Hay historias que tienen un «final feliz». La de la caída del Muro de Berlín y la reunificación de Alemania puede ser una de ellas. El 9 de noviembre de este año se conmemoraron 30 años de ese acontecimiento que mantuvo físicamente dividida a la capital de Alemania durante 28 años, 2 meses y 27 días. Para recordar no el tiempo que estuvo en pie, sino su caída, fueron organizados más de cien actos entre el 4 y el 10 de noviembre, con exposiciones y festividades al aire libre en lugares históricos de Berlín, como la Puerta de Brandenburgo, desde donde en 1987 Reagan interpeló Gorbachov: «Venga a esta puerta. Derribe este Muro»; la Iglesia Gethsemanekirche, sitio en el que el director musical de la Ópera Cómica, Rolf Reuter, reclamó entre aplausos: «¡El muro debe caer!» durante un concierto de la Orquesta Estatal de Berlín el 5 de noviembre de 1989;  la Alexanderplatz, que era la principal plaza del Berlín del Este; la Schlossplatz, que en 1951 pasó a llamarse Marx-Engels-Platz (Plaza de Marx-Engels) y que no recuperó su nombre sino hasta 1994. 

También en la antigua sede del Ministerio para la Seguridad del Estado, más conocido por su abreviatura: Stasi; en la East Side Gallery, el mayor tramo de muro que se conserva en pie; y Kurfürstendamm, la calle más popular de Berlín, y el centro neurálgico del Berlín Occidental durante la división. Muchos de esos acontecimientos y lugares pudieron ser retratados con un mirada chilena durante los actos conmemorativos. El abogado especializado en Ciencias Políticas Rodolfo Aldea Moscoso se trazó una meta hace unos cinco años: estar en Alemania para cuando se conmemoran estas fechas y lo consiguió. Partió el 30 de octubre a Europa y estuvo en Berlín durante 13 días. 

“Es el hecho histórico más importante de la segunda mitad del siglo XX. Es decir, desde el término de la II Guerra Mundial hasta fines de ese siglo es el acontecimiento más trascendental. Yo estuve en Alemania hace unos cinco años atrás, debe haber sido el mes de septiembre, por lo tanto, no alcancé a estar para los 25 años, entonces dije ‘cuando se cumplan los 30 años voy a ir’, así que es una idea que tengo desde hace tiempo. También para profundizar en este fenómeno político”, explica Aldea sobre las razones que lo motivaron a realizar el viaje.

Destaca que uno de los grandes valores de este acontecimiento fue que se trató de un movimiento no violento que terminó siendo muy efectivo, al lograr la caída de la pared de aproximadamente 155 kilómetros de extensión; un bastión de hormigón armado, que medía 3,75 metros de altura, y estaba protegido por alarmas, alambres de púas, campos minados, trincheras y más de 300 torres de vigilancia.

Tras la caída del muro, y de acuerdo con un estudio del Pew Research Center, los habitantes de los países ex comunistas consideran que ahora tienen niveles de vida mucho mejores. Según el reporte, desde 1991, ha aumentado exponencialmente el número de adultos que piensan que los cambios que hubo en la región entre 1989 y 1991 fueron positivos. En Polonia, por ejemplo, solo 14% de las personas dijo en 1991 que los sucesos habían tenido una influencia positiva en su nivel de vida. Para 2019, esa cifra se había disparado hasta el 81%, un aumento de más de cinco veces. En Lituania, la proporción que dice esto ha aumentado de 9% en 1991 a 70% este año. En la República Checa pasó de 14% a 78%. En Hungría fue de 8% a 55%. Mientras que en la propia Alemania aumentó de 38% a 75%.

El abogado, antes y después de su periplo, se dio a la tarea de escribir un documento que resume los más de 40 años de historia transcurridos desde que el 1 de julio de 1945 quedó establecida una “Línea de Demarcación” o “Frontera Interalemana” de 1.382 kilómetros que separó todo el país -del lado occidental quedaron las zonas de ocupación de Estados Unidos, Inglaterra y Francia; del lado oriental la Unión Soviética- hasta la caída del muro el 9 de noviembre de 1989 y algunos eventos posteriores como la reunificación de Alemania.

La Frontera Interalemana y el Muro de Berlín -erigido, en tiempo récord, durante la noche del 13 de agosto de 1961- representaban no solo una separación geográfica; sino el límite entre los dos sistemas políticos y económicos que se repartieron Europa después de la guerra, personificados a través de la República Democrática Alemana (RDA, en manos de los soviéticos) y de la República Federal de Alemania (RFA, en manos de los aliados occidentales), constituidas en 1949. 

Berlín al hallarse íntegramente en la zona soviética sufrió su propio cisma: su zona este quedó controlada por los soviéticos; y la oeste por EE.UU., Inglaterra y Francia.

“Se produjo una especie de experimento político-social. Es como si alguien hubiese dicho en el año 49: ‘vamos a dividir Alemania: en un sector vamos a aplicar un cierto tipo de ideas y en la otra vamos a aplicar el otro modelo’, en un mismo pueblo, con una misma carga histórica, con la misma experiencia, y veamos los resultados en 40 años más”, subraya Aldea. 

El resultado positivo de la historia es que el final es “sumamente elocuente”, en palabras del abogado. “Hubo un modelo político social y económico que fracasó estruendosamente, que fue el de la República Democrática Alemana, y esto termina en una reunificación, que en realidad es una absorción. La República Federal termina absorbiendo a un país que deja de existir, no es una fusión de dos culturas. Hay un país, un sistema que fracasa, que no logra los objetivos que se propuso y además impuso un sufrimiento y un costo humano tremendo. Ese resultado práctico es lo que me parece un hecho muy importante, que prueba algo, más allá de si me gusta un modelo u otro, es la realidad”.

Hitos de un viaje

Durante los actos conmemorativos hubo autoridades de Alemania, Polonia, República Checa, Eslovaquia y Hungría. La noche del 9 de noviembre hubo un concierto en la Puerta de Brandenburgo, participaron distintos artistas cuyas historias o música se relacionaban con la caída del Muro. La Sinfónica de Berlín, dirigida por el argentino-israelí Daniel Barenboim, abrió el espectáculo frente a más de medio millón de espectadores, entre los que se contaba el abogado chileno.

Sin embargo, no fue esto lo que más lo conmovió durante los 13 días que estuvo en Alemania. Para Aldea hubo tres acontecimientos que marcaron su viaje: estar en el memorial del muro, en Bernauer Strasse, donde hay una instalación con las fotografías de los que murieron tratando de cruzar al lado occidental, “es un momento en el cual uno ve los rostros de las personas. Eso fue importante”.

También fue conmovedor para él, estar frente al homenaje a Günter Litfin, la primera víctima del bastión, quien habiendo transcurrido once días del cierre de la frontera, el 24 de agosto de 1961,  fue abatido a tiros por policías fronterizos al intentar cruzar a nado el canal Spandauer Schifffahrtskanal para llegar a Berlín Oeste, donde trabajaba. Litfin era un sastre que apenas contaba con 24 años de edad. “Produce un cierto recogimiento el hecho de que se transforma en delito sancionado por la pena de muerte querer trasladarse de un lugar a otro, dentro de la ciudad de uno. Es un hecho muy fuerte”.

El tercer hito de su visita fue estar en el cementerio del barrio Zehlendorf, donde se encuentran las tumbas de los antiguos alcaldes de Berlín occidental Ernst Reuter y Willy Brandt. El primero pronunció un discurso memorable ante las ruinas del Reichstag, en el que llamó a los pueblos del mundo a no entregar Berlín Oeste al socialismo soviético y alemán del Este. Brandt, por su parte, era el alcalde cuando se levantó prácticamente de la noche a la mañana el “el Muro de Protección Antifascista”; periódicamente encabezó manifestaciones en su rechazo, y también, a su sombra, pronunció discursos memorables.

“Eran socialdemócratas, que no dudaron en defender un principio de soberanía, autodeterminación y libertad de Berlín occidental. Son dos nombres muy potentes que están muy presentes hoy día, hay calles y plazas que llevan sus nombres. Quise ir al cementerio, un lugar muy lindo, y tener un momento de reflexión. Están uno al lado del otro. Estuve bastante rato ahí, en el fondo meditando lo que vivieron estos hombres y cómo se la jugaron por la soberanía y la libertad”, rememora Aldea.

Los aprendizajes de una travesía

Para el abogado, toda la experiencia ofrece lecciones muy válidas y aún vigentes para el resto de Occidente. “Uno piensa en el 30 de enero del año 1933, cuando Hitler fue electo canciller de Alemania en una elección democrática. Eso prueba que a veces los pueblos se pueden equivocar, que la democracia, que tiene muchas virtudes, que todos la defendemos y nos la jugamos por eso, pero que a veces puede generar situaciones tremendamente inconvenientes”. 

Otra lección que identifica es que tratar de imponer por la violencia un sistema político de partido único, de economía planificada autoritaria, “es decir, cualquier experimento que vaya contra la libertad, más temprano o más tarde, va a terminar fracasando”. Le pasó a la Unión Soviética que estuvo vigente durante 70 años, y a la RDA que duró 40 años y terminó. 

“Lo otro muy rescatable y además muy vigente para nosotros es que la caída del muro estuvo determinada por una revolución pacífica. Desde el punto de vista político, social y moral es lo más relevante. También allí hay una lección para nosotros”, dice. 

El abogado llama a ser muy cuidadosos al intentar establecer paralelismos entre la situación actual de Chile y el movimiento social que llevó a la caída del Muro. Sin embargo, recuerda que al partir a Europa, el 30 de octubre, el país vivía los momentos más inciertos. “Rescato mucho la fuerza moral del suceso alemán. Fue algo tremendamente poderoso, la gente se sentía tremendamente legitimada en sus aspiraciones políticas, porque ellos actuaban pacíficamente. Esa fuerza moral es la que no veo de la misma manera acá. Hay una legitimidad, por supuesto, en la solicitud de mejorar las condiciones de vida, en el contenido social; no me refiero a eso. Pero hay un método que se está utilizando que es absolutamente contrario y eso mancha al movimiento, eso le quita la fuerza moral”, opina. 

Las alarmas, púas y trincheras no detuvieron a los miles que se agolparon en los pasos fronterizos tras escuchar al secretario de Información y Propaganda, Günter Schabowski, decir la tarde del 9 de noviembre de 1989 que las restricciones migratorias iban a terminar “con efecto inmediato”. Terminó así no solo la división de Alemania y sino el símbolo por excelencia de la Guerra Fría.

El 1 de julio de 1990, la RDA y la RFA acordaron poner fin a los controles en la frontera, el 1 de octubre de ese año las cuatro potencias firmaron un documento en el que renunciaban a todos sus derechos sobre el territorio alemán y el 3 de octubre entró en vigor el Tratado de Reunificación.

Fotografías: Cortesía de Rodolfo Aldea Moscoso