«Si queremos ‘chilenizar’ tendríamos que pensar que la fragmentación se puede dar tanto en el extremo como en el centro de una determinada fuerza o coalición política. Lo importante es que la política chilena tiene elementos institucionales -elecciones primarias, segunda vuelta- que funcionan como unas eliminatorias». Estas palabras de John Müller, periodista y analista internacional asentado en España, muestran algunas de las «lecciones» que dejaron  los comicios españoles de este domingo.

En conversación con El Líbero, el también columnista de El Mundo, señala cómo la división afectó tanto a la izquierda como a la derecha, no ve en la política chilena a un «Pedro Sánchez» y analiza los magros resultados de Podemos, «van en camino a convertirse en una fuerza residual».

-En grandes líneas, el domingo se vio un triunfo del PSOE, mal resultado del PP, el desplome de Podemos, alza de Ciudadanos, y la entrada de Vox al Parlamento. ¿Cuál es la lección final que se saca de estos resultados? ¿Triunfa el centro por sobre los extremos?

-La lección era conocida, que las elecciones se ganan en el centro político. Y que las posiciones extremas solo triunfan en coyunturas críticas. Para el sistema español, además, la fragmentación ha tenido consecuencias: los bloques de izquierda y derecha han empatado en porcentaje de votos, con un 43% aproximadamente, pero el PSOE y Unidos Podemos han sumado 165 escaños y PP, Ciudadanos y Vox se han quedado en 149. Es la primera vez que la derecha ha ido dividida bajo tres marcas y ha comprobado que así nunca ganará una elección. Esa fue la enseñanza de Aznar que aglutinó a toda la derecha postfranquista bajo las siglas del PP.

-La fragmentación de la derecha del Partido Popular y Vox, ¿se puede “chilenizar” con Chile Vamos y José Antonio Kast?

-El PP ha vivido una tormenta perfecta. No solo le quitó votos desde la derecha Vox, sino que también lo hizo en el centro Ciudadanos, un partido que se dice liberal, pero que tiene raíces socialdemócratas. Así que si queremos «chilenizar» tendríamos que pensar que la fragmentación se puede dar tanto en el extremo como en el centro de una determinada fuerza o coalición política. Lo importante es que la política chilena tiene elementos institucionales -elecciones primarias, segunda vuelta- que funcionan como unas eliminatorias. Pero si una fuerza política desconoce las reglas que son generalmente aceptadas podría desestabilizar el sistema. Me temo, sin embargo, que si alguien hace eso sería visto como una fuerza populista y, en determinadas circunstancias, penalizada por una opinión pública seria.

Creo que Vox como Kast tienen un techo electoral y para romperlo tendrían que ocurrir cosas muy excepcionales».

-Tal como creció Vox en España, ¿José Antonio Kast debiese tener un crecimiento como ellos?

-Bueno, Kast tuvo un 9% de los sufragios en la primera vuelta de 2017. Vox tiene un poco más del 10% y eso le ha supuesto 24 diputados. Son muy parecidos los números. Aunque hay gente que se imaginó que Vox podía representar más, fundamentalmente por la campaña del miedo alentada por los socialistas, hay que reconocer que obtener 24 de los 350 diputados la primera vez que te presentas a unas elecciones es un gran éxito. Creo que Vox como Kast tienen un techo electoral y para romperlo tendrían que ocurrir cosas muy excepcionales. Estas cosas a veces son interpretadas como cesiones o traiciones por los seguidores más fanáticos y eso marca un proceso de reequilibrio e integración de una fuerza política en el paisaje. 

Podemos va camino de convertirse en una fuerza residual y Pedro Sánchez tiene la oportunidad única de adoptarlos como hijos suyos o del Partido Socialista».

-Siguiendo con esta línea, muchos socialistas acá analizaron “Si en España se pudo, acá en Chile también se puede lograr”. ¿Es posible hacer ese paralelo?

-Siempre se puede. Lo que pasa es que hay demasiados elementos singulares en el caso español. Sánchez es un dirigente que cuestionó el establishment interno de su propio partido, se enfrentó y fue expulsado del mismo en medio de una crisis y volvió para conquistar el liderazgo seis meses después. Esto lo convertía en un líder bajo sospecha para la mayoría de los españoles. Pero una figura constitucional del parlamentarismo, la moción de censura, le permitió derribar a su antecesor, Mariano Rajoy, y demostrar que él podía gobernar de manera moderada. La verdad es que Sánchez empleó esos 10 meses que estuvo en el poder para hacer una campaña electoral que consistía en decirle a los españoles: «oiga, no soy un loco, ni un líder poco fiable, puedo gobernar y no se hunde el país». Y lo logró.

