Lejos de resultar sorpresivo, el triunfo de Vladimir Putin en las últimas elecciones presidenciales de Rusia era casi un tema resuelto. Y gracias a más del 76% de los votos que obtuvo, ya tiene garantizado su cuarto mandato presidencial, hasta 2024.

A pesar de eso, no han estado ausentes las críticas al hecho de que el líder opositor Alexei Navalny —previo a los comicios— hubiese sido inhabilitado por las autoridades judiciales rusas para competir contra Putin. O que habría habido una manipulación de los votos en favor del Mandatario.

Estas y otras denuncias, ciertamente, ensombrecen el triunfo de Putin y opacan aún más su imagen en Occidente. Sin embargo, al margen de eso, lo cierto es que el líder ruso —que ha estado en el poder desde 2000— mantiene firme las riendas del país. Y en ese contexto, no serán pocos los retos que deberá enfrentar hasta el término de su nuevo mandato.

Por ejemplo, Putin necesita reactivar una economía que se ha visto afectada por las numerosas sanciones impuestas por la comunidad internacional en los últimos años, a partir de la anexión de la península de Crimea en 2014, y de su respaldo (nunca reconocido por Moscú) a los grupos separatistas prorrusos que buscan la secesión de provincias del este de Ucrania. A lo que se suman aquellas impuestas por la supuesta intervención de Moscú en la elección presidencial estadounidense de 2016, que ganó Donald Trump.

Putin ha logrado convertir a Rusia en una potencia energética que tiene a Gazprom como su principal “caballo de batalla”, al punto que el 30% del gas que consume la Unión Europea es ruso, así como el 40% del que requiere Alemania. Pero más allá de su mayor diversificación de mercados, lo que Putin necesita es lograr suavizar o —derechamente— levantar esas sanciones. Y lo antes posible.

El punto es que para ello debería echar pie atrás en varias de las decisiones que ha tomado en política exterior durante los últimos años. Algo que iría en absoluta contradicción con lo que han sido sus objetivos desde que está en el poder: aumentar su poderío militar y consolidar su influencia internacional.

A través de su presencia en Siria, por ejemplo, Putin ha logrado reforzar su influencia en Medio Oriente. Primero, combatiendo al Estado Islámico en terreno, y después, apoyando al régimen de Bashar al Assad. Y de paso, asegurando que el gobierno sirio le siga permitiendo a la Armada rusa el uso del estratégico puerto de Tartus, en el Mediterráneo. Lo mismo ocurre en Asia, donde Rusia ha defendido ser parte de los procesos de negociación para desnuclearizar la península coreana, junto con Estados Unidos, China, Japón y ambas Coreas.

En ese sentido, no sería esperable una pronta y efectiva distensión de Moscú con Bruselas o Washington; muy por el contrario. Muchas de las decisiones adoptadas por el Kremlin apuntan a un público interno, en función de fortalecer el orgullo nacional ruso frente a una comunidad internacional que no comprende su “destino manifiesto” como superpotencia.

Pero más allá de lo anterior, el mayor reto para Putin será mantener vivo su legado después de 2024. Porque, de una u otra manera, este abogado y ex agente del KGB, al gobernar Rusia durante casi un cuarto de siglo, ha construido las bases de un país que logró dejar atrás el colapso político, económico y social vivido tras la desaparición de la Unión Soviética, a fines de 1991. Y eso, Putin no está dispuesto a que se pierda.

Vladimir Putin fue Presidente entre 2000 y 2008 (dos mandatos de cuatro años cada uno), después ocupó el cargo de primer ministro (2008-2012), y luego se repostuló a la Presidencia por un nuevo período de seis años (2012-2018), tras una reforma constitucional. Durante una reciente entrevista con la cadena de TV estadounidense NBC, aseguró que no intentará modificar la Constitución para postular a un tercer mandato consecutivo. Tal vez  es la señal de que Putin desea dejar la Presidencia con gran parte de su popularidad intacta, evitando así manchar su legado. Ante lo cual surge la urgente tarea de buscar y/o preparar a un digno sucesor en los próximos seis años.

En todo caso, es probable que aunque efectivamente Putin abandone por última vez el Kremlin en 2024, su siguiente oficina no estará muy lejos de allí.

 

Alberto Rojas, director del Observatorio de Asuntos Internacionales de la Universidad Finis Terrae

@arojas_inter

 

 

 

Deja un comentario

Debes ser miembro Red Líbero para poder comentar. Inicia sesión o hazte miembro aquí.