John Müller González nació en Osorno hace 50 años y durante tres décadas ha desplegado una exitosa carrera como periodista en España, donde fue cofundador del diario El Mundo,  director adjunto y actualmente es uno de los columnistas económicos más influyentes de España.

Pese a estar afuera tanto tiempo, Müller siempre ha mantenido su conexión y preocupación por nuestro país, y en esta entrevista con “El Líbero” reflexiona sobre las reformas estructurales que está impulsando el Gobierno de la Presidenta Michelle Bachelet.

– El próximo mes el Gobierno ingresará una reforma laboral que busca fortalecer la negociación colectiva y darle más protagonismo a los sindicatos. ¿Cuál es la experiencia que ha tenido España en ese sentido?

– España tiene una larga tradición de intervencionismo en el mundo laboral que  se remonta al franquismo. Es fruto de una concepción del mercado que es patrimonio de los abogados más que de los economistas. Es una idea del mercado que, al ser elaborada por éstos y sus potenciales clientes –la patronal y los sindicatos-, se basa en el intervencionismo público en todos los aspectos del ámbito laboral, en la regulación absoluta de todas las relaciones. Esto genera un entramado muy rígido de normas que es incomprensible para un humano común y corriente. Te obliga a recurrir al abogado laboralista, al sindicalista o al dirigente empresarial profesional.

– ¿Cómo se hacen las negociaciones colectivas?

– Se celebran en todos los niveles administrativos, nacionales y sectoriales. Se negocia a nivel de empresa, de provincia, de la región y del Estado. El convenio colectivo de orden superior prevalece sobre el inferior, el que se genera en una empresa. Por ejemplo, los trabajadores del sector industrial negocian con la patronal o el gremio que en Chile sería la Sofofa, y así con cada área de la economía: metalúrgica, construcción, bancos, hotelería, etc.

– ¿Qué efecto ha generado?

– El primer efecto es que genera una burocracia negociadora tremenda. Se calcula que hay 25 mil personas a sueldo en la patronal para negociar convenios, y otras 25 mil personas en cada una de las grandes centrales sindicales que son dos. Son abogados, sindicalistas, economistas, dedicados a negociar. Ese mundo tiene sus propios intereses, que no necesariamente son los de las personas que dicen representar. De hecho, una de las piedras de toque para reformar el mercado laboral español es desmontar esos intereses. Es muy difícil, casi imposible.

– ¿Cómo ha impactado en el mercado laboral?

– Introduciendo una rigidez que imposibilita la flexibilidad necesaria que requiere una empresa para reaccionar ante los cambios. Las negociaciones colectivas consiguen que los sueldos suban más rápido que lo que bajan, que los salarios se vuelvan ciegos ante las condiciones del mercado. Entonces, en vez de bajar en una situación de crisis, el salario se mantiene y el ajuste del mercado laboral se produce por la vía de la cantidad. Por eso España tiene un nivel de desempleo récord (24,4% en agosto). Los salarios también se mantienen ante las caídas de productividad, la empresa no puede ajustarlos porque está prisionera del convenio, y tampoco puede cambiar su disposición interna porque los convenios suelen fijar que el que barre el pasillo de un hotel no barre las habitaciones.

– Uno de los proyectos de ley que se plantean acá es precisamente que un trabajador no realice más de una función.

– Te doy un ejemplo: una multinacional que tenía fábricas en EE.UU. y en España. Cada fábrica tenía tres líneas de producción. La crisis provocó que dos de los productos cayeran y el tercero se mantuviera. La empresa norteamericana reduce los salarios y algo del personal, pero sobre todo ajusta las líneas de producción y traslada a los trabajadores de las dos líneas que cayeron a la que aún se defendía. En España no se pudo hacer eso porque los trabajadores no podían pasar de una línea de producción a otra. Tenían que esperar a que se renegociara el convenio, sectorial o nacional según sea el caso, para bajar los salarios o reordenar a los trabajadores. El resultado es que el dueño, harto de perder dinero, cierra la fábrica y despide a todos los trabajadores. En España no podías desplazar un trabajador cinco metros. No es que cambiara de ciudad. No lo podías pasar a la línea de producción de al lado. Eso es lo que trae la negociación colectiva tal como se está planteando en Chile ahora. El resultado será alejar la negociación de la empresa, que es el ámbito natural donde se debe desarrollar y donde conserva la racionalidad. Si esa multinacional del ejemplo hubiera podido renegociar su convenio los trabajadores habrían decidido pasarse a la línea de producción que iba bien. Los trabajadores no son tontos.

– ¿Cuál sería el impacto en Chile de fortalecer, entonces, la negociación colectiva?

– Vamos a volver a lo que pasaba antes del régimen militar. Chile tenía ese sistema y la negociación colectiva estaba en manos de la CUT y de grandes centrales de trabajadores. Cuando la alejas de la empresa, el debate de la negociación pasa a ser la política económica, el déficit, la inflación, y cómo van los salarios y las condiciones laborales en esa situación. Se discute si hay políticas de subsidios que la empresa puede capturar, de programas de formación que no tienen nada que ver con necesidades de los trabajadores. La discusión se traslada a otro nivel y todos se convierten en actores políticos, no en representantes de los trabajadores. Es un gran abono para las huelgas generales que son siempre huelgas políticas.

– ¿Y cuál sería el impacto en el empleo?

– Al introducir estas rigideces el ajuste se produce por la cantidad, es decir, despidos. Este país necesita flexibilidad salarial. Tiene que responder a las condiciones del mercado. Es una mala política pública incorporar una negociación colectiva que no sea a nivel de las empresas. Cuando llegue el momento de un ajuste económico, si los salarios no se pueden reducir, van a tener que despedir trabajadores. Chile tendrá un desempleo estructural, no coyuntural, muy alto. Pasará automáticamente a tener una tasa de desempleo permanente más alta, de entre 400 y 500 mil personas más en relación a lo que hay hoy. Un piso muy difícil de sobrellevar en un país que no es rico y donde esas personas serán las menos capacitadas, por lo tanto, las más desfavorecidas de nuestra sociedad. Precisamente las personas que menos merecerían que el Gobierno les clave este puñal por la espalda.

– ¿Qué opina, en general, de las reformas del Gobierno?

– El Gobierno, claramente, se está equivocando con las reformas. No son las reformas que Chile necesita. Si le llevan estas reformas a Ángela Merkel les dirá que son la mejor forma de dilapidar la competitividad, a pasar a ser un país mediocre, como dice el Financial Times. Las reformas le añaden arena al engranaje productivo, le ponen plomo en las alas a la economía chilena.

– El gobierno replica que son necesarias para mejorar la educación

– La reforma educacional debe ser una reforma del lado de la oferta, pero la chilena no es educativa, es del gasto público. No están hablando de estudiar más matemáticas u otro idioma, no hablan de que los profesores tengan más horas de clases, sino de quién va a poner la plata. El ex ministro Aninat lo dijo brillantemente en CNN en la entrevista con Tomás Mosciatti: “Eyzaguirre parece un  ministro de Hacienda más que de Educación”. Lo único que hace es enfocarla por el lado financiero. El gran ausente de todo este debate es precisamente la educación.

– ¿Coincide con el Financial Times en que Chile se está convirtiendo en un país mediocre?

– Efectivamente, creo que estas reformas convierten a Chile en un país mediocre. La reforma laboral no es la que necesita Chile, que tiene un problema enorme con la baja participación femenina en el mercado laboral. Tiene el problema, advertido por los inversionistas extranjeros y empresarios, de que han subido los costos laborales fuertemente pero la productividad sigue baja, aunque sea la más alta de América Latina. Lo lógico sería hacer reformas sociales profundas e inteligentes para que las mujeres puedan incorporarse con seguridad al mercado laboral. Eso contendría los costos laborales porque al haber mayor oferta laboral bajan  los sueldos. Pero aquí los ministros están pintando con la brocha gorda.

– ¿Cómo ve el crecimiento de Chile en los próximos años?

– En 2015, en vez del 3,6% que dice el ministro Arenas, creo que estaremos en torno al 2%, no veo más, incluso por debajo. Pero es muy difícil que entren en recesión en el corto plazo porque la economía sigue siendo libre y flexible. Pero eso, ya lo estamos viendo, es muy fácil de estropear por un Gobierno.

– ¿Por qué dice que la reforma tributaria le echa arena al engranaje productivo?

– Chile está haciendo lo que dicen los ingleses, la reforma tributaria les auto inflige daño. No va a recaudar, ni de lejos, los US$ 8 mil millones que dice Arenas. El próximo año le podrá ir bien por el efecto coactivo de algunas medidas sobre el FUT, pero el gran problema los próximos años será la estabilidad de las cuentas públicas. Va a subir la deuda pública porque el gobierno va a intentar compensar la falta de ingresos fiscales con eso. Como tiene endeudamiento bajo dirá que hay margen para tomar deuda y hay bonos soberanos. El Gobierno dice que tiene una posición fiscal sólida y puede girar contra esa cuenta. Pero como el deterioro llegará más rápido de lo que cree, se producirá una coyuntura fiscal complicada. Se abrirá toda la discusión de los que piden austeridad y sus enemigos.

– ¿Chile se está alejando de su imagen líder de América Latina?

– Las cuatro reformas, educativa, tributaria, laboral y constitucional, niegan la posibilidad de que Chile siga un camino propio señalándose como una sociedad con una economía libre y eficiente, y lo convierte en una economía mediocre. El gobierno cree que el modelo es la vieja Europa, que ofrece supuestamente estándares más altos pero tremendamente injustos, porque no hay almuerzos gratis. Al final, alguien paga. La educación no es gratuita, la pagamos entre todos. Creo que el que mejor sabe cómo gastar su plata es el que se la gana.

– ¿Cuál es su opinión sobre el lucro en la educación?

– Ese debate ha envenenado completamente la Educación chilena. Quién puede determinar qué es ganancia injustificada. Es meterse en un debate absurdo, en discutir un mito político que no está bien analizado ni desagregado en Chile.

– ¿Cómo chileno, qué siente sobre el rumbo del país?

– Durante muchos años sacaba pecho por lo bien que lo hacían los chilenos, de la gente que salió de la miseria, de las cosas bien hechas, las políticas públicas bien implementadas, la ampliación de las libertades, pero el despliegue del poder público al final ha sido intervencionista, autoritario y termina coartando las libertades. No solo me refiero a la herencia reconocible de la dictadura militar, sino a programas como el Transantiago. Ahora no tengo motivo para sacar pecho, tengo el pecho hundido por la señora Bachelet.

 

FOTO: UDD

Deja un comentario

Debes ser miembro Red Líbero para poder comentar. Inicia sesión o hazte miembro aquí.