Hace cuatro siglos, el asiduo seguidor del filósofo Thomas Hobbes, François Peleau, tuvo un arduo intercambio de cartas con su maestro. En las misivas sintetizó que las razones de la guerra en el estado de naturaleza del Leviatán (sin normas) se debían ahora y siempre… a las guerras de las mentes, a lo que Hobbes le respondió, que ello era causa de la naturaleza humana y su inclinación pendenciera.

Este intercambio epistolar es fundamental, porque ilustra, cuatro siglos más adelante, que, dada nuestra naturaleza humana, nos seguimos enfrentando por nuestras desavenencias en todo orden de temas, especialmente lo referente a la política (poder), pero con dos diferencias esenciales: hoy, la mayoría de los estados sí cuenta con un convenio social (Constitución) y segundo, se inventaron las redes sociales. Estas últimas vinieron a revolucionar todo.

En el caso de X (Twitter), si bien para su uso, existe una autorregulación elaborada por la misma empresa, esta no es aplicada de manera imparcial, y lo que es más preocupante, no existe regulación local e internacional concluyente frente a esta red. Por lo anterior, en ella se desatan todas las pasiones: cualquiera puede escribir lo que quiera, sea verdad o mentira, subir imágenes, audios y videos sin consentimiento de los involucrados, llamar a cometer un delito, hostigar, organizar rebeliones, etc., es decir, se cuenta con una total libertad como se da en el estado de naturaleza de Thomas Hobbes.

Esta situación lleva a que se produzca un estado de permanente conflicto, acentuado por la ignorancia general de la población, que no chequea al momento de informarse, y que tampoco delibera con argumentos claros, sino más bien, que utiliza su cuenta como un monólogo o diario mural digital, donde publica lo que quiere.

Además, X se presta, dado su formato, a fomentar el fanatismo, porque aquellos que piensan parecido se parcelan, y al hacerlo, creen que la mayoría de la gente opina como ellos, porque envían y reciben mensajes desde su mismo gueto. Esto es una falsa sensación de mayoría, y por la cual se sienten con el poder de cancelar al que piensa distinto. X son múltiples tribus que alimentan sus preferencias como únicas y que desconfían del resto. Dentro de este contexto de conflicto, fragmentación y fanatismo, se facilita la creación digital de antilíderes, que cual caudillos, se presentan como la solución a los problemas.

Todo lo anterior produce daño a la democracia deliberativa. Para expertos en teoría política como David Estlund, Helene Landemore, y Michael Crozier, las redes sociales acechan a la democracia. La ignorancia de la población, la falta de deliberación y antilíderes que buscan el autoritarismo y debilitar las instituciones, son claramente una amenaza.

Entonces, en la práctica, X, ¿Es una guerra de las mentes que toma la forma de un estado de naturaleza (conflicto) hobbesiano cuya existencia -en paralelo- deteriora la democracia?

Si bien X es muy joven (tiene 17 años en el mercado), y no abunda la literatura en torno al tema, ya se puede afirmar con bastante seguridad que X se está comportando como el estado de naturaleza de Hobbes en lo referido al conflicto.

Si bien no todos los que tienen X buscan la disidencia, los más activos en la red, por lo general, tienen su agenda clara: influir sin importar el costo, el fin lo es todo. Por lo anterior, tampoco podría ser considerada una plaza pública, bajo la mirada del filósofo y sociólogo Jürgen Habermas.

Sobre esto último, es importante mencionar que es necesaria una regulación clara y acabada sobre esta red, realizada por los estados y por organismos internacionales. Hoy son los dueños de estas empresas los que deciden qué y cómo se publica. De esta manera, estos hombres, hipotéticamente, pueden llegar a tener más poder que un Presidente, lo que es un desequilibrio que iría en contra de la democracia. X necesita su propio convenio social, y si la polémica Comisión Asesora contra la Desinformación del actual gobierno actuara en este sentido, de manera técnica y no ideológica, sería un avance, porque a comienzos del siglo XXI se pensó que las redes sociales serían un aporte a la democracia, al facilitar la conversación más participativa y de fácil acceso.

Si existiese una normativa global para X ¿Podría esta red convertirse en una herramienta efectivamente positiva para la democracia deliberativa?

Tendrán que venir muchos estudios, regulaciones, casos prácticos, para determinar cuánto puede influir X en la democracia deliberativa. Por ahora, en un contexto de desregulación que da pie a que se desaten pasiones sin pagar mayores costos; y siendo X una red social principalmente política y de gran influencia en los tomadores de decisiones, creo que sí es una amenaza digital con lo que se conoce hasta ahora -que puede saltar al mundo real- en lo relativo a la confrontación y fanatismo como ocurre en el estado de naturaleza descrito en el Leviatán de Thomas Hobbes.

*Rosario Moreno C. Periodista y Magíster en Filosofía Política y Ética

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