Es indiscutible el papel fundamental que tiene la educación en la sociedad. Todo país que pretenda progresar socialmente y ser cada día más justo y libre, debe invertir recursos humanos, económicos y tecnológicos en su sistema educativo.

Lamentablemente, en las últimas semanas la política le ha jugado una mala pasada a la educación chilena: los parlamentarios de oposición han preferido la “pelea chica”, algunos gremios han privilegiado su agenda ideológica, y distintas instituciones decidieron derechamente criticar todas las iniciativas que provengan del Gobierno, aunque cuenten con el respaldo transversal de los expertos en la materia. Esto ha impedido la aprobación de proyectos claves para los estudiantes, tales como una iniciativa para un retorno a clases presenciales gradual, seguro y voluntario o el proyecto de ley Kinder Obligatorio. Lo anterior, sin duda, ha dificultado el mejor desarrollo de los distintos proyectos educativos en la pandemia y limitado la posibilidad de avanzar hacia una mejor calidad de la educación.

En Chile, el sistema educativo ha visto su mayor progreso en los últimos 40 años, mejorando en prácticamente todos los aspectos. Hoy en día, nuestra educación tiene mejor infraestructura, un acceso casi universal en todos los niveles y se han elevado considerablemente los estándares de calidad. El avance es positivo y evidente. Hace casi un siglo, en Chile existían problemas que hoy nos parecen ajenos e incluso poco creíbles. “Piececitos de niño, / azulosos de frío”, decía Gabriela Mistral en los dos primeros versos de su poema “Piececitos” publicado en 1924, que evidenciaba la dura realidad de los niños que no tenían zapatos para ir al colegio. El mismo drama persistía en 1960, como lo refleja el poema de Pablo Neruda “Escrito en el año 2000”, de su obra Canción de gesta, donde el vate soñaba con la patria del futuro e imaginaba a los “niños en la escuela con zapatos”.

Es evidente que falta mucho por hacer y mejorar en la educación chilena actual. En las últimas semanas, hemos visto la lamentable actitud de grupos que han preferido hacer puntos políticos que trabajar por mejorar la educación de los niños chilenos.

El proyecto de ley “Kínder Obligatorio” era fundamental para avanzar en un sistema educativo más justo. Invertía recursos en la educación parvularia, se hacía cargo de los más de 6.000 niños que hoy se encuentran fuera del preescolar, y del 66% de los estudiantes que estando dentro del sistema, faltan regularmente a clases. Lo más relevante: daba una solución a los niños más vulnerables. Además, el proyecto se hacía especialmente urgente, considerando que kinder fue el nivel más afectado por la pandemia, aumentando la deserción en un 130%. Sin embargo, el “Kinder Obligatorio” fue rechazado con los votos de todos los parlamentarios de oposición que integraban la comisión mixta, conformada entre ambas comisiones parlamentarias de educación para discutir dicha iniciativa.

El rechazo del “Kinder Obligatorio” causó mucho revuelo en las redes sociales, radios, canales de televisión y en la prensa escrita, que acusaban a la oposición de aprovechamiento político, frivolidad y obstruccionismo. El gran ausente de esta discusión fue el Colegio de Profesores. Un organismo gremial con mucha presencia en los distintos medios de comunicación, que ha puesto un grito al cielo cada vez que se habla de que los profesores y estudiantes deberán volver a clases presenciales, pero que no estuvo dispuesto a comentar sobre el rechazo de un proyecto fundamental para el futuro de la educación chilena. Esto no es novedoso, pues se trata de un gremio altamente politizado que muchas veces ha preferido dar la espalda a los estudiantes chilenos, privilegiando su agenda ideológica. Hace tiempo se aprobó la obligatoriedad de la educación básica. Hace menos, se aprobó lo mismo para la educación secundaria. Ahora, los parlamentarios que rechazaron el proyecto y sus colaboradores pasivos como el Colegio de Profesores, quedarán en la historia como aquellos que impidieron la posibilidad de avanzar en un sistema educativo más justo.

Es indiscutible el papel fundamental que tiene la educación en la sociedad. Como señalamos, todo país que pretenda progresar socialmente y ser cada día más justo, debe invertir recursos humanos, económicos y tecnológicos en su sistema educativo. No podemos permitir que la “pelea chica” o el punto político se pongan por sobre las necesidades de los estudiantes. Tampoco que gremios cooptados por la izquierda radical impidan avanzar en los desafíos que nos presenta la educación chilena. Ad portas del inicio de la convención constituyente, que tiene por objetivo definir los principios que regirán la educación en las próximas décadas, es necesario escapar de la rencilla política y poner por encima las verdaderas urgencias y el sueño de una educación justa, libre y de calidad, para todos los chilenos.

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