-¿En Chile ve a un “Pedro Sánchez chileno»?

-Ahora mismo no lo veo. ¿Un líder que desafía al establishment de su propio partido y que conecta con la militancia hasta el punto de desalojar al poder establecido? Se necesita una ambición muy grande y un sentido del poder enorme para conseguir eso.

-¿Qué lección concreta debiese sacar la izquierda en Chile? Usted dice que Vox “fue alimentado por el PSOE”. ¿Por qué?

-En junio del año pasado, Vox era un partido político residual, pero con ganas de figuración. Estoy convencido de que la idea de proyectarlo políticamente nació en el entorno de Pedro Sánchez. Por eso se decidió convertir la exhumación del cuerpo de Francisco Franco en un asunto de primer orden político, pese a que la mayoría de los españoles Franco ya no les dice nada a estas alturas. Tras eso, y a raíz del intento ilegal de independencia de Cataluña, Vox empezó a crecer y en diciembre se consagró en las elecciones andaluzas al conseguir casi 400.000 votos. Cada vez que se hablaba de Vox, más se fragmentaban los votantes de derecha que abandonaban el PP. ¿De dónde salió esta idea? Sánchez no ha sido nada original. Eso mismo hizo el PP con Podemos en 2014. La derecha vio que si Podemos crecía le quitaba votos a los socialistas y por eso el gobierno del PP nunca cuestionó a las televisiones que hablaban matiné, vermut y noche de Pablo Iglesias. El miedo a Podemos cohesionó el voto de derecha en torno a Rajoy y le ahorró un descalabro como el que ahora ha sufrido el PP.

Ahora mismo no veo a un «Pedro Sánchez chileno». ¿Un líder que desafía al establishment de su propio partido y que conecta con la militancia hasta el punto de desalojar al poder establecido? Se necesita una ambición muy grande y un sentido del poder enorme para conseguir eso».

-¿Y Chile Vamos? ¿Por qué el electorado castigó al PP con Vox?

-Porque el PP dio la impresión de que se había convertido en una máquina de poder sin principios. Al gobierno de Rajoy solo le importaba la gestión del poder, pero nunca se preocupó de explicar o justificar por qué hacía las cosas y menos construir una historia en torno a sus logros. Esto, sobre todo, se manifestó en la crisis de Cataluña. Rajoy echó a rodar la maquinaria del Estado, con sus jueces y fiscales persiguiendo a los independentistas que habían cometido ilegalidades, pero nunca explicó a los ciudadanos el sentido político de lo que estaba haciendo.

-Otro actor importante es Ciudadanos. ¿Es un descontento con los partidos tradicionales PSOE y PP? En Chile celebró su votación el senador Felipe Kast. ¿Es Evópoli el símil de Ciudadanos? ¿O lo es más Andrés Velasco?

-Ciudadanos es un partido liberal y burgués. Tiene raíces socialdemócratas en Cataluña, donde nació como un partido que reaccionaba contra los independentistas desde una perspectiva progresista. Cuando se ha desplegado por España, se ha proclamado liberal progresista. Tiene fama de que es el partido de los mejores economistas del país. Tiene muy buenos cuadros y atrae voto profesional, urbano y joven. En Chile podría ser Evópoli o el Ciudadanos de Andrés Velasco o un sector de la DC. Curiosamente, un partido con tantos técnicos buenos ha sido el más populista de todos en esta campaña en España. De hecho, no presentó ni siquiera una memoria económica de su programa electoral, cosa que sí hizo Podemos por ejemplo.

-¿Y el fracaso de Podemos? En Chile el Frente Amplio es el gran seguidor de Podemos y ya han vivido diferencias internas.  ¿Podrían seguir ese complejo camino?

-La diferencia es que en el gallinero de Podemos solo hay un gallo: Pablo Iglesias. Y una gallina: su compañera, Irene Montero. De hecho, las permanentes depuraciones han permitido este mando centralizado. Es cierto que su voto se ha erosionado, pero me parece poco si consideramos las incoherencias en las que han caído Iglesias y Montero delante de su militancia. Van camino de convertirse en una fuerza residual y Pedro Sánchez tiene la oportunidad única de adoptarlos como hijos suyos o del Partido Socialista.

 

Crédito de Foto: El Español