Existen tres acepciones del término “humildad” según la Real Academia Española, que conviene recordar para intentar entender a cuál o cuáles de ella se refirió S.E. Gabriel Boric durante su discurso ante la asamblea de las Naciones Unidas. 

La primera es “virtud que consiste en el conocimiento de las propias limitaciones y debilidades y en obrar de acuerdo con este conocimiento”; la segunda, “bajeza de nacimiento o de cualquier otra especie”; y tercero, “sumisión, rendimiento”.

No deja fácil la tarea la RAE, pero antes de resolver el tema, recordemos cuáles fueron exactamente las palabras del Presidente: 

“… mi opción personal en ese plebiscito, fue de aprobar la propuesta que nos hacía la convención, pero el resultado fue el contrario. Algunos han querido ver el resultado del plebiscito como una derrota del Gobierno y con toda humildad quiero hoy día decirle a estas Naciones Unidas que nunca un gobierno puede sentirse derrotado cuando el pueblo se pronuncia.” 

Después del triunfo masivo y contundente del Rechazo, le he escuchado dos veces la palabra “humildad” a Gabriel Boric. Esperando que la acción acompañara al enunciado, evidentemente en vano, me he convencido que Boric nunca ha pretendido ser humilde en la derrota. No hay forma de aplicar ninguna de las tres acepciones referidas. En efecto, no tiene el Sr. Presidente excelentísimo la virtud de conocer sus propias limitaciones ni debilidades que son, dicho sea de paso, innumerables y actuar en consecuencia. Tampoco demuestra ser sumiso ni tampoco rendirse a la evidencia, y finalmente, no podríamos atribuirle bajeza de nacimiento, aunque seguramente sí de alguna otra especie si recordamos que sobre él pesó una acusación de acoso sexual, que al final se deshizo en la nada.

Así las cosas, el Sr. Presidente dice ser humilde sin serlo y en consecuencia no es creíble, no es confiable, no es serio y tampoco es honesto, virtudes imprescindibles en todo mandatario. Ello explica que Chile vaya a la deriva y ningún funcionario del Gobierno sea capaz de enderezar el rumbo cuando el capitán, que nunca aprendió a manejar el astrolabio o el compás y ni siquiera la brújula, se guía por las tripas. Fueron las tripas, sin ir más lejos, las que provocaron el embarazoso y diría despreciable actuar en contra del Embajador de Israel, que bien merecía una rotura de relaciones diplomáticas por parte del Estado del Pueblo Judío. Fueron también las tripas las que expresaron, concluida la Parada Militar   que era un “acto de subordinación del poder militar a la sociedad civil” y fueron las tripas las protagonistas de la crítica al Rey de España por el atraso en el inicio de la ceremonia de cambio de mando.

El problema con que sean las tripas las que definen el actuar del Presidente, es que como bien sabemos todos, cuando las tripas suenan intensamente, las consecuencias y las carreras al excusado terminan siendo inevitables e inexcusables.

*Todas las columnas de Etiqueta Negra.

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