El día sábado 13 de julio, la ciudadana venezolana Dileymi del Valle Bracho Mogollón sufrió un aborto espontáneo mientras esperaba ingresar al consulado chileno en Tacna. Las reacciones entre los expertos en migración y los dirigentes activistas fueron las esperadas: un profundo malestar, el llamado a ser más solidarios con la crisis humanitaria que viven los venezolanos, y el repudio al llamado “racismo de Estado” o “racismo institucional”.

Respecto al trágico evento que sufrió Dileymi del Valle, el consulado chileno, además de expresar sus lamentos por el fallecimiento del bebe en gestación, declaró: “No es posible para el país brindar asistencia médica a ciudadanos de otra nacionalidad ubicados en un territorio extranjero”. Bastante contundente. Es una ciudadana venezolana, en Perú. Volver responsable al gobierno chileno y al cónsul –como hizo la diputada DC Joanna Pérez, que aseguró haber “advertido de que esto podía pasar”-, por tener fronteras y una política migratoria, desafía toda lógica.

¿Qué dijeron los expertos? María Emilia Tijoux, socióloga, catedrática de la Universidad de Chile y la autora nacional más citada en temas migratorios, postea el 14 de julio en su cuenta de Facebook: “Así sigue la crueldad racista”, y adjunta la noticia de ADN radio con el siguiente titular “Venezolana perdió a su hijo en gestación afuera del consulado de Chile en Tacna”. En twitter, ese mismo día, y luego de que el consulado chileno lamentara el hecho, Tijoux dice: “Lamentaciones tardías que esperamos conduzcan a pensar con humanidad”. Respecto a lo oportuno de las  “lamentaciones” del gobierno, ¿por qué tardías? Fue el mismo día en que se produjo.

Y en cuanto al mensaje central, esta exhortación a “pensar con humanidad”, no es del todo evidente que expertos y políticos tengan esto en mente cuando defienden a los migrantes y proponen medidas migratorias más “humanitarias”. Hasta antes de esta crisis, si observamos las reacciones entre los “expertos” en migración y la izquierda chilena en general  respecto a la oleada migratoria venezolana, vemos una y otra vez que la defensa hacia los migrantes obedece, en última instancia, a fines políticos.

En carta enviada a El Mostrador el 2 de abril del 2019, y firmada por prácticamente todos los “expertos” en migración (entre los que se incluyen María Emilia Tijoux, ya citada, y Carolina Stefoni, a quien reviso adelante), se cuestiona al gobierno de Piñera por sus políticas migratorias, y afirman que “el gobierno ha demostrado ser un precursor activo de políticas racistas, además de un estratega en selectividad de ciertos migrantes como potenciales votantes”. En otra parte de la carta, muestran quiénes son estos “ciertos migrantes”: “tenemos a un gobierno con el foco puesto en Venezuela, asistiendo con ayuda humanitaria y abriendo la frontera para futuros votantes”.

Suponen “expertos” y políticos por igual, y con buen criterio, que los venezolanos no votarían por la izquierda en Chile. Esto explica por ejemplo la aparición de la campaña en twitter “#Fueravenezolanosfascistas”, y las escaramuzas entre venezolanos y socialistas chilenos frente a la embajada de Venezuela, con la participación de Eduardo Artés incluida. Ninguno de los expertos salió en defensa de los venezolanos en estos casos flagrantes de xenofobia. ¿Qué dirán los expertos cuando se den cuenta que los haitianos tienden a ser conservadores, y que sus posturas sociales están más cerca de las de la Iglesia y de las comunidades evangélicas?

Otra de las expertas es Carolina Stefoni, socióloga, catedrática de la Universidad Alberto Hurtado y la segunda autora más citada en temas migratorios. Si no se pronunció respecto del caso de Dileymi del Valle, sí manifestó su opinión respecto de la crisis. El día 11 de julio comparte una columna, en Facebook y en Twitter, que publicó en La Tercera. La columna se titula: “Chacalluta, la manifestación de una situación que requiere un compromiso regional”.

El punto central que levanta Stefoni es que las medidas del gobierno en esta materia han sido insuficientes, y que se requiere de otro tipo de compromisos. En cierto punto de la columna, Stefoni plantea que “existe una contradicción entre el mensaje político de apoyo a la oposición venezolana y las medidas que dificultan el ingreso a los inmigrantes de ese país”. Por supuesto, no existe tal contradicción. Por un lado, está la idea de facilitar o cooperar en cambios necesarios a un Estado fallido, que ha provocado un éxodo masivo de población (es decir, la “crisis humanitaria y migratoria” que atraviesa el continente). Por otro lado, está el hecho de ejercer control en las fronteras para detener la migración irregular, que no beneficia ni a migrantes ni a chilenos, como bien sabe la experta.

Ella misma nos dice en su columna que “es muchísimo mejor llegar con un rut”. Pero, a pesar de su observación, Stefoni se da una vuelta en el aire, en la siguiente frase, y nos dice que las visas de responsabilidad democrática y de turista aplican “a un número tan ínfimo de personas, que no puede ser presentada como una solución humanitaria”. La “solución de las visas” es la solución práctica y responsable ante la situación compleja en que se encuentra el continente y el país. Puede no ser la solución perfecta, pero, ¿cuál es la alternativa?

Esta doble militancia de los “expertos” en migración, como sociólogos y catedráticos, al tiempo que como activistas, ha entorpecido el debate en torno a la inmigración en Chile. El enfoque de los expertos, que se resume en frases como “Chile es racista, incluso sin saberlo” (entrevista a Tijoux en El Desconcierto, diciembre 2016), así como en las que revisamos más arriba, mantiene el foco en cuestiones raciales y en el aspecto dramático de la migración.

Pero el problema de la integración de los migrantes en Chile (un país que, por cierto, no tiene resueltas necesidades esenciales, en particular en salud y vivienda) obedece principalmente a cuestiones económicas. Por un lado, está la pobreza económica con que llegan los inmigrantes, y por el otro lado está el hecho de que surge mayor competencia en un contexto de escasez material. En este escenario, no resulta difícil imaginar que surjan conflictos entre la población nativa y los nuevos inmigrantes.