Según dice un antiguo refrán, “no hay plazo que no se cumpla”. Así, finalmente, y tras dos procesos electorales (prórrogas de por medio), está próximo el inicio del trabajo de la Convención encargada de redactar un proyecto de nueva Constitución para el país.

Han sido varias las voces que han advertido que Chile atraviesa en la actualidad por una de las crisis más graves de su historia. Tal como queda de manifiesto de la realidad que nos toca vivir, la tarea de los constituyentes no se enmarca hoy en el ambiente más propicio para un propósito de esa envergadura, sino que, más bien, se enfrenta