No sería exagerado decir que las elecciones generales del pasado domingo marcaron un antes y un después en la historia política de España. Es que si bien el oficialista Partido Popular (PP) se alzó como el más votado de la jornada, lo cierto es que sus 123 escaños —un tercio menos que en 2011— lo dejaron bastante lejos de la posibilidad de gobernar en solitario, considerando que en un Parlamento de 350 escaños, la cifra clave son 176. Un golpe demoledor para Mariano Rajoy.

A su vez, el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) se mantuvo como la segunda gran fuerza política del país con 90 asientos, aunque eso represente un 22% menos que la anterior conformación. Un resultado que de ninguna manera beneficia a Pedro Sánchez.

Paralelamente, los que podrían sacar cuentas más alegres son los partidos más jóvenes, como Podemos, que obtuvo 69 escaños en el Congreso de los Diputados, habiendo aparecido en el escenario político recién a comienzos de 2014. Todo un triunfo para su líder, Pablo Iglesias. Y claro, también ha sido un buen momento para Ciudadanos (fundado en 2006), que sumó 40 diputados, siendo esta la primera vez que participaba en unas elecciones generales. Sin embargo, la agrupación de Albert Rivera quedó muy lejos del segundo lugar que muchas encuestas le garantizaban, lo que no deja de ser decepcionante.

En este contexto, es un hecho que con la irrupción de Podemos y Ciudadanos, España ha visto el fin del bipartidismo que había caracterizado a su política desde los tiempos de la transición. Y el futuro inmediato es el de un Parlamento de minorías, en el que ninguna fuerza política tiene la posibilidad de gobernar sola. Ante esto, se abrió un complejo escenario de negociaciones y búsquedas de consensos que podrían durar semanas.

Ya hemos visto que el PSOE y Podemos le negaron cualquier apoyo a Rajoy, ante lo cual el timonel del PP aseguró que su deber es buscar un acuerdo con fuerzas políticas “que compartan los principios constitucionales”.

En términos prácticos, una alianza PP-PSOE —al estilo alemán— permitiría alcanzar holgadamente los 176 escaños, pero para muchos socialistas resulta inaceptable un acuerdo de este tipo. Otra opción sería una coalición PP-Ciudadanos, pero que no garantiza la mayoría simple que se necesita.

A su vez, el PSOE podría buscar un acuerdo con Podemos y los partidos nacionalistas españoles, lo que tampoco asegura la mayoría en la Cámara y a su vez representaría un verdadero mosaico de intereses. Además, Iglesias ha condicionado una eventual alianza de este tipo a que los socialistas apoyen una consulta durante 2016, en la que los catalanes decidirían seguir siendo parte de España o no. Algo que el PSOE no está dispuesto a aceptar.

Otras opciones podrían ser PSOE-Ciudadanos o incluso un gran pacto de izquierda (con algún apoyo de grupos nacionalistas), también con pocas probabilidades de éxito, ya sea por falta de escaños o imposibilidad de trabajar en conjunto.

Hoy España enfrenta una inédita fragmentación política que complicará cualquier negociación entre los partidos. Y frente a esto, ya se habla de la búsqueda de un posible “pacto de estabilidad” que evite convocar a nuevas elecciones en tres meses más, en las que tanto el PP como el PSOE saben que solo saldría beneficiado Podemos.

Además, un “pacto de estabilidad” sería una solución bien recibida por los mercados y los inversionistas extranjeros, así como por el resto de la Unión Europea.

Frente a ese escenario, no son pocos los que han planteado que la verdadera piedra de tope para que el PP forje una alianza de gobierno no es el partido mismo, sino Rajoy. Una figura resistida por los socialistas y que además carga con la sombra del “escándalo Bárcenas”.

Incluso el propio José María Aznar, un nombre emblemático dentro del PP, lo deslizó de manera poco disimulada. Y que, obviamente, no fue bien visto por Rajoy.

España ya no es la misma desde el “20-D”, como están llamando los medios al día en que expiró el bipartidismo en este país. La pregunta ahora es cómo será el nuevo equilibrio de fuerzas políticas —y a qué costo—, pero sobre todo, cuánto tardará en concretarse.

 

Alberto Rojas M., Director del Observatorio de Asuntos Internacionales, Facultad de Comunicaciones y Humanidades, Universidad Finis Terrae.

 

 

PHOTO: PABLO OVALLE/AGENCIAUNO/SUMMIT PRESS

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