Han transcurrido 15 días desde el inusitado traspié del gobierno al querer designar al intelectual “converso”, Mauricio Rojas, como nuevo ministro de Culturas. Desde entonces, los derechos humanos (en Chile) pasaron a ser la propiedad intelectual de casi todos los líderes de opinión y es así como durante las últimas dos semanas hubo muchas voces (algunas bastante iracundas) que dieron a conocer opiniones, pero muy pocas ideas sobre cómo abordar, de forma inteligente, un hecho histórico que, al parecer, sigue provocando el atrincheramiento de varios, 45 años después.

 

Los dichos en un libro del ahora ex ministro lograron inflamar la agenda noticiosa de tal forma que, innecesariamente, volvimos a mirar hacia atrás. Dejamos de lado la preocupación por un futuro que nos debe convocar a todos y que, además, requiere de acuerdos para encaminar de manera responsable a una democracia que debe demostrar por qué, en Chile, jamás se volverá a estigmatizar a sus ciudadanos según el color político. Nuestro pasado volvió a opacar la urgencia de analizar los hechos del presente y, al igual como sucede con las dilatadas listas de espera, en la red de salud pública, una serie de temas álgidos para nuestro desarrollo han estado esperando ser tomados tan en serio como fue la última evaluación pública generada sobre algo de lo que todos estamos de acuerdo: los graves perjuicios sociales cuando se violan los derechos humanos.

 

Ojalá que el tsunami de prejuicios y recriminaciones, que el 11 de septiembre ha generado por más de cuatro décadas lleguen pronto a su fin. Esto no significa olvidar la violación a los derechos humanos, sino todo lo contrario; porque el éxito de una nación no sólo proviene de su crecimiento económico, sino también de su capacidad para madurar todos los procesos de su historia, incluso los más dolorosos.

 

Los resultados de la última Casen abren una ventana en este sentido porque los números del estudio son certeros y conllevan un significado potente que contradice  los resultados de una Nueva Mayoría que recalcó “solidaridad”, “inclusión” y una “mayor igualdad” como los sellos de su gobierno.

 

El impasse que causó el nombramiento, en vez de ser una piedra en el zapato para el gobierno, podría convertirse en una gran oportunidad si es que, uno, logra despojarse de la incomodidad que le produce hablar sobre el Golpe y dos, comienza a demostrar por qué muchas de sus políticas van en la línea de acrecentar el progreso moral y social del país. Los resultados de la última Casen abren una ventana en este sentido porque los números del estudio son certeros y conllevan un significado potente que contradice  los resultados de una Nueva Mayoría que recalcó “solidaridad”, “inclusión” y una “mayor igualdad” como los sellos de su gobierno. Compromisos que hoy vemos disueltos como sal en el agua, dejándole poco consuelo y aliento a quienes viven (sufren) una realidad que les significa menor libertad y futuro, producto de reformas inadecuadas.

 

A nadie le gusta entregar malas noticias (menos a un gobierno), pero “matar al mensajero” cada vez que la administración de Sebastián Piñera da a conocer las consecuencias de las políticas de los últimos cuatro años refleja la mezquindad, el oportunismo y el poco compromiso de la oposición hacia quienes más lo necesitan. Lo central aquí no es derrotar al oponente político, sino a la pobreza. ¿No es así?

 

Termino con la anécdota de una periodista radial quien, después de dar a conocer los resultados de la Casen esta semana compartió con los auditores su “irritación” hacia el gobierno actual. Su molestia la originaban las declaraciones de distintas autoridades de centroderecha, quienes aludían a los resultados de la encuesta a las reformas de Michelle Bachelet.  Acorde a la profesional, esto era inconducente. ¿Qué había hecho Sebastián Piñera, en su primer período, para mejorar los resultados de la Casen?  Antes de que yo misma pudiese pensar en una respuesta razonable, sobrevino una severa y breve solución: “Que Piñera se deje de criticar y se ponga a trabajar”. En fin, todos podemos jugar a ser estadistas (¿magos?), detrás de un micrófono.

 

La airada reacción de la periodista me lleva a concluir que ella sufre los efectos de un fenómeno digno de análisis que he podido observar durante los últimos meses: el magnetismo y fuerte atracción que la figura de la ex Presidenta genera en muchos compatriotas, quienes privilegian sus cualidades personales por sobre la calidad de su gestión, eximiéndola, además, de toda responsabilidad cuando los resultados de su gobierno resultan ser desfavorables. Una vara injusta, que no logra racionalizar que el liderazgo político de un gobernante no se mide acorde a sus rasgos de personalidad.

 

Por lo tanto, si bien el Estado, bajo Michelle Bachelet, no persiguió políticamente a los más vulnerables, sí los dejó abandonados. Los números de la Casen hablan por sí solos: las reformas estructurales, entre 2014 y 2018, no sólo lograron incrementar la desigualdad en Chile, sino también elevaron la cantidad de personas que nunca llegaron a experimentar las promesas solidarias de la Nueva Mayoría. Ahora, eso sí que es una realidad sumamente irritante.

 

@LaPolaSchmidt

 

FOTO: FRANCISCO CASTILLO D./AGENCIAUNO