Las mujeres nos hemos tomado la agenda en el último mes. De hecho, en el reciente discurso presidencial, la palabra mujer fue mencionada 24 veces, contra sólo 9 menciones de la palabra hombre. Los temas de corte feminista son trending topics habituales. Sin duda, este protagonismo femenino nos favorece. Es cierto que algunas manifestaciones más radicales parecen «pasadas de rosca», sin embargo, el resultado del proceso debería ser positivo en pro de mayor equidad entre hombres y mujeres. Aunque soy de las que piensa que ha habido avances importantes en estos años, creo que debe ser un sentimiento común en nosotros las mujeres el que tenemos la mochila pesada aún, producto del desafío de compatibilizar trabajo y familia.

Estoy convencida de que la incorporación laboral de la mujer es muy positiva para ella, su marido e hijos, y por supuesto para el país. Y no sólo por el aspecto económico, incluso más importante puede ser una mayor autoestima y una relación de mayor equivalencia con su pareja (no es raro que el que genera los ingresos se sienta con más poder en la relación). Todos los esfuerzos de familias, empresas y políticas públicas por favorecer el trabajo femenino son bienvenidos.

Los estudios son coincidentes en mostrar que los padres son claves en el desarrollo de sus hijos. El problema es que hasta ahora no lo hemos hecho muy bien en la materia.

Sin embargo, como decimos los economistas, «no hay almuerzo gratis» y si no hacemos bien las cosas, el trabajo de la mujer puede tener costos, que podrían incluso superar los beneficios desde una perspectiva de mediano plazo, cuando consideramos a los hijos en la ecuación de incorporación laboral femenina. Los estudios son coincidentes en mostrar que los padres son claves en el desarrollo de sus hijos, no hay colegio que pueda sustituir el capital social que se recibe en la familia. El problema es que hasta ahora no lo hemos hecho muy bien en la materia.

Lamentablemente, la incorporación laboral de la mujer se ha traducido en hijos más solos, muchos de los cuales empiezan a buscar la felicidad y los afectos de manera equivocada. No dejo de pensar que el creciente abuso de alcohol y drogas en los jóvenes tiene algo que ver con esa mayor lejanía con sus padres, y valida esta percepción la forma en que Islandia ha logrado revertir ese problema: mayor presencia de los padres en la vida de sus hijos. La igualad de la mujer en materia laboral no puede ser a expensas de los hijos, porque eso es «pan para hoy y hambre para mañana».

Para que los padres se puedan incorporar más en la crianza de los hijos es necesario que los empleadores vean esto como parte esencial en la vida de todos los trabajadores, no sólo de las trabajadoras.

¿Cómo lo hacemos entonces si las mujeres nos sentimos muchas veces sobrepasadas con tantos roles? Más que cuotas y leyes de igualdad salarial, les toca a los hombres colaborar en el proceso; mamás e hijos requerimos que los padres se incorporen mucho más en la crianza y en las tareas del hogar. Para que eso sea posible también es necesario que los empleadores vean esto como parte esencial en la vida de todos los trabajadores, no sólo de las trabajadoras. El rol de las empresas en este proceso de mayor equidad entre hombres y mujeres es insustituible. Ya no más el trabajador 24/7 debe ser valorado. Este es un cambio cultural más que legal, pero muy necesario. Por eso, lo que me parece mejor de lo que ha pasado estas semanas es la toma de conciencia de que compatibilizar trabajo y familia es tarea de todos, no sólo de las mujeres. Más importante aún, las favorecidas no serán sólo ellas, también sus parejas, sus hijos y la sociedad en su conjunto.

María Cecilia Cifuentes, directora ejecutiva Centro de Estudios Financieros, ESE Business School, Universidad de los Andes 

 

FOTO:YVO SALINAS/AGENCIAUNO