En 2012 me tocó participar en la planificación y coordinación de un seminario que llamamos “Reconstruyendo las Confianzas”, a raíz de que meses antes había explotado el caso de La Polar. En la oportunidad, Hernán Büchi y el ex Presidente Ricardo Lagos debatieron sobre el tema.

Claramente estábamos lejos de imaginar todos los escándalos políticos y financieros que se avecinaban, y lo que menos se ha reconstruido es la confianza. Más bien estamos a la inversa, en la sociedad de la sospecha de Marx, Nietzsche y Freud, en donde la palabra empeñada ya no vale y la firma de un documento requiere abogados presentes.

Tristes tiempos está viviendo nuestro país, porque la sospecha tiene justificación. Todos los días imaginamos algo por conjeturas fundadas en apariencias o indicios. Desde la entrega del vuelto en el supermercado hasta el escándalo en Carabineros o los micrófonos en la Sofofa, que terminaron por derrumbar la escasa confianza que nos quedaba.

¿Qué nos pasó, Chile? Creo que mucho tiene que ver con el regreso de la democracia. En estos últimos 25 años se le ha dado un valor sobredimensionado a ser alguien exitoso y a tener más dinero que el vecino. Y claro, los años noventa fueron un período de expansión vigorosa y sin precedente, con un crecimiento anual promedio del PIB de 6,5%. Nos volvimos los “jaguares” de Latinoamérica y nos creímos el cuento: comprar, comprar, comprar; y se nos olvidó formar, formar, formar. Desde pequeños. Es que educar es  latoso y hoy la gran mayoría de los padres son flojos con la formación de sus hijos. Y después no entienden por qué les salieron descarriados.

Nuestro país se “ingenierizó”. Sólo importan los números, porque así se gana dinero. Guardamos el humanismo en el baúl y denostamos a poetas y artistas. “Es que eso no sirve”, dicen muchos. Entonces nos comenzamos a ahuecar, a ser light con todas sus letras. Es cosa de ver la reforma educacional: números y tecnócratas para que las cifras calcen y se cumplan las promesas de campaña. ¿Se ha hablado en alguna ocasión de la calidad que debe tener la educación? ¿Del contenido? ¿Se ha pensado que se partió al revés, por la educación superior en vez de la preescolar? Nada. Y por eso Chile está enfermo, desde la primera autoridad hasta el último ser humano que habita estas tierras.

Claramente esta sensación de un Chile chato, mediocre y corrupto no ha sido importada, sino que es responsabilidad de todos. Nos creímos el cuento de Frankenstein y la bestia se volvió contra nosotros. La consecuencia obvia es la sociedad de la sospecha; en ella estamos nadando.

¿Está todo perdido? Claramente, no.

Todas las civilizaciones pasan por altos y bajos, y por decadencias morales. Pero llegó la hora de arreglar el entuerto y eso no se alcanza con más leyes, sino que con el fortalecimiento de la familia, dando buen ejemplo a los hijos, volviendo a las conversaciones de sobremesa y a la tolerancia cero con los corruptos. Que se vuelva a valorar un regalo hecho a mano más que el Nintendo; que los funcionarios públicos entiendan y adopten el compromiso de que a Chile hay que servirlo y no servírselo. Hay que respetar las tradiciones y sacar las humanidades del baúl; inculcar valores como la honradez, la generosidad, el respeto y la disciplina.

Es que necesitamos dejar de sospechar. No es un camino fácil ni corto. Pero mientras antes partamos, quizás la nueva generación goce de un Chile íntegro.

 

Rosario Moreno C., periodista y licenciada en Historia UC

 

 

FOTO: SEBASTIAN BELTRAN GAETE/AGENCIAUNO

 

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