Hoy se cumplen 15 días y todavía no conocemos los resultados de las elecciones internas en el Partido Socialista, que originaron un espectáculo de descalificaciones. El senador Carlos Montes lo calificó como “una vergüenza”.

Ha pasado piola esta tardanza, entre la cuenta pública presidencial y otros temas como el freno al crecimiento que está poniendo la guerra proteccionista de Trump con China o el gallito de la DC con el gobierno para que los trabajadores no puedan elegir dónde poner su cotización adicional del 4%.

Se le ha echado la culpa de la demora en conocer los resultados a que el proceso no lo condujo el Servel. Pero pareciera que la respuesta no va por ahí. Es la cuarta elección que el partido realiza con la misma empresa y la hizo con voto papel; no se trata del voto electrónico que terminó destruyendo a Ciudadanos y complicó a la UDI.

Es posible que después del recuento mesa a mesa que exigió la disidencia encabezada por la diputada Maya Fernández los resultados sean los mismos que anunció el Tribunal Supremo el martes 28 de mayo, dos días después del proceso electoral. La lista de Álvaro Elizalde con el 66% de los votos y la de Maya Fernández, con el 33,4%.

Está claro que, aunque triunfador, Elizalde no parece tener un plan estratégico ni para diferenciarse de la izquierda más extrema del Frente Amplio ni para hacer oposición al gobierno.

Pero entre medio hubo una guerra de personalidades en el PS que hará difícil olvidarla porque es la primera vez, dicen, que personas que trabajaron muchos años juntas se enfrentan con odio en veredas opuestas y con mucho rencor. Una verdadera guerra que no es por las corrientes internas, por posiciones políticas, sino por enconos personales, acusaciones de prepotencia y matonaje. Una guerra de poder. Quienes eran amigos de un mismo lote están transversalmente enfrentados, y así vimos que Mahmud Aleuy y Camilo Escalona, ambos de la Nueva Izquierda, compitieron en listas distintas, mientras José Miguel Insulza no se habla con Marcelo Schilling, y José Antonio Viera- Gallo, un renovado, terminó en la lista disidente con Fernando Atria, mentor del Frente Amplio.

Es la primera vez que una lista derrotada no acepta los resultados y da por ganadora a Maya Fernández exigiendo que el Comité Central la elija presidenta del partido porque obtuvo la mayor votación personal, aunque su lista fuera perdedora. La ventaja sobre el senador Álvaro Elizalde terminó siendo muy menor, pero de inmediato la disidencia acusó por la prensa fraude, irregularidades y amenazó con ir al Tricel, seguramente con la secreta esperanza que decretara nulo el resultado, como esa instancia lo hizo hace poco con las elecciones de Bárbara Figueroa en la CUT y del rector de la USACH.

Es la primera vez que una lista derrotada no acepta los resultados.

Lo que pareciera estar detrás de este quiebre entre aliados históricos es la falta de identidad del Partido Socialista. Tuvieron claro a dónde iban mientras abrazaron la renovación plegándose al mercado como modelo de desarrollo después de la caída estrepitosa de los socialismos reales. Pero el protagonismo autoflagelante y el surgimiento del Frente Amplio en Chile los dejó desnudos e inertes, renegando lo que fueron las ideas socialdemócratas que abrazaron, sin ser capaces de encontrar una narrativa en su reemplazo. Este mismo dilema llevó al PS a desaparecer en Francia y antes se desvaneció el Partido Comunista de Europa.

En el caso del PPD esta indefinición, de no terminar de morir y tampoco empezar a nacer, los llevó en el reciente congreso ideológico a definirse como “progresista”, pero también “de izquierda democrática”, además, “liberal” y, por si fuera poco, “feminista, verde y por la democratización del futuro”. Huelga decir que tanta descripción es señal de indefinición.

La actual conducción del PS seguramente será decretada ganadora estos días por el Tribunal Supremo, cuyo presidente, Pablo Veloso, anunció que renunciará después de la serie de deshonrosas descalificaciones personales de sus “compañeros”. Pero está claro que, aunque triunfador, Elizalde no parece tener un plan estratégico ni para diferenciarse de la izquierda más extrema del Frente Amplio ni para hacer oposición al gobierno. Prohibiendo desde el día uno a sus militantes participar en las comisiones de diagnóstico que organizó La Moneda, el titular del PS pareciera haber elegido mover al socialismo dentro de la política de la denuncia chica y el rechazo a cualquier intento legislativo del Presidente Sebastián Piñera. Ese camino permite estar en los medios de comunicación, pero no contribuye en absoluto a construir qué identidad quiere representar hoy en el Chile del siglo XXI el Partido Socialista. Por esa vía, como señaló Aleuy, “pasó de la irrelevancia a la insignificancia”.