La semana pasada, Estados Unidos se vio conmovido, una vez más, por un incidente de abuso policial contra un ciudadano afroamericano. La muerte de George Floyd a manos de la policía de Minneapolis es uno de los más de mil casos de muertes a ciudadanos estadounidenses provocada por las policías locales y estaduales en ese país. Pero, para muchos, fue también la gota que rebalsó el vaso. El hashtag #BlackLivesMatter (las vidas de los negros importan), que se había popularizado después de la muerte de un adolescente negro en 2012, se convirtió en el símbolo de las protestas contra el abuso policíaco en 2014, con el asesinato de un joven negro en Fergusson, Missouri, y de un hombre negro en Staten Island en Nueva York. Por los últimos 6 años, el movimiento Black Lives Matter se ha extendido y ha visibilizado la cultura de violencia policíaca contra los negros y contra personas de sectores desposeídos en Estados Unidos.

La llegada de Donald Trump a la presidencia en 2017 polarizó todavía más al país sobre temas de racismo y abuso policíaco. Con su discurso de odio hacia los inmigrantes y su trayectoria de oportunismo para aprovechar las antiguas tensiones raciales en Estados Unidos, Trump abrió viejas heridas y buscó transformar la legítima demanda por una policía que proteja a todos por igual en una disputa entre los que apoyan y los que atacan a la policía.

La muerte de George Floyd hace una semana llegó en un momento especialmente complejo para Estados Unidos. La crisis económica gatillada por el coronavirus ha elevado los niveles de desempleo al 15% -y con indicadores aun más preocupantes entre minorías y negros-; los estadounidenses atraviesan por la peor crisis económica en casi un siglo. Como hay elecciones presidenciales y legislativas en noviembre, y en general los estadounidenses castigan al gobierno en el poder cuando hay crisis económica, Trump busca la reelección en un momento especialmente difícil. Por eso, el Presidente estadounidense ha decidido usar el libreto aquel que dice que si vas perdiendo el juego de ajedrez debes voltear el tablero.

En el escenario ideal de Trump, las protestas debieron haber evolucionado hacia más y más violencia. Con eso buscaba lograr que la gente le pusiera menos atención a la crisis económica y a lo mal que ha manejado su gobierno la respuesta a la pandemia.

Cuando muchos estadounidenses salieron a las calles a protestar por la muerte de Floyd, por el abuso policiaco en muchas ciudades y por el camino en el que va el país, Trump aprovechó las protestas—y en particular los incidentes violentos y saqueos—para convertir la demanda por más justicia social en una disputa entre lo que él llama los amantes de la ley y el orden y los saqueadores, violentistas y matones. El objetivo de Trump es polarizar aún más el país, energizando su base de apoyo (que se nutre de muchos racistas y de muchos otros que, sin serlo, tienen temor a la violencia social) y alienando a los moderados—aquellos que, sin apoyar a Trump, tampoco quieren ver a su país caer en un espiral de violencia y saqueos. En el escenario ideal de Trump, las protestas debieron haber evolucionado hacia más y más violencia. Con eso buscaba lograr que la gente le pusiera menos atención a la crisis económica y a lo mal que ha manejado su gobierno la respuesta a la pandemia. Si los estadounidenses se ven obligados a escoger entre la versión estadounidense de “yo o el caos”, Trump tiene buenas chances de ganar la elección.

Pero afortunadamente, y ahí esta la gran lección de este estallido social estadounidense para Chile, la estrategia de Trump se ha encontrado con un gran obstáculo. Los líderes de la oposición demócrata y los propios manifestantes han demostrado mayoritariamente una responsabilidad política y cívica que los ha llevado a rechazar con fuerza y claridad la violencia. Desde el candidato presidencial Joe Biden hasta los manifestantes que se han asegurado de aislar a los violentistas y de promover la protesta pacífica y respetuosa, el estallido social en Estados Unidos le está demostrando al mundo por qué ese país ha sido capaz de ser la democracia más duradera y exitosa en la historia moderna. Porque en Estados Unidos, los ciudadanos saben que marchando y usando las herramientas democráticas se puede construir un mejor país, ni el discurso polarizador del Presidente Trump ni las acciones de la minoría violentista han logrado apropiarse del necesario e importante debate público sobre la discriminación racial y el abuso policial que ese país debe ya erradicar.

Sociólogo, cientista político y académico UDP.