Once personas muertas, tres mil damnificados y más de seiscientas mil hectáreas quemadas fue el saldo que dejaron los recientes incendios en nuestro país. Saldo en parte evitable si no hubiese sido por la tozudez de nuestras autoridades que, sesgadas por su ideología, menospreciaron la iniciativa privada en la contribución al bien común. La negativa por parte del Gobierno en un principio de aceptar la ayuda de personas como Lucy Ana Avilés, quien voluntariamente ofreció desembolsar una importante cantidad de recursos para financiar por una semana al famoso “SuperTanker”, demuestra la soberbia que se ha ido arraigando en las autoridades, para quienes al parecer las soluciones que ofrece el Estado se deben superponer a las privadas y siempre serán mejores a las que puedan aportar las personas.

En este sentido, los ejemplos abundan, y particularmente en este Gobierno, que con su actuar pasado y presente ha demostrado que no cree en las personas a la hora de ofrecer soluciones y de aportar al bien común. Así lo ha dejado claro en materias como la educación, la economía y ahora en el combate de los incendios. Tal vez sea la oportunidad de recapacitar y recordar que el Estado debe promover la participación de los privados y no obstaculizarla, como lamentablemente se hizo al principio en esta tragedia.

Por otra parte, se habría esperado otro tipo de respuesta por parte del Ejecutivo, tanto respecto de la tragedia misma, como una autocrítica por la evidente mala gestión. Todos los hechos demuestran que al inicio existió la negativa gubernamental de aceptar la ayuda de privados, empezando por el testimonio de Lucy Ana Avilés, que con documentos ha puesto en evidencia la lentitud y trabas que puso el Ejecutivo a la llegada del avión. Además, después de los desafortunados dichos del director de Conaf, Aarón Cavieres, los chilenos esperábamos al menos una disculpa pública y un agradecimiento por parte de la autoridad, no que siguiera justificando cosas que evidentemente no son reales.

Existe un saldo positivo y otro negativo en los incendios que afectaron a Chile. Es positivo ver cómo la iniciativa privada, independiente de la magnitud de la ayuda, puede contribuir efectivamente al bien de la sociedad. Sin embargo, resulta lamentable volver a observar la inoperancia del Gobierno frente a una catástrofe. Al parecer, las más de quinientas personas fallecidas en el terremoto del 2010 no fueron suficientes para aprender la lección.

Nuestra institucionalidad para enfrentar las catástrofes sigue siendo manejada con un foco político y con carencia de criterios técnicos. En este sentido, sugiero que el Gobierno se deje asesorar por Mario Kreutzberger, “don Francisco”, porque él sí entiende que no importa de donde venga, ¡la ayuda es siempre bienvenida!

 

Carlos Oyarzún, investigador Fundación Jaime Guzmán

 

 

FOTO: RODRIGO SÁENZ/AGENCIAUNO

 

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