muestre que se puede gobernar en el siglo XXI con gente con la que no compartes ideas.
Chile fue un modelo para el mundo en términos de su desempeño económico; sus reformas económicas, su política económica, su éxito como país en términos económicos. Tenía y sigue teniendo todas las falencias y dificultades que tienen que ver con la desigualdad, la marginalidad, etc. Pero Chile fue un país que fue el modelo económico, de cómo se maneja la economía de un país pobre, subdesarrollado del siglo XXI. ¿Qué pasa si el Presidente Boric logra armar un proceso en el cual Chile llegue a ser el modelo que otros vean de la política?
Mientras que en el pasado Chile fue el modelo de la política económica, quizá hacia adelante Chile puede ser el modelo de la política. Y de la política de gobernar. El siglo XXI se caracteriza por problemas que trascienden la capacidad de un solo país para atenderlos. Pero también trasciende la capacidad de un solo gobierno o una sola visión para atenderlo. Son los gobiernos que logren hacer grandes coaliciones, importantísimos acuerdos nacionales, los que apelen a la identidad del país, al patriotismo, a la participación. Y entonces de pronto Chile nos puede dar un ejemplo de cómo es la política, cómo debe ser la política y el gobierno en el siglo XXI y contrarrestar las 3P del populismo, la polarización y la posverdad.
El enemigo a vencer son los radicales de ambos lados que simplemente viven de ser radicales. Pero si el Presidente Boric logra crear esta unidad, le podría estar creando a Chile una posibilidad enorme. Esa es la esperanza. Estoy muy consciente de las limitaciones. Pero creo que hay una posibilidad, quizá es una ventana pequeña, pero existe. Especialmente si otros se suman a este intento.
La alarma se relaciona con todas estas constituciones que pretenden resolver problemas que no pueden resolver. Son una fuente muy potente de antipolítica. La idea de que estas nuevas constituciones van a resolver problemas no está en la capacidad de las constituciones. Se crea el efecto arbolito de Navidad. Todo el mundo llega a sacar de la Constitución nueva un regalo para sus propios intereses. Hay un desbalance entre cuánto la Constitución le exige al Estado que haga y cuán poco le exige a los electores, al pueblo que haga. Y esa es una alerta porque puede ser una oportunidad perdida. Esta nueva Constitución chilena podría ser un ejemplo para el mundo si no cae en esos errores tan comunes en los procesos de reforma constitucional.