Hace un tiempo le escuché decir a la ex Presidenta Bachelet que a ella no le importaban los números, sino cómo lo están pasando las personas, frase que para mí fue una demostración evidente de su desconocimiento de los temas económicos. Por mi profesión, me suele pasar que conozco los países a través de sus datos económicos, y luego, al visitarlos, me doy cuenta lo bien que reflejan esos números la situación de sus habitantes.

Tuve la suerte de pasar el Año Nuevo en Brasil con mi familia, y constatar ese hecho una vez más. Es como una ironía del destino el lema de la bandera brasileña, “Orden y Progreso”, porque se ve todo lo contrario, corrupción y atraso en el que podría ser uno de los países más prósperos del mundo, porque riqueza natural hay de sobra. ¡Qué país más lindo! Y talento tampoco le debe faltar al penta campeón mundial de fútbol.

La estrategia estatista y proteccionista ha sido un fracaso, y ha llevado a que las exportaciones de bienes y servicios sólo representen un 12% del PIB, la mitad del promedio en América Latina, por lo cual, a pesar de la ventaja de tamaño de la industria brasileña, tiene serias dificultades para competir efectivamente con el exterior.

Sin embargo, la infraestructura es tremendamente deficitaria, ciertamente los automovilistas brasileños deben desarrollar una paciencia admirable, acostumbrados a viajes de menos de 200 kilómetros que les pueden tomar seis horas, y mucho más en una fecha peak como esta. La pobreza de las favelas y de los pueblos aledaños a las carreteras produce un sentimiento de angustia de sólo verla, junto con la opulencia de sectores de altos ingresos. Este sí que es uno de los países más desiguales del mundo. ¡Falta un rol estatal más fuerte para corregir estas carencias!, dirían algunos. Pero no, por el contrario. El sector público en Brasil tiene el tamaño de países europeos, cerca de un 40% del PIB, con un nivel de deuda pública de un 90% del PIB. La estrategia estatista y proteccionista ha sido un fracaso, y ha llevado a que las exportaciones de bienes y servicios sólo representen un 12% del PIB, la mitad del promedio en América Latina, por lo cual, a pesar de la ventaja de tamaño de la industria brasileña, tiene serias dificultades para competir efectivamente con el exterior. La falta de opciones y el elevado costo para arrendar un auto familiar que me tocó enfrentar con mi familia son un claro reflejo de este proteccionismo.

Hace 45 años atrás un grupo de economistas chilenos muy bien preparados lograron convencer a un gobierno militar de la necesidad de pasar una “retroexcavadora de libre mercado” en Chile, haciendo posible que nuestro país cambiara el rumbo estatista y proteccionista que seguía la región.

Luego de este viaje me quedó más claro aún por qué los brasileños eligieron a alguien tan políticamente incorrecto como Bolsonaro para que fuera su presidente. Es una apuesta riesgosa, pero al menos significa la posibilidad de cambiar un status quo desastroso de ineficacia y corrupción, que se acentuó durante los últimos quince años de gobiernos de izquierda. La tarea del nuevo gobierno para corregir el modelo de desarrollo es titánica y además debe realizarse con un Congreso muy fragmentado, en que el PT es el partido con el mayor número de diputados. Jair Bolsonaro sigue siendo una gran incógnita, pero ha formado un equipo económico que plantea como modelo de reformas a seguir el del gobierno militar chileno (llama la atención que se considere populista a alguien que quiere impulsar una transformación económica como la chilena, en realidad, es todo lo contrario). Eso podría ser una muy buena noticia, si el gabinete no contara también con un componente nacionalista. El escenario se ve difícil, pero al menos existe una chance de que Brasil inicie un proceso de reformas que lo hagan viable fiscalmente y le permitan crecer en forma sostenida, condición que hoy está lejos de cumplir.

Hace 45 años atrás un grupo de economistas chilenos muy bien preparados y con ideas claras y fuertes lograron convencer a un gobierno militar de la necesidad de pasar una “retroexcavadora de libre mercado” en Chile, con la oposición no sólo de muchos militares y por supuesto de los sectores de centro y de izquierda, sino también de muchos en la derecha. Afortunadamente, con altos costos iniciales, lo lograron, haciendo posible que nuestro país cambiara el rumbo estatista y proteccionista que seguía la región. Gracias a estas políticas Chile es el país de mayor desarrollo económico y humano de América Latina. ¿Logrará el nuevo gobierno brasileño hacer algo similar en su país? No me atrevo a apostar.