Frente a algunas voces que sugieren que mientras la Argentina mantenga su plataforma continental extendida al sur del Punto F y validada por la Comisión de Límites de la Plataforma Continental de ONU, Chile debería cambiar su política exterior, plasmada -entre otros instrumentos- en el Tratado de Paz de Amistad de 1984 y el Tratado de Maipú de 2009, particularmente con relación al apoyo chileno al reclamo argentino en la Cuestión Malvinas, corresponde destacar ciertos hechos y declaraciones de suma relevancia para entender la globalidad de la situación.

En agosto de 1992, reanudadas las relaciones diplomáticas entre la Argentina y el Reino Unido, en ocasión de la visita del Presidente Menem a Chile, el anfitrión Presidente Patricio Aylwin destacó el respaldo de su país a las reclamaciones argentinas sobre las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur y los espacios marítimos circundantes, y subrayó que la solución de la disputa de soberanía acerca de estos territorios constituye una cuestión de interés hemisférico permanente. Reafirmó entonces “su invariable apoyo al principio de solución pacífica de las controversias y renovó los llamados para resolver el diferendo, en aplicación de las resoluciones de las Naciones Unidas y la Organización de los Estados Americanos”. 

Es importante citar textualmente las palabras del entonces Jefe del Estado chileno pues, en efecto, y desde un cálculo puramente racional, la solución de la disputa de soberanía es “una cuestión de interés hemisférico”. Todos los mecanismos de integración americana y latinoamericana renuevan año a año su llamado a la solución pacífica del diferendo de soberanía, revelando un robusto apoyo a las pretensiones argentinas. Sería engorroso citar los abundantes pronunciamientos multilaterales de MERCOSUR, CELAC, OEA, Cumbre Iberoamericana, G77 más China, Comité de Descolonización de ONU, por mencionar solo a los organismos de mayor relevancia que manifiestan año a año su apoyo a la posición argentina en la disputa. ¿Qué ganaría Chile con apartarse de la voz unánime y hemisférica?

Sobre la aventurera sugerencia de aquellas voces, el ex canciller Allamand ha sido contundente al respecto: “Yo no estoy de acuerdo […] no veo que vaya a tener ningún efecto favorable respecto de la controversia.[…] Y, al contrario, sí veo efectos adversos que afectarían la posición internacional de Chile: […] El planteamiento argentino es apoyado unánimemente en toda la región. ¿Qué gana Chile con quedar completamente solitario y aislado en un tema que genera consenso regional? Nada. ¿Qué pierde? Dinamitar la coherencia de su actuación. Chile, desde 1993, en forma ininterrumpida, promueve, apoya y presenta en el Comité de Descolonización de Naciones Unidas una resolución relativa a la cuestión de las Malvinas. ¿Quién entendería un viraje tan intempestivo? (El Líbero, 12/07/21)”.

Para finalizar, y gracias a su extrema precisión jurídica, cabe citar a Ximena Fuentes Torrijo, Directora Nacional de Fronteras y Límites del Estado (DIFROL) y futura subsecretaria de RREE, que se ha expresado con claridad meridiana en honor a su alta investidura en su nota en El Mercurio (01/02/21): “Chile apoya a Argentina en esta reclamación, reconociendo sus derechos de soberanía sobre estas islas, así como sobre los espacios marítimos circundantes. Este apoyo ha sido leído equivocadamente por algunos como contradictorio con el rechazo de Chile a la pretensión argentina de poseer una plataforma continental extendida al sureste del punto F, que es el punto final de la delimitación marítima entre Chile y Argentina pactada en el Tratado de Paz y Amistad de 1984.”

Habida cuenta de las tensas relaciones de Chile con sus vecinos limítrofes, modificar radicalmente una auténtica política exterior de Estado que no ha reconocido cambios a pesar de las cambiantes afinidades políticas a ambos lados de la Cordillera no pareciera razonable desde un punto de vista chileno imbuido de pragmatismo y cálculo racional. Máxime teniendo en consideración la profunda densidad de la relación bilateral chileno argentina, y los mutuos e ingentes beneficios que trae aparejado un entendimiento armónico entre ambos países: desde zonas pendientes de demarcación a la cooperación antártica y energética. El apoyo chileno hacia la reclamación de Argentina no es meramente un gesto de buena voluntad vecinal, sino que algo mucho más profundo, significativo  e importante: una política de Estado que tiene sus raíces en el interés regional que existe sobre la resolución de esta demanda.

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