A propósito del décimo aniversario desde su puesta en marcha, celebrado en febrero pasado, la revista The Economist dedicó ayer un extenso reportaje (ver aquí) a analizar el Transantiago, el sistema de transporte capitalino que acumula un millonario déficit desde que en 2007 debutara en la primera administración de Michelle Bachelet.

“Lanzado con mucha fanfarria, el esquema debía integrar líneas de autobús y metro y acelerar el tráfico. Los autobuses amarillos que lanzaban humo desaparecieron. Las tarjetas inteligentes reemplazaron el efectivo. Pero Transantiago está chisporroteado. La evasión de tarifas es desenfrenada, los viajes se están haciendo más lentos y el Estado ha gastado miles de millones de dólares para apoyar a los operadores de autobuses privados. Los pasajeros a veces esperan siglos en paraderos garabateadas con graffitis sin saber cuándo llegará el próximo autobús. El think tank Espacio Público cree que es la peor política pública de Chile desde que el país volvió a la democracia en 1990”, señala de entrada la publicación de la revista británica.

A continuación, The Economist sostiene que los problemas surgieron desde el diseño del sistema (“los planificadores pusieron algunos carriles de autobús directamente sobre las líneas de metro, por lo que las dos formas de transporte compiten en lugar de complementarse entre sí”) y que la evasión del pago del pasaje se está transformando en el principal dolor de cabeza.

“Cada vez más, los pasajeros están menos dispuestos a pagar. A pesar de las subvenciones, las tarifas han subido un 40% desde 2010, mucho más rápido que la mayoría de los precios. Los viajes en autobús han caído en un 8% desde 2012. Para algunos, el esquivar las tarifas es una forma de protesta (…). A veces los autobuses están tan llenos de gente que incluso los pasajeros honrados tienen problemas para llegar a la máquina donde se paga”, dice el artículo titulado “Un sistema que no va hacia ninguna parte”, en el que también se advierte que la reciente renuncia del ministro Andrés Gómez-Lobo se habría debido, en parte, a su mala gestión del sistema.

Pero la revista británica igualmente rescata algunos logros del Transantiago. Por ejemplo, sostiene que desde su puesta en marcha han disminuido los accidentes mortales, los asaltos en buses y la contaminación. Asimismo, destaca que ha mejorado la condición de los choferes del sistema: “Comparado con el transporte en muchas otras ciudades latinoamericanas, Transantiago trabaja bastante bien”.

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