Pena fue la sensación que me quedó tras escuchar las declaraciones del pre candidato presidencial Ignacio Briones, quien sugirió hacer un concurso y “gastar las lucas” trayendo profesores desde el extranjero para “así mejorar la calidad de la educación”. Me dio pena no por él, quien tiene derecho a manifestar sus ideas -por erróneas que estén-, sino por el ninguneo que hizo a miles de docentes que con vocación hacen su trabajo, incluso más allá de lo que sus “nombramientos” y “horas contratadas” exigen.

Si pudiera hacerle una pregunta al ex ministro de Hacienda le diría: ¿Qué propuesta hizo usted para “gastarse las lucas” en mejorar los sueldos de los profesores cuando tuvo la oportunidad de hacerlo? Las personas requieren incentivos, y si bien un profesor tiene el mejor de todos, cual es contribuir a la formación de las futuras generaciones y aportar a su desarrollo, también debe pagar las cuentas y tiene derecho a un buen vivir, emocional y material.

Las desafortunadas declaraciones de Briones reflejan de alguna manera la poca valoración que existe en ciertos sectores sobre el trabajo docente y -lo que es peor- la forma en como se han elaborado las políticas públicas en educación, la mayoría de ellas dejando al margen a uno de los stakeholder más relevantes: los docentes.

Este tipo de ideas a lo único que contribuyen es a seguir ahondando la crisis y malos resultados educacionales. Pero no es un hecho aislado. No olvidemos que hace apenas dos años, el entonces ministro de Educación, el abogado Gerardo Varela, se preguntaba “¿Y por qué no hacen un bingo? ¿Por qué desde Santiago tengo que ir a arreglar el techo de un gimnasio?” Palabras desafortunadas que no dejaron indiferentes a los maestros, las familias ni sostenedores.

Estos últimos también juegan un papel relevante. Muchos de ellos con gran esfuerzo y convicción, dejando de lado otras alternativas, han apostado por la educación, pues saben que no hay mejor inversión que el capital humano.

Estas semanas hemos visto decenas de lecturas sobre la escasa postulación a seguir la carrera de Pedagogía y varias propuestas remediales. Se equivocan quienes creen que es falta de interés. ¿Por qué no nos “gastamos las lucas” y de una vez subimos les sueldos a los docentes? Pongamos objetivos, midamos el desempeño, pero démosle tranquilidad personal, emocional y estabilidad laboral.

Actualmente el sueldo promedio mensual de un profesor es entre $850.000 y $900.000. No es falta de vocación lo que hace que muchos desistan seguir por este camino, sino que, como cualquier persona, tienen que “pagar las cuentas”. ¿Por qué un profesor no tiene el sueldo de un gerente, abogado, ingeniero o un médico? ¿Acaso no aportan valor suficiente? ¿No estamos compartiendo con ellos la formación de lo más preciado que tenemos: nuestros hijos?

La educación está llena de indicadores: horas docentes, objetivos de aprendizaje, resultados en pruebas nacionales e internacionales, pero ¿dónde esta el indicador calidad de vida del profesor? ¿Acaso no cuenta?

Estamos obnubilados con los modelos escandinavos, sin asumir que no somos nórdicos. ¿Alguien ha mirado los sueldos que reciben y la cantidad de horas en las que distribuyen su docencia y preparación de clases sin dejar de considerar el tiempo libre para su vida privada?

La calidad de la educación comienza con la valoración social y económica de los profesores y profesoras. Desde la casa, donde es nuestro deber enseñar que “no son nuestros empleados” ni hay una relación clientelista. Pero al mismo tiempo, acabar con el slogan de “sueldo digno”, sino que sencillamente gastar “nuestras lucas” en “buenos sueldos” para “nuestros profesores”.

Deja un comentario

Debes ser miembro Red Líbero para poder comentar. Inicia sesión o hazte miembro aquí.