La mitad de los ocupados formales en Chile gana $600.000 o menos. Existen entonces razones para el descontento, siendo evidente la magnitud del desafío socioeconómico que tenemos como país. Pero, ¿es una buena solución que los grandes empresarios se comprometan a pagar mejor a sus trabajadores, junto con su disposición a pagar más impuestos? La respuesta inmediata es, por supuesto, ya que esos niveles de sueldos parecen abusivos, y mayores ingresos fiscales permiten financiar gasto social. Sin embargo, ese no es el camino correcto, y podría terminar agravando el problema.

¿En qué casos esa mayor “generosidad” de los empresarios tiene sentido? Cuando se trata de empresas que están teniendo utilidades sobrenormales, por lo tanto, el negocio sigue siendo sustentable y rentable con mayores niveles de remuneraciones. Esos casos efectivamente pueden existir (habría que preguntarse, en todo caso, por qué no se reducen los precios de los bienes), pero no parece ser una situación generalizada en las empresas del país, ya que si lo fuera, habría mayor inversión producto de las altas rentabilidades para los empresarios, y lo cierto es que la creación de nuevos negocios y el crecimiento de los existentes deja bastante que desear. No parece ser cierto que ser empresario en Chile sea sinónimo de llegar a ser millonario en forma rápida; por el contrario, ojalá tuviéramos mucho mayor dinamismo en este campo.

¿Cuáles terminan siendo los efectos para los trabajadores de mayores niveles de remuneraciones y de impuestos al capital más altos? Para entenderlo en forma simple debemos distinguir entre dos tipos de empresas; las que compiten con el resto del mundo (empresas del sector transable) como los fabricantes de zapatos, por ejemplo, y las que no enfrentan esa competencia, como las panaderías. Si todas las panaderías se ven obligadas a pagar mayores sueldos y más impuestos, de tal forma que el negocio ya no sea atractivo, simplemente subirá el precio del pan, es decir, los mayores sueldos e ingresos fiscales adicionales se traspasan en parte a un mayor costo de la vida. ¿Y qué pasa con las empresas del sector transable? No pueden traspasar a precios los mayores costos salariales y tributarios, por lo que dejan de crecer, o simplemente deben terminar cerrando. Es lo que hemos visto en estos años con empresas del rubro industrial, como Guante. Esos trabajadores quedan desempleados o caen en la informalidad ¿Tan cruel es el mercado? No se trata de crueldad, sino de entender que además de trabajadores somos consumidores, que pagaremos los costos de mayores salarios cuando no hay competencia externa, y compraremos los productos más convenientes cuando la hay. Los trabajadores no ganan cuando esos mayores costos de producción se traspasan a precios o a una menor contratación.

¿Significa lo anterior que los empresarios no pueden hacer nada en pro de mejores condiciones para los trabajadores? Tienen mucho que hacer, pero lo que se haga no puede ser a costa de que sea cada vez más costosa la decisión de emprender, porque eso significa que se eliminan las posibilidades de mejorías futuras. La evidencia de Chile muestra que son los períodos de alto crecimiento de la inversión cuando más mejoran las condiciones laborales. La primera obligación de los empresarios es el respeto a la libre competencia, ya que con eso contribuyen a moderar el costo de la vida. La segunda es el respeto a la legislación laboral, aunque eso no basta. Esta crisis que vivimos ha hecho evidente que más allá de la ley, está la dignidad de la persona humana, materia en la cual los empleadores tienen deberes éticos, que hemos dejado de lado. Un ejemplo muy claro se refiere a la incorporación laboral femenina, que requiere de las empresas un rol colaborador, para evitar que el trabajo de ambos padres sea a costa de los hijos. Por último, es cierto que existen empresas muy exitosas y que pueden ser generosas sin arriesgar su sustentabilidad, sin embargo, la filantropía es un mejor camino que subir las barreras al emprendimiento, ya que eso incluso podría terminar reforzando su posición dominante.

En resumen, la mejor política laboral es el crecimiento de las empresas. “Son el caballo que tira el carro”.