13, 16 y 17, los años de los adolescentes que han muertos las últimas semanas en el sector norte de Santiago. Jóvenes que deberían estar estudiando y pensando en todo lo que podrían hacer en el futuro terminan teniendo una vida corta marcada por la delincuencia.

Las nuevas generaciones serán los responsables de continuar el desarrollo del país. Con estilos de liderazgo distinto al de sus antecesores son los llamados a marcar la diferencia y aportar al fortalecimiento de la democracia. Nuestras escuelas deberían ser el semillero de todo ello para que logremos eso que el latín llama civitas, la ciudad, la que, gracias a los civis (ciudadanos) responsables y comprometidos puede crecer y consolidarse como un espacio de oportunidades.

Hoy, pareciera que tanto los civis como la civitas se encuentran en riesgo. La niña de 13 años que muere baleada en Recoleta bajo la hipótesis de ajustes de cuentas por drogas es sólo una muestra del problema. En las esquinas encontramos menores de 15 años vendiendo droga para algún adulto que controla el lugar, la música urbana que idealiza el mundo de las armas, el dinero y el narco encandila a muchos que ven ahí la oportunidad de surgir, y, combinado con un Estado (in)efectivo hacen que los futuros líderes, desencantados con la realidad decidan por el camino de la delincuencia.

No podemos darnos el lujo de perder generaciones en manos del crimen. Una educación de primer nivel donde la ideología de algunos sectores quede fuera de la discusión para avanzar en nuevas formas de aprender y la reincorporación de la educación cívica desde el primer momento son aspectos importantes para recuperar esa civitas donde todos encontremos oportunidades.

Los proyectos de ley hoy en discusión buscan mejorar institucionalidad, figuras penales y delitos, algo muy necesario para enfrentar a esa criminalidad que está minando a nuestros futuros líderes. Sin embargo, también necesitamos que desde la educación se trabaje en fortalecer los valores e identidad que permiten generar la cohesión nacional y que construyen comunidad, una comprometida con su país y su desarrollo, una que no se esconda por miedo en sus hogares, que ocupe el espacio público y que permita recuperar la civitas y fortalecer al civis.

El gobierno ha impulsado diversas medidas para enfrentar al crimen, muchas veces las urgencias y acciones han venido presionadas por la ciudadanía y la inseguridad. Los chilenos, en un proceso “bottom up” están presionando al Estado y sus líderes políticos para combatir la delincuencia obligándolos a dejar los prejuicios de lado y a usar la fuerza legítima que recae sobre ellos.

En un escenario donde delincuencia común, crimen organizado e inseguridad se intensifican al mismo tiempo obligan al Estado a responder de manera inmediata. Sin embargo, no es posible pensar la seguridad sólo desde el orden público, la persecución y la pena, se necesita una visión de futuro donde se plantee hacia dónde queremos ir y cómo. La responsabilidad la tiene el gobierno de turno y el éxito de la continuidad, los jóvenes de hoy.

Investigadora Athenalab. Experta en seguridad, narcotráfico y defensa

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