Aquellos que están convencidos de que el gobierno sufrirá un nuevo traspié en la elección de miembros del Consejo Constitucional el 7 de mayo, deberán recordar que cualquier votación superior al 38% que obtuvo el Apruebo en el plebiscito de salida de septiembre del 2022, será interpretado como una mejora por las desesperadas huestes del gobierno, que todavía muerden el polvo de esa inapelable derrota electoral.

Es bien sabido que las elecciones no se ganan ni se pierden, sino que se interpretan. Lo que ocurra en las urnas este domingo será interpretado por partidarios y adversarios del gobierno de distinta forma. Si bien hay ciertos datos incuestionables que ninguna interpretación puede cambiar, los distintos sectores escogerán cuáles son los datos que más les convienen para intentar destacarlos, mientras esconden aquellos datos que les resultan más auspiciosos.

Este juego de seleccionar qué datos son más convenientes—el cherry picking, como diría el Presidente Boric, cuando se olvida de que necesita conectar con la opinión pública más allá de su base de apoyo millennial educada de Ñuñoa—, se ha convertido en la práctica favorita de la comentocracia la noche en las horas y días posteriores a una elección. Mientras algunos comparen la votación de cada partido a lo que obtuvieron en las elecciones legislativas pasadas, otros buscarán destacar el número de escaños obtenidos o las victorias emblemáticas de algunas de sus candidaturas.  

Es cierto que habrá algunos datos que nadie podrá desconocer. La cantidad de abstencionistas y la votación blanca y nula será una advertencia a la clase política en su conjunto, sobre la necesidad de hacerse cargo de los problemas inmediatos de la gente y no seguir apostando a soluciones del tipo píldora mágica, como lo fue la promesa de que una nueva constitución era el primer gran paso para solucionar los problemas estructurales de desigualdad, y de insuficientemente crecimiento que ha tenido Chile por poco más de una década.

Pero los otros datos, aquellos que se pueden interpretar, estirar, maquillar y deconstruir, serán torturados por los voceros de cada partido y coalición hasta que sirvan para dar a entender su victoria. Los electores ya versados en este tipo de ejercicio pondrán más atención a las caras que a las palabras, y decidirán quién ganó por la amplitud de las sonrisas que presenten los distintos voceros la noche de la elección.

El principal gatillador de sonrisas para la derecha será si ese sector consigue una mayoría de los 50 escaños del Consejo Constitucional. Aunque las encuestas muestran que eso podría ocurrir, si las dos coaliciones oficiales de la derecha—la de RN/UDI/Evópoli (Chile Seguro) y la del Partido Republicano—superan el 50%, ese sector se declarará incuestionablemente victorioso.

Si EL Partido de la Gente, en cambio, tiene suficientes escaños para dar una mayoría al sector, la victoria para la derecha será un poco menos dulce. Por su parte, sabiendo que es improbable que las dos coaliciones oficialistas logren una mayoría de escaños, el gobierno intentará convertir la votación del Apruebo en el piso electoral a superar para declarar victoria.

Si el oficialismo—incluida la coalición formada por el PPD, PR y PDC—supera el 3% de los votos, ese sector argumentará que ha mejorado su votación y que el gobierno ha salido del foso en el que quedó después del plebiscito de septiembre.

Porque toda elección es inevitablemente un plebiscito sobre la popularidad del gobierno, la votación del 7 de mayo no puede ser entendida solo como una elección de 50 personas que formarán la Convención Constitucional.

Como el proceso constituyente 2.0 ya comenzó, y como el Congreso se aseguró de diseñar un proceso con bozal, camisa de fuerza, cinturón de castidad y múltiples chaperones, la Convención Constitucional tendrá una capacidad bastante limitada de influir en el texto final de la propuesta de constitución que será sometida a un nuevo plebiscito a fines de 2023.

Por eso, al igual que el plebiscito de septiembre de 2022, la votación del próximo domingo será, sobre todo, un juicio sobre la dirección en la que avanza el país. Si la participación es menor que en septiembre de 2022—, y la votación nula y blanca es sustancialmente superior—el coscorrón del electorado será para toda la clase política.

A su vez, si el oficialismo recibe una votación mayor que el 38% que obtuvo el Apruebo en septiembre de 2022, el gobierno cantará victoria y dirá que la gente ha respondido positivamente a la nueva hoja de ruta que ha planteado el gobierno. Es cierto que una mayoría podría seguir en la oposición al gobierno, pero cualquier votación superior al 38% le dará un respiro al oficialismo.

En cambio, si las coaliciones que forman parte de este gobierno de dos cabezas suman una votación inferior al 38%, La Moneda volverá a entrar a la unidad de cuidados intensivos y sonarán con fuerza clamores por un nuevo cambio de gabinete y un ajuste en la hoja de ruta que ahora tiene el gobierno.

Sociólogo, cientista político y académico UDP.

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