Hace pocos meses, con motivo de la Feria del Libro de Madrid, fue presentada la novela histórica Neruda y su laberinto pasional sobre el lado menos conocido de la vida de Pablo Neruda. Su autora es la periodista y escritora boliviana, Verónica Ormachea Gutiérrez, quien viviera parte de su juventud en Chile.

Su obra, de más de 500 páginas, editada por el Grupo español Sial Pigmalión, se adentra con detalles en la vida privada de Pablo Neruda. Resulta impactante constatar en el libro, muchas cosas que desde hace años se dicen de manera aislada o subterránea y muchas veces minimizando o ignorando la brutalidad de este chileno, que recibiera en octubre de 1971, el Premio Nobel de Literatura.

En momentos en que la izquierda y el gobierno actual han intentado apropiarse del feminismo, la igualdad y la inclusión, como banderas de lucha, Neruda el comunista, el diplomático y el poeta, merece mayor atención a la hora de estudiar su vida, más allá del poeta. Sorprende cómo la Academia Sueca, pudo aislar su obra, de su vida, para dar paso a un galardón reservado para grandes seres humanos. Nada en el origen o en la niñez del poeta, justifican o mitigan su estilo de vida narcisista, oportunista y falta de respeto.

Neruda fue siempre un sinvergüenza. Desde su adolescencia, se acostumbró a que otros lo financiaran o aportaran a sus causas. Neruda se aprovechó de los seres humanos que más lo quisieron, de los cargos diplomáticos que obtuvo con malas prácticas y los más grave, es que fue un hombre cruel. El libro nos revela su relación con su primera esposa, la holandesa-malaya María Antonieta -Maruca- Hagenaar. Con ella tuvo su hija Malva Marina, quien naciera con hidrocefalia. El abandono posterior de su mujer y de su hija, demuestra el grado de maldad que tuvo Neruda con quienes le dieron todo su amor. No sólo las abandonó, sino que no les enviaba el dinero requerido para su sobrevivencia. Se olvidó de ellas por meses y años. Maruca tuvo una vida muy triste y murió en el más completo anonimato, sin dinero ni para pagar su entierro, terminando en una fosa común. Su hija tuvo que ser entregada en adopción hasta que falleciera, por la gravedad de su enfermedad, antes de cumplir los 10 años.

La vida entera del poeta estuvo centrada en sí mismo. Vivió en Indonesia, Ceilán, Singapur, Argentina, España, Italia, México, Birmania, Francia y sus pasos por Chile, en espera de nuevas destinaciones. Engañó repetidas veces tanto a Delia del Carril, como a Matilde Urrutia, a quienes utilizó como instrumentos para obtener fama, dinero y reconocimientos. Su ideología política, le permitió visitar muchas veces Unión Soviética, en donde era recibido con honores y alabado en nombre de la revolución. Su cercanía con Salvador Allende y su precandidatura presidencial, le abrieron las puertas para transformarse en embajador de Chile en Francia.

De la lectura de esta obra uno se pregunta ¿cómo fue posible que Neruda tantas veces lograra acceder a posiciones diplomáticas habiendo sido un mal ejemplo de ser humano? Todos los méritos que se le atribuyen por haber logrado que republicanos españoles llegaran a Chile a bordo del Winnipeg, fueron obtenidos usufructuando de su posición y no respetando códigos diplomáticos que le impedían hacer política partidista.

Tras 50 años de su partida, parece haber llegado el momento de desmitificar al “vate”, quien lograra un galardón de fama universal, pero que despreciara las buenas costumbres y las responsabilidades que asume cualquier padre con sus hijos, más aún cuando estos son indefensos o padecen alguna enfermedad de nacimiento. El gobierno de Chile debiera reevaluar las calles, placas y homenajes a Neruda, pues para ser un buen poeta, primero hay que ser un buen ser humano.                    

Deja un comentario