A propósito de la violencia que se toma la educación pública y el proyecto “Aula Segura”, hay un aspecto que nadie observa: el tratamiento de la prensa a la violencia y el desafío para la ética periodística. Hemos hablado en estas semanas de varios temas asociados: la violencia está matando la educación pública. El compromiso con oponernos a la violencia no admite matices. Expulsar a alumnos de algunos colegios puede ser una solución a problemas puntuales, pero es insuficiente si no miramos el sistema en su conjunto. Existe una duda sobre la capacidad de las policías de hacer su trabajo, pues hablamos de violencia escolar y discutimos mayores facultades para directores, pero en muchos se trata de delitos y no se observan resultados penales; sólo la Municipalidad de Santiago ha presentado más de 14 querellas por violencia grave y los fiscales no investigan.

 

En este contexto, la prensa tiene un enorme desafío en el tratamiento y la información de los hechos de violencia en los colegios. Sabemos hace rato que las protestas se organizan en medida importante para salir en la tele. Desde que algunos grupos aprendieron a manejar la imagen para asegurar la cobertura de la TV, nos enfrentamos al dilema ético de cubrir noticias sobre demandas sociales expresadas por algún tipo de movilización (en este caso la noticia es primero que la expresión) o cubrir movilizaciones que por su habilidad comunicacional generan noticia (un show para destacar algún tema en la pauta). Esto lo manejó muy bien inicialmente Andha Chile, los deudores habitacionales que aprendieron que colgándose de grúas lograban intervenir la pauta mediática con “espectáculos de prensa”.

 

Como la creatividad se agota, paulatinamente la habilidad dio paso a la violencia. En el ámbito educacional, María Música inició un camino lamentable arrojando un jarro de agua a una ministra y apoyada por gente que “comprendía” sus frustraciones, comenzó un camino sin retorno donde la violencia se tomaba las manifestaciones. La televisión y los medios transmitían las lamentables imágenes que dejaban al rato de impactar y por tanto los movilizados tenían que generar más violencia para seguir saliendo en la tele. Este año ya tenemos profesores rociados con parafina, inspectores agredidos y una difundida imagen de un carabinero recibiendo en plenitud una Molotov por parte de un estudiante vestido de overol. El otro día me mostraron un video en que los chicos de 7mo básico están haciendo gimnasia en el patio y desde las ventanas los compañeros de 4to medio les tiran Molotov. Falta poco para que tengamos un profesor o un alumno muerto.

 

Los mismos apoderados comentan que estos grupos pequeños organizan su acción para la tele.

 

Cuando la TV repite profusamente las imágenes de la violencia nos está informando un problema real y grave. Sin embargo, también está dando a los violentos de los colegios lo que buscan. Porque los mismos apoderados comentan que estos grupos pequeños organizan su acción para la prensa. Generan los máximos niveles de violencia en los horarios y lugares donde saben que pueden lograr mejor recepción de los medios.

 

Las facultades de periodismo han generado interesante material sobre investigación en tiempos de nuevas tecnologías y noticias falsas. También sobre periodismo no sexista, en tratamiento adecuado de la violencia de género y diversidad sexual, como temas de estudio actuales. Nos han enseñado que el “crimen pasional” no existe, porque no hay pasión alguna que justifique que un hombre mate una mujer. También que género es distinto que sexo, que para la información periodística no tiene ninguna importancia cómo se viste una víctima de violencia de género o si su agresor había consumido alcohol, porque los asesinatos no se justifican. Las pautas y guías son exhaustivas y completas. Señalan lenguajes adecuados, imágenes que se pueden usar y otras que no es conveniente, cantidad de repeticiones y énfasis, para contribuir a una mejor sociedad.

 

Creo que es hora que estudiemos cómo trataremos en los medios la violencia en los colegios. Así como es distinto denominar a un joven con overol como estudiante, violentista o delincuente juvenil (yo creo que esto último es cercano a lo real), es diferente dar cuenta de las noticias mostrando y repitiendo interminablemente las imágenes de violencia irracional. Debemos preguntarnos cómo resguardamos a los medios de no ser utilizados por los delincuentes.

 

La tarea es de los medios y las facultades. Nada mejor que una normativa ética de responsabilidad social que venga de los mismos medios, que también tienen un compromiso ineludible con la educación pública de calidad.

 

 

FOTO: FRANCISCO CASTILLO D./AGENCIAUNO