Las Naciones Unidas ha declarado que el 24 de agosto comienza la Semana Mundial del Agua 2023, y nos invita a enfocarnos en soluciones innovadoras ante la crisis mundial sin precedentes que experimenta este importante elemento. Quizás, sea la oportunidad que necesitamos en Chile para innovar mediante un impulso decidido en la gestión de nuestros acuíferos.

Los acuíferos son formaciones geológicas subterráneas en donde el material presenta abundancia de espacios (poros) que permiten el flujo o almacenamiento de agua. Los acuíferos libres son aquellos que permiten a un flujo de agua viajar a través de ellos, de forma tan lenta que sus velocidades se expresan en metros por día. El agua que ingresa a los acuíferos en forma natural proviene del correr de aguas superficiales en zonas que son especialmente adecuadas para la recarga natural de acuíferos, habitualmente las cajas de ríos y esteros y algunas zonas ubicadas en el piedemonte. De la misma manera, el agua sale de los acuíferos en forma natural a través de afloramientos en distintos lugares, formando vertientes o manantiales.

Cada vez que se perfora un pozo, o una noria, lo que hacemos es cavar hasta alcanzar un acuífero y extraer agua de él, generando el equivalente a una “vertiente artificial” que permite disponer del agua necesaria para satisfacer distintas necesidades. Es habitual en todo el mundo que, en años en que los usuarios enfrentan menor disponibilidad de agua superficial, se suplen los requerimientos hídricos con aguas subterráneas. Para que esta práctica sea sustentable, numerosos países alrededor del mundo utilizan esta estrategia de uso de agua subterránea complementándola con sistemas de recarga artificial de acuíferos, en lo que se denomina una “solución basada en la naturaleza”, es decir, una intervención humana que mediante técnicas y obras, logra imitar e incrementar una acción natural benéfica.

Uno de los países con mayor experiencia en la recarga artificial de acuíferos es Israel, técnica que ha desarrollado por más de 50 años y con objetivos tales como recuperación de acuíferos en proceso de agotamiento, aprovechamiento de aguas de crecidas superficiales, y tratamiento para depuración de aguas.

Otro caso relevante es California, con cientos de proyectos de recarga artificial de acuíferos. Recientemente han autorizado destinar 740 millones de m3 de las crecidas del río San Joaquín a sistemas de recarga para hacer frente a los episodios de escasez que afectan a dicho Estado. Para esto, han aprendido a aprovechar los períodos de abundancia de agua superficial, generando grandes espacios inundables para maximizar la recarga.

Un último ejemplo podría ser Australia, país con un clima árido, dónde la recarga de acuíferos es una parte importante de la gestión del agua, especialmente como apoyo para la actividad agrícola, para la cual se destinan 10 de las 14 instalaciones de recarga en Australia, que son capaces de almacenar hasta 70 millones de m3 al año en sus acuíferos, en un país con solo 7 ríos principales.

En Chile, a pesar de seguir sufriendo una severa disminución de precipitaciones (después de las generosas lluvias de junio y julio, nuestro déficit en la RM sigue siendo superior al 40%), a pesar del aumento en el uso de aguas subterráneas en años recientes, a pesar de que todavía disponemos de aguas invernales, a pesar de que el clima desértico avanza hacia el sur, no estamos desarrollando ninguna estrategia, ni siquiera a nivel regional, para recargar decididamente nuestros acuíferos. Las razones por las que no lo hacemos son múltiples, y deben ser atendidas si realmente queremos avanzar en fomentar esta práctica que, según experiencias internacionales, ha mostrado ser sumamente exitosa.

Nuestro primer desafío está dado por la falta de información pública, confiable y validada por todos los actores, respecto de las condiciones de cada acuífero. No disponemos de buena información que ayude a la toma de decisiones de dónde, qué tipo de sistema de recarga de acuíferos se debe hacer, y cómo eso recargará el acuífero. Sin información de base, es muy difícil que avancemos en fomentar esta técnica, y por lo tanto, aleja el uso sustentable de los acuíferos.

Un segundo desafío se origina en la separación normativa que hacemos de las aguas superficiales y subterráneas. Así, si un grupo de usuarios quisiera desarrollar un sistema para recargar aguas superficiales sobre las que ya poseen derechos de aprovechamiento, no tienen ningún respaldo para extraer un volumen de agua equivalente o proporcional al recargado, pues para eso tendrían que solicitar nuevos derechos de aprovechamiento de agua subterránea, los cuales sólo se otorgarían si la Dirección General de Aguas (DGA) concluye que el acuífero tiene excedentes, en cuyo caso no tiene sentido hacer la recarga. Un desincentivo total.

Un tercer aspecto está dado por la complejidad técnica exigida a los privados que desean desarrollar este tipo de sistemas. Las condiciones para hacerlo están contenidas en el Decreto 203/2014 del Ministerio de Obras Públicas y se exige, entre otros elementos, un modelamiento del acuífero lo que resulta altamente demoroso, complejo y costoso, haciendo inviables las iniciativas privadas de recarga.

La escasa conformación de Comunidades de Aguas Subterráneas es un cuarto elemento al que debemos poner atención. En teoría, cada vez que la DGA decreta una “zona de prohibición” para un acuífero, esto dará origen a una Comunidad de Aguas Subterráneas, pero según el registro de la DGA actualmente hay 112 acuíferos en esta condición, pero hay menos de 20 comunidades constituidas. En este punto es crucial el rol de la DGA en fomentar y apoyar la conformación de estas comunidades, quienes serán las primeras interesadas en velar por el monitoreo y uso eficiente y apegado a derecho de las aguas subterráneas, así como por favorecer la recarga del acuífero.

Por último, vistas las barreras a la iniciativa privada en este tipo de obras, actualmente la Dirección de Obras Hidráulicas (DOH) no dispone de un respaldo normativo que le permita desarrollar proyectos de recarga en forma consistente, razón por la cual sólo lo ha desarrollado tímidamente, a nivel de experiencia piloto. Es fundamental dar cabida a las obras de recarga dentro de las atribuciones de la Dirección de Obras Hidráulicas, y de otras reparticiones públicas.

Los acuíferos son la reserva de agua a la que muchos países se vuelcan en momentos de sequía, y debemos aprovecharlos de manera sustentable, para que puedan seguir cumpliendo esta función. Nuestras normativas se están haciendo cargo de evitar su sobreexplotación mediante las declaraciones de restricción y prohibición que propone la DGA. También se aborda cuidado mediante el instructivo de ingreso al Servicio de Evaluación Ambiental de proyectos que podrían contaminarlos. Sin embargo, nada estamos haciendo para fomentar su recarga. Ojalá esta semana de reflexión sobre el agua nos permita responder a la pregunta: ¿qué estamos esperando?

Federico Errázuriz – Director del Centro de Agua USS

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