China revivió el espanto de la matanza de Tiananmen con un endurecimiento de su régimen político. Con el argumento de la propagación del Covid-19, el gobierno comunista prohibió por primera vez, en 31 años, la tradicional vigilia que se realiza en Hong Kong para recordar a estudiantes y otros civiles asesinados en la emblemática plaza.

Además, el mismo día, el 4 de junio, el Consejo Legislativo de Hong Kong aprobó una controvertida ley con penas de hasta tres años de prisión y multas de más de 6.000 dólares para quienes insulten al himno nacional.

Las restricciones no impidieron que miles de personas se congregaron el jueves, con velas blancas encendidas, en Hong Kong y Taiwán. El acto fue defendido por Joshua Rosenzweig, director adjunto de Amnistía Internacional (AI) para el Este y el Sureste de Asia, que, días antes en un comunicado de prensa, pidió el respeto de los derechos de los ciudadanos chinos.


“La Covid-19 no debe usarse como excusa para reprimir la libertad de expresión. Las autoridades de Hong Kong deberían ayudar a facilitar el distanciamiento social en la vigilia por Tiananmen en lugar de prohibirla directamente. Más que nunca, el 4 de junio debe permitirse a la población de Hong Kong ejercer pacíficamente sus derechos a la libertad de expresión y reunión”, advirtió.


La masacre es uno de los episodios más sangriento de la historia del país. Tras casi dos meses de protestas en la plaza de Tiananmen para pedir menos corrupción y el respeto de las libertades ciudadanas, la noche del 3 y la madrugada del 4 de junio de 1989, el Ejército chino recibió la orden gubernamental de dispersar a los manifestantes. Lo que siguió fue una mortandad comparable a las experimentadas en guerras civiles.

Las autoridades chinas nunca revelaron cuántas personas murieron ese día, pero un cable secreto de Alan Donald, entonces embajador de Reino Unido en Beijing, enviado al Ministerio de Asuntos Exteriores británico el 5 de junio, un día después de la masacre, estimó que fallecieron más de 10.000 personas.

Para Human Rights Watch las autoridades chinas deberían aceptar la responsabilidad en las muertes de manifestantes pro democráticos.

“El gobierno de China nunca pagó un precio en el país o en el extranjero por la masacre de Tiananmen, alentando su detención arbitraria de millones, la represión de la sociedad civil y el debilitamiento de las leyes e instituciones internacionales de derechos humanos”, dijo Yaqiu Wang, investigadora de la fundación internacional en ese país, en un comunicado de prensa.

En China, casi cualquier aspecto cotidiano es controlado por el Partido Comunista desde 1949, y durante décadas, organizaciones internacionales y gobiernos occidentales han denunciado restricciones contra sus ciudadanos. La Casa Blanca emplazó a “honrar la memoria de aquellos que perdieron la vida y a proporcionar datos detallados de quienes han sido asesinados, detenidos o siguen desaparecidos en relación con los acontecimientos de la Plaza Tiananmen del 4 de junio de 1989”.

De hecho, el secretario de Estado, Mike Pompeo criticó la intención china de acallar las conmemoraciones y escribió en su cuenta de Twitter que «si había alguna duda sobre la intención de Beijing, pretende negar que los hongkoneses tengan voz y capacidad de decisión, haciéndolos igual que los habitantes de la parte continental. Demasiado para dos sistemas».

Una columna publicada esta semana en The Washington Post plantea un desafío: El mundo falló después de la Plaza Tiananmen. No debemos fallar a Hong Kong ahora. Su autor, cita a uno de los sobrevivientes: «Esperamos que China cambiara. Desafortunadamente, ayudamos a China a convertirse en la segunda economía más grande del mundo, pero su sistema político no cambió».

«Valorar la democracia»

Rosenzweig, representante de AI, destacó que en las últimas semanas los cuerpos de seguridad de Hong Kong reprimieron “reiteradamente” las protestas pacíficas. “Al considerar ‘ilegal’ este importante acto conmemorativo, la policía ha vuelto a avivar innecesariamente las tensiones, cuando lo único que quieren miles de personas es encender una vela en memoria de quienes perdieron la vida en los terribles acontecimientos del 4 de junio de 1989”.

En Taiwan, considerada por China como una «provincia separatista», se resaltó la importancia de la conmemoración. Su Presidenta, Tsai Ing Wen, criticó al gobierno chino por su intención de olvidar la masacre, mientras que el primer ministro taiwanés, Su Tseng Chang, pidió “valorar la democracia y no olvidar el 4 de junio”, según la agencia Europa Press.

Las desavenencias de Beijing contra Hong Kong, ex colonia británica, y Taiwán son frecuentes. A finales de mayo, el Legislativo de China aprobó una ley de seguridad nacional destinada a terminar con las protestas en Hong Kong, iniciadas el año pasado. Ahora, el recuerdo de la tragedia de Tiananmen trae de regreso una de las tantas deudas entre el gobierno chino y los ciudadanos.