19 días después de que el canciller Heraldo Muñoz ofreciera restablecer las relaciones diplomáticas con Bolivia tras la visita que el Papa Francisco hizo a ese país, el Presidente Evo Morales salió a responder.
En una cuidada puesta en escena en Palacio Quemado, ayer el Mandatario dijo estar de acuerdo con el restablecimiento de relaciones, pero puso una condición inadmisible para Chile: que en menos de cinco años “se resuelva el tema del mar para Bolivia, con una salida al Pacífico con soberanía” y que el Papa actúe como garante del acuerdo.
La respuesta desde Chile no tardó en llegar. El ministro de Relaciones Exteriores señaló que el país sigue abierto al restablecimiento de relaciones pero sin imposiciones. “El diálogo es diálogo, no es imposición (…). Las relaciones diplomáticas se restablecen para resolver problemas o diferencias, no se puede pretender que se resuelva el problema de una de las partes para luego después restablecer relaciones diplomáticas, eso no es serio», señaló.
En conversación con «El Líbero«, el abogado y diplomático José Rodríguez Elizondo señala que Bolivia equivoca el camino al condicionar el restablecimiento de relaciones con Chile.
– ¿Cómo debe leerse la respuesta de Evo Morales al ofrecimiento chileno de restablecer las relaciones diplomáticas?
– Primero déjeme decirle que Evo Morales no debiera leer el tema de las relaciones diplomáticas como un diploma a Chile para compensarlo por la cesión de soberanía sobre un territorio nuestro que le de salida al mar. Eso es asumir que las relaciones diplomáticas son un premio para Chile o un canje “mar por relaciones”.
– ¿Y cómo debiera leerlas?
– Como el requisito sine qua non para iniciar una negociación seria. La realidad ha demostrado, en todos los tiempos y latitudes del planeta, que una buena negociación es impensable sin la existencia de relaciones diplomáticas formales. Incluso la seguridad es más segura cuando existen esas relaciones. Los Estados Unidos y la Unión Soviética estuvieron al borde de iniciar una tercera guerra mundial sin romper sus relaciones y eso salvó al planeta. Por eso, los bolivianos debieran asumir que las relaciones diplomáticas no son necesarias para que nos amen, sino para dialogar en el marco de un sistema, fruto de la evolución cultural de la humanidad, que modera la agresividad, brinda un marco para la cortesía, da certeza a las actuaciones y no es intercambiable con las relaciones al solo nivel consular.
– En su visita a Bolivia, el Papa dijo que el diálogo y el desarrollo de la diplomacia entre ambos países eran fundamentales para tratar el tema del mar. ¿Cree que el ofrecimiento de Bolivia se acerca a eso?
– Creo que el Papa ignora que el tema de fondo de Bolivia ha sido y sigue siendo una salida al mar por Arica. Quizás ignora que en ese caso tiene protagonismo Perú. Me atrevo a decir que no sospecha que, por esa razón, la demanda de Bolivia tiene el extrañísimo detalle de no mencionar qué parte de Chile poner bajo su soberanía. Si lo hubiera hecho habría aparecido Arica en ese escenario judicial y Perú ya estaría involucrado. Visto así el tema, creo que la pastoral incitación al diálogo diplomático del Papa pecó de abstraccionismo. A mí me habría encantado que, mostrando conocimiento cabal del problema, nos dijera a todos, pero especialmente a Evo Morales, que las relaciones diplomáticas chileno-bolivianas no son una simple medida para dialogar como buenos cristianos, sino una medida para poder resolver un tema que concierne a tres y no sólo a Chile y Bolivia.
– Algunos sostienen que el hecho de que Bolivia ponga como condición obtener una salida al mar en un horizonte de cinco años –algo que nuestro país nunca aceptará- es una estrategia para dejar a Chile como mal vecino frente a la comunidad internacional. ¿Cree en esa tesis?
– Hace rato que Morales viene proclamando que somos pésimos vecinos. Incluso vino su vicepresidente Álvaro García Linera a decírnoslo a domicilio, por CNN, aprovechando una invitación académica de la Universidad de Chile. En todo caso, esos cinco años son un detalle interesante que tiene que ver, tal vez, con el tiempo de exposición que pretende obtener con el pleito en La Haya y sus tiempos políticos internos como líder de Bolivia.
– ¿Fue apropiado que Chile ofreciera restablecer las relaciones de forma explícita, sabiendo que podría venir una respuesta de este tipo?
– Pero sí esa ha sido una posición tradicional de Chile. Nuestro canciller Heraldo Muñoz sólo repitió la oferta hecha por Ricardo Lagos a Carlos Mesa en 2009. Quizás habría sido mejor contextualizarla, para que eso quedara en claro. Y en esto creo que debiéramos estar de acuerdo, si valoramos las negociaciones correctas. Lo digo así, porque una negociación correcta implica renunciar a imponer posiciones –que para eso hay otra vía- y tratar de llegar a soluciones que permitan hablar de ganancias compartidas, en el marco de los tratados vigentes. En este caso, esos tratados son los de 1904 y 1929.
– ¿Por qué el de 1929 con Perú?
– Por lo dicho: porque Arica está en juego y a Arica alude el protocolo complementario de ese tratado. A mayor abundamiento, sólo una relación diplomática sincerada podrá terminar con la absurda discusión de si el conflicto de Chile con Bolivia es bilateral o trilateral. Contra esa versión andina de la fábula de los galgos y los podencos, la historia demuestra que la aspiración ariqueña de Bolivia concierne a Chile y al Perú… y de manera previa. Entre los tratados de 1904 y 1929 no hay una muralla china sino una pasarela a la vista.