Hace pocos días impactaron en la opinión pública los dichos de la candidata a diputada Loreto Letelier sobre el trágico Caso Quemados. Dejando de lado las consecuencias políticas que puede tener para su conglomerado una declaración tan inoportuna como ésa, lo insólito es la incapacidad de los partidos para hacer frente a la distancia que existe entre ellos y la ciudadanía. Parece broma que les sea tan difícil leer las señales y que, a pesar del desinterés en la política, no puedan encontrar candidatos a la altura de las circunstancias.

Lo mismo ocurre en el caso de Andrés Peralta, candidato a consejero regional por Arica y Parinacota que hace pocos días se hizo famoso con un polémico video donde aparece un grupo de mujeres que invitan a votar por él en actitudes, al menos, inapropiadas. Si una persona tiene tan poco criterio para grabar un video de ese calibre, sin darse cuenta de la relevancia que en los últimos años han adquirido los temas relativos a la mujer, ¿podríamos esperar que en el resto de las cosas tome buenas decisiones?

Por otro lado, se ha insistido con que en el mundo de la farándula, de los reality shows o del fútbol se pueden encontrar candidatos que cumplan adecuadamente su labor. Y no es por ser mezquino o creer que la política es un ejercicio reservado para superhéroes como Batman o Superman, pero lo mínimo que deben hacer los partidos para comenzar a acercar posiciones con la gente es dejar de creer que las elecciones son un partido de fútbol que hay que ganar como sea y con quien sea. Pareciera ser que sólo importa el triunfo, quedando la sensación de que el único trabajo donde no se necesita un currículum es el de candidato. El problema es que entre la campaña y la elección reina la indiferencia, la típica frase del chileno que improvisa “da lo mismo, ahí vemos como lo arreglamos”. Pero no da lo mismo, porque es nuestro propio sistema político el que se va resquebrajando poco a poco debido a la alta abstención provocada por este tipo de situaciones.

De aquí se desprenden otra serie de problemas relacionados con la liviandad con que se toma la actividad política. Uno de ellos tiene que ver con que hay chilenos cuya vida laboral ha consistido en pasar por diferentes cargos de elección popular. Ustedes podrán decir que no tiene nada de malo, que en eso consiste una “carrera política” y puede ser válido. El problema es que ir saltando de un cargo a otro puede generar incentivos bastante perversos, porque al final del día hay que parar la olla y no se puede correr el riesgo de que la gallina de los huevos de oro le toque a otro. Y así es como los municipios, por ejemplo, se transforman cada cierto tiempo en máquinas de ganar elecciones, con todos los peligros que eso conlleva.

Tal como están las cosas, lo único que les podemos pedir a los partidos es que no miren al cielo buscando explicaciones cuando los chilenos no se levanten a votar, y que tampoco -a pesar de la abstención- celebren el triunfo de una u otra coalición como si hubiéramos clasificado al Mundial. Quizás llegó el momento de ponernos serios y, como decía Bielsa, darnos cuenta de que son más valiosos los procesos que el resultado.

 

Guillermo Pérez, investigador de Fundación P!ensa

 

 

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