En el día mundial de la felicidad me enteré que, según un estudio, somos el país más feliz de Sudamérica. Leer eso me hizo feliz por partida doble: primero, porque uno se alegra con la felicidad de los compatriotas; segundo, porque la evidencia científica reflejada en números y estadísticas me permitió confirmar algunas intuiciones personales. Aun así, no dejo de pensar: ¿Puede ser cierto nuestro lugar en el ranking, si compartimos el cono sur con países donde se canta y se baila por la calle, donde se juega fútbol en la arena, donde se degustan frutas tropicales bajo los dorados rayos del sol?

Bromas aparte, es interesante mirar con algo más de detención estos estudios y hacer el ejercicio de contrastarlos con la experiencia cotidiana. Especialmente cuando uno tiene cierta responsabilidad en el modo en que se desarrolla gran parte de la vida –la laboral– de otras personas.

Los hombres y mujeres de empresa que queremos hacer de nuestra actividad algo noble, no podemos dejar de reflexionar en torno a la familia como fuente de felicidad y sentido.

Este y otros estudios nos muestran un dato muy interesante: la mayoría de los chilenos mencionan a su familia como su principal fuente de felicidad. ¿Es esto importante para nosotros los empresarios, ejecutivos y emprendedores? De partida, nos sirve para saber que las personas con las que trabajamos ven el trabajo como un medio y no como un fin; y que, aunque pueden aspirar a realizarse de modos muy trascendentes en su vida laboral, el ámbito en el que ven actualmente plasmados sus más altos anhelos de felicidad, es el de la familia. Por lo tanto, los hombres y mujeres de empresa que queremos hacer de nuestra actividad algo noble, no podemos dejar de reflexionar en torno a la familia como fuente de felicidad y sentido.

Hay, además, cierta consistencia entre la evidencia que muestran los estudios y lo que nos dicen los expertos, desde la filosofía a la sociología, sobre los “componentes” de la felicidad. Sería una combinación en la que el dinero juega un rol necesario, pero no suficiente ni el más importante; la clave parece estar en el modo en que se articulan las relaciones interpersonales, el sentido de pertenencia y la espiritualidad, entendida esta última como tener un propósito vital que trascienda nuestra propia vida.

Las mejores prácticas que las empresas pueden implementar en estas materias no suponen –necesariamente– altos costos o desembolsos, sino que creatividad, flexibilidad e imaginación.

La experiencia en USEC nos ha mostrado que empresarios, ejecutivos y emprendedores podemos influir muchísimo en todos esos “componentes”, para lo cual es importante que nuestras empresas sean familiarmente responsables mediante políticas y prácticas que favorezcan a la familia de cada uno de nuestros colaboradores. Las empresas familiarmente responsables generan un fuerte vínculo con sus colaboradores pues no temen involucrarse con sus aspiraciones más profundas. Además, las mejores prácticas que las empresas pueden implementar en estas materias no suponen –necesariamente– altos costos o desembolsos, sino que creatividad, flexibilidad e imaginación. Recordemos lo que nos dijo Tal Ben-Shahar, consultor y experto en felicidad, cuando vino a Chile el año pasado: la felicidad es una buena inversión.

Sé que estamos viviendo una fuerte corriente individualista y que se han debilitado los referentes colectivos que generan sentido, pertenencia y bienestar. Sin embargo, ahí está la familia –la tuya y la mía– realidad siempre presente a la hora de buscar un lugar al cual volver para encontrar sentido a la vida y nutrirse de felicidad.

FOTO: EDWIN NAVARRO/AGENCIAUNO