Ha llegado a librerías El Encuentro, de Álvaro Briones (Ediciones Documentas), libro en que el autor despliega (y defiende) una tesis que desde hace un tiempo circula en el debate del progresismo más anclado a la razón y a la búsqueda de perspectivas ideales y posibles para un Chile que aún navega en la incertidumbre y en el desasosiego, sentir que experimenta la gran mayoría de sus habitantes.

¿Cuál es la proposición del libro de Briones? Como su título lo anticipa, es el encuentro posible de tres históricas doctrinas políticas que acompañan a la humanidad desde hace más de dos siglos: el socialismo, el liberalismo y el humanismo cristiano. Cada una, en su vasta diversidad, ha contribuido en la construcción de la cultura y la democracia occidental, cuestión de por sí más que encomiable y punto de partida para su necesario rescate.

Diferencio ideología de doctrina a partir de la superior carga valórica que esta última contiene. Las doctrinas políticas se orientan por ideales humanistas que luego se expresan en la acción de los partidos y movimientos que los sustentan. En Chile estos tres pensamientos están presentes en su historia política y social desde al menos el siglo XIX: en la cuestión social que la iglesia impulsó a fines del 1800; en la Sociedad de la Igualdad (1850) que agrupó a liberales como Francisco Bilbao, Santiago Arcos, Eusebio Lillo y otros intelectuales que junto a artesanos levantaron la oposición a la política conservadora, hegemónica en Chile desde su nacimiento; en el socialismo que asoma en la segunda mitad del siglo XIX con las primeras organizaciones sindicales y mancomunales. Son tres corrientes que luego se expresarían cada una en su propia diversidad interna, vigor político y expresiones orgánicas, que perviven hasta hoy en los partidos y movimientos que se inspiran por historia y por opciones políticas que emergen de ideales tan duros en morir. A pesar de las actas de defunción que neófitos y maduros políticos que les siguen han livianamente levantado. 

Socialismo democrático, liberalismo social y socialcristianismo tienen un probado terreno de encuentro que auspicia una común acción política. En primer lugar, el valor de la libertad de las personas, supremo bien que el socialismo socialdemócrata ha reivindicado contra el comunismo o socialismo real, valor que el liberalismo ha reivindicado frente a Estados controladores y omnipresentes en la vida personal, y atributo de hombres y mujeres que el cristianismo ha levantado desde sus orígenes, desde la obra de Pablo de Tarso, fundador de la iglesia cristiana. Es la libertad del individuo consagrada en los derechos humanos que este porta consigo: libre de pensar y expresarse, libre de desplazarse, libre de elegir su propia vida y destino, libre de asociarse con otros seres humanos. Luego el principio de la igualdad, presente en el mensaje de Cristo que acogía por igual a pobres, ricos, prostitutas o artesanos en una misma comunidad; la igualdad como principio base del ejercicio de la democracia que el liberalismo aportó a ella; y la igualdad social que el socialismo promueve día a día, acortando la diferencia económica que crea discriminación e intolerables privilegios. La justicia social es otro punto de encuentro de socialistas, liberales y socialcristianos: a cada uno según sus méritos, en igualdad de oportunidades y con salvaguardia de quienes naufragan en la desventaja, en la derrota y en la impotencia de actuar. 

Estos principios pueden ser el  más sólido sustrato sobre el cual agregar las otras reivindicaciones del mundo contemporáneo, como la preservación del medioambiente en un cuadro cada vez más crítico, como la prosecución de la igualdad social entre hombres y mujeres, como el respeto y dignidad de las minorías, como la búsqueda y consolidación de la paz entre los pueblos.

En resumen, hay un prometedor campo de confluencia del socialismo, el liberalismo y el socialcristianismo, fuerzas políticas de larga historia, de ricos pensamientos y sólidos principios valóricos, a nuestro juicio superiores a las teorías (y teóricos) que orientan a la neo izquierda en Chile o que suministran material al populismo de extrema derecha.

El llamado socialismo democrático, expresión de partidos vigentes (PS, PPD, PR) es uno de los afluentes en la construcción del futuro referente que auspiciamos, a condición que consolide su identidad reformista y socialdemócrata, partiendo por presentar una lista propia en la próxima elección de convencionales, como auspiciamos en nuestra anterior columna. No sabemos aún cuál será la respuesta del PS, pero la decisión de lista propia del PPD y radicales abre camino en ese sentido. El socialcristianismo pervive en la Democracia Cristiana (a pesar de sus salidas  maximalistas), en su historia de promoción del comunitarismo e igualdad social, y en las relevantes figuras de pasadas décadas;  doctrina también tenazmente sostenida por los movimientos y exponentes que se  han alejado de la matriz DC (Comunidad en Movimiento, Progresismo con Progreso, Demócratas); el liberalismo habita en el partido de ese nombre, en el promisorio camino iniciado con el alejamiento del Frente Amplio y del PC, en movimientos como Ciudadanos (en vías de reorganización) y en figuras prominentes que sostienen los mejores valores del liberalismo apartado de la derecha conservadora.

El encuentro de estas tres fuerzas y pensamientos políticos es un camino en subida. El  socialismo continúa la vía improbable de cooptar al refundacionismo frenteamplista hegemonizando una nueva coalición de izquierda pura, olvidando su propio y preciado pasado concertacionista para proyectar un incierto horizonte; el liberalismo frágil y circunscrito a un solo partido, sin completar su marcha hacia el centro, su natural espacio político; el socialcristianismo sumido en una suerte de diáspora en busca del centro perdido, con una otrora poderosa DC que día a día va perdiendo piezas históricas. Son dinámicas que deben terminar sus trayectos para dirigir la vista hacia el horizonte que aquí auspiciamos. Hay intentos que van en esa dirección, como Amarillos, partido en formación, que reúne a socialistas, ex democristianos, radicales y figuras liberales independientes.

Chile y el mundo viven una época en que todo parece diluirse; valores, ideologías, principios e instituciones son cada vez más realidades volátiles. Ante ese cuadro algunos ponen en marcha arriesgados experimentos políticos que a poco andar caen, trayendo nuevas frustraciones a los pueblos que los sufren. Surgen a aventureros y populismos que encandilan fugazmente y que finalmente solo hacen perder tiempo y recursos. Ante ese panorama, ¿por qué no rescatar, unir y renovar las viejas doctrinas que han permitido los mejores avances de la humanidad? 

La perspectiva de una coalición gobernante de socialistas democráticos, liberales y socialcristianos, fuerzas que forman parte esencial de la historia del Chile bicentenario, es una expectativa que, situada como estrategia de mediano y largo alcance, podría dar a nuestro país la posibilidad cierta de un devenir  de prosperidad, tranquilidad y fortaleza que tanto anhela la mayoría de sus ciudadanos.

*Fredy Cancino es profesor.

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