Patricio Manns, célebre cantautor chileno fallecido en septiembre del 2021, escribió durante su exilio en Cuba la canción “Hasta que la dignidad se haga costumbre”, dedicada a Bautista Van Schouwen, icónico dirigente del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) desaparecido en diciembre de 1973. En el año 2017, en uno de los casos más emblemáticos de violaciones a los derechos humanos en México, Jacinta Francisco y su hija Estela, miembros de la tribu hñáhñú, quienes fueron injustamente acusadas por un delito que no cometieron, al recibir las disculpas del Gobierno mexicano, señalaron: «En pie de lucha por nuestra patria, por la vida y por la humanidad. Hasta que la dignidad se haga costumbre«. Esta también fue la frase que más se repitió durante la revuelta de octubre del 2019, como mensaje habitual en carteles y entrevistas a los manifestantes, en los numerosos graffitis que se encuentran en las paredes de distintos edificios, resumiendo así el malestar ciudadano.
Por desgracia, los hechos de violencia resurgieron con inusitada fuerza la semana post plebiscito, particularmente en la conmemoración del 11 de septiembre, entorpeciendo severamente el tránsito por las calles y también el funcionamiento de la red de Metro. En estos casos, miles de personas no pudieron acceder de manera oportuna a atención médica y muchos otros ven dificultado el retorno seguro a sus casas. Adicionalmente, la quema de buses del transantiago y destrozos y saqueos de locales comerciales, parecen recordarnos que son “ellos” quienes tienen el control de la ciudad.
El ex convencional Hugo Gutiérrez publicó un video de jóvenes (supuestamente “estudiantes”) saltando los torniquetes del Metro: “Nuevamente los jóvenes haciéndose cargo de las irresponsabilidades de los viejos”, señaló, haciendo referencia al contundente triunfo del Rechazo. Lo que parece no entender el señor Gutiérrez es que los desmanes, las quemas de buses, y un largo etcétera no son en realidad manifestaciones sociales ni una forma democrática de apoyar una u otra causa. Tampoco son actividades realizadas por “estudiantes”, puesto que estos encapuchados, armados de palos y bombas molotov, y vistiendo overoles blancos, lo único que no hacen es estudiar.
En este contexto de creciente violencia, bien vale la pena volver la mirada a la Declaración Universal de Derechos Humanos, promulgada en el año 1948. En su Preámbulo, afirma que “la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana”. Junto con establecer una serie de derechos, los que debieran servir de base para cualquier propuesta de nueva Constitución, esta Declaración menciona dos deberes:
- Artículo 1: Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.
- Artículo 29: Toda persona tiene deberes respecto a la comunidad, puesto que sólo en ella puede desarrollar libre y plenamente su personalidad.
Por lo tanto, son del todo inaceptables estos hechos de violencia, que pasan a llevar la misma dignidad humana que supuestamente habrían defendido los que iniciaron el “estallido social” de octubre del 2019. Es probable que las actuales autoridades hayan sido, en su momento, complacientes respecto de dichos desmanes, pero en esta nueva etapa, debieran tener claridad meridiana respecto de cumplir el mandato constitucional de salvaguardar el orden público, puesto que, tal como señala esta Declaración “Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona” (Art. 3), y debemos recordar, una vez más, que el Estado es el garante de estos derechos.
De no ser así, veremos que en nuestro país es la violencia la que se ha hecho costumbre.
*Sofía Salas Ibarra