Por estos días se está llevando a cabo el Sínodo de la Familia en el Vaticano. Asamblea General encabezada por el Papa Francisco que incluye a cardenales y obispos provenientes de 120 países. A ellos se adhieren representantes de otras religiones, además de 18 parejas de matrimonios laicos, 24 expertos y 51 auditores externos.  Ésta perdurará hasta el próximo 25 de octubre y delineará los planteamientos que la Iglesia desea para fortalecer a la institución de la familia.

Sacudida por escándalos de corrupción, abusos, pugnas de poder interno y el avance de una sostenida secularización, la Iglesia católica ha debido sortear, a veces sin éxito, procesos que han puesto en jaque su doctrina. Sin embargo, su actual líder, Francisco, sin ambivalencias de por medio, ha sido firme en sus postulados sobre lo que significa ser católico en un mundo cada vez menos religioso y que cuestiona los principios de una iglesia que ha debido aprender a convivir con los cambios aparejados a la modernidad y un nuevo estilo de vida de muchos de sus fieles.

Es por esto que el Sínodo despierta cierta suspicacia para quienes se declaran escépticos ante la posibilidad de una real apertura de dicha institución frente a cuestiones como la estigmatización hacia homosexualidad, la pederastia, los nuevos tipos de familia y la presente situación que enfrentan los divorciados católicos a quienes no se les permitiría comulgar. Frente a estas y otras materias controversiales, el Sumo Pontífice ha manifestado su descontento frente a la rigidez de algunos de sus clérigos exhortándolos a ser transparentes, contenedores y misericordiosos a la hora de acoger las incertidumbres que rodean a estos temas. Lo central, ha dicho el Papa, no es cambiar la doctrina emanada del Evangelio, sino por el contrario, el trabajo de la Iglesia es concentrarse en la realidad que afecta a la vida de las personas y atender a sus necesidades basándose en los postulados del Evangelio.

Dividida en tres partes y bajo el documento de trabajo Instrumentum Laboris, el espíritu del sínodo, acorde al Pontífice, es aquel que se enfoca en la indisolubilidad del matrimonio incentivando su preparación y posterior acompañamiento y en el cual se abordarán los siguientes temas: “Escuchar sobre cuáles son los desafíos que enfrentan las familias”; “Discernimiento sobre la vocación familiar” y “La misión de la familia hoy”. Para aquello, el Papa invocó a las conferencias episcopales de los cinco continentes para recoger las principales inquietudes referentes a estos tópicos.

El objetivo del sínodo, según el Pontífice, es “buscar, acoger y acompañar” a las personas en un contexto complejo donde la soledad se ha convertido en el drama que aflige a muchos. Es por esto que el Papa llamó a los padres sinodales a tener presente que la Iglesia debe ser como un hospital de campaña que salga en búsqueda de los que sufren y cure a las parejas heridas, refiriéndose también a los que huyen de la guerra y el hambre.

Consciente de las tensiones que se viven al interior de cualquier familia y sobre la crisis profunda que afecta al conjunto de la sociedad y en particular a la Iglesia, el Santo Padre ha reiterado su interés por conciliar los desafíos del mundo actual con una gestión religiosa desprejuiciada, pero no atada a populismos, ya que ninguna familia puede ser excluida de una comunidad que promueve el mensaje universal de salvación para cada uno de sus miembros.

Por último, en un evento de esta magnitud no han faltado voces disidentes que confirman la existencia de opiniones contrarias entre quienes asisten a este encuentro. Sin embargo, el Vaticano ha ratificado que este es un momento de profundo diálogo y reflexión en donde todas las miradas son, además de bienvenidas, necesarias. Es que ese ha sido el sello del actual pontificado, uno que ha reiterado su deseo de aproximar su misión pastoral de manera compasiva pero no complaciente y,  a la vez, con un mensaje claro y certero que le haga sentido a los miles de creyentes que forman parte del catolicismo; ya que en un mundo relativista, la Iglesia no puede permitirse espacios de discreción.

 

Paula Schmidt, historiadora y periodista, Fundación Voces Católicas.

 

 

FOTO:CRISTOBAL ESCOBAR/AGENCIAUNO

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