En los últimos años, las series políticas han adquirido inusitada importancia. Si la década del ’90 representó el auge de las sitcom, con íconos pop ambientados en Manhattan como Friends, Seinfeld o Sex and the City, el cambio de milenio ha permitido la emergencia de nuevos motivos, otorgando mayor espacio a las pugnas de poder y las contiendas electorales. Y dentro de esta órbita, Political Animals asoma como una miniserie interesante, de sólo seis capítulos, y transformada en serie de culto, luego de haber pasado sin pena ni gloria por la televisión abierta norteamericana, en 2012.

Desde un principio, este proyecto fue pensado como miniserie. Sin embargo, el final -irritablemente abierto- hacía presagiar que al menos habría un intento por una segunda temporada. Y lo cierto es que, según explica Huffpost TV, la cadena USA Network sacó las cuentas y consideró que el rating de 2,3 millones de personas que vieron el último capítulo fue “mediocre”, echando por tierra cualquier posibilidad de extensión. Así, Political Animals quedó como una pieza de museo, un bien de consumo no masivo, pero legitimado y valorado en algunos nichos, especialmente, gracias a que un best-seller como House of Cards ha puesto a la Casa Blanca y sus relaciones de poder en la retina del telespectador.

Esto ayuda a explicar por qué el auge de Political Animals ha sido en 2015, y no tres años atrás. Hace algunos meses, Netflix adquirió los derechos y comenzó a emitir la miniserie en su señal estadounidense. A Chile no ha llegado aún, pero es probable que la misma compañía termine por liberar los seis capítulos, quizás como una forma de mantener el impulso generado por Frank Underwood y señora.

Political Animals tiene todo para ser una serie detestable. Por un lado, es una historia demasiado gastada: la vida de una familia política, después de salir de la Casa Blanca. Por otro, incurre de forma fastidiosa, en numerosos clichés propios de la televisión del siglo XXI: los Hammond son una especie de Kennedy modernos; uno de sus hijos tiene problemas de drogas y hay -por supuesto- una historia secreta que una periodista intenta perseguir; la periodista es guapa -obvio también- y coquetea con el hijo mayor de la familia, quien es el heredero político y responsable; hay, además, conflictos en el Medio Oriente, que justifican que ésta sea una serie política, y no Grey’s Anatomy; y sobre toda esta sarta de lugares comunes, está la mujer, Elaine Barrish Hammond, ex Primera Dama y actual gobernadora del Estado de Illinois, quien tras perder una nominación como candidata a Presidenta de Estados Unidos, decide divorciarse de su marido, el ex Presidente Donald “Bud” Hammond, un ítalo-americano con fama de mujeriego.

¿Alguna conexión con la política norteamericana real? Más allá de la reputación de Bill Clinton, es cosa de mencionar que la ex Primera Dama en la serie asume como Secretaria de Estado (mismo puesto que ocupó Hillary Clinton) tras perder la primaria. Así, con este último cliché, la serie termina consagrando otra idea propia del siglo en curso: el rol de la mujer fuerte, autosuficiente y poderosa en política, que es capaz de buscar un triunfo electoral, incluso renunciando a uno de sus mayores capitales políticos (la red de su ex marido, el Presidente saliente).

Pese a todo lo dicho, la miniserie funciona. Engancha. Y en la lógica de Netflix, hay que hacer esfuerzos para no quedarse pegado en el capítulo siguiente. El guión tiene momentos muy buenos, los personajes están bien trabajados y la historia entretiene, que es lo que al final uno le puede pedir a una miniserie de este tipo. Political Animals trata, a fin de cuentas, sobre las estrategias, acuerdos y negociaciones para conservar el poder después del poder. Un tema sobre el que se ha escrito poco, y se ha filmado menos, en un régimen político como el norteamericano, donde el Presidente saliente no puede volver a postularse de por vida. Ese vacío de poder, esa búsqueda, es contrastada con el vacío y la búsqueda de la mujer, quien además debe lidiar con problemas de los “líderes del mundo real”, que amenazan con apartarla de su anhelo electoral. Y esa tensión, unida a los aciertos del libreto, que se vuelve hábilmente impredecible, es lo más rescatable de esta serie, y nos recuerda esa famosa frase de Churchill que reza: “la política es la habilidad de pronosticar lo que sucederá mañana, el próximo mes y el próximo año, y al cabo de ese tiempo, poder explicar por qué no sucedió nada de eso”.

 

Roberto Munita, abogado.

 

Political Animals

Temporadas: 1
Capítulos: 6
Creador: Greg Berlanti
Dónde verla: Netflix Estados Unidos
Calificación en IMDb: 7,8
Trailer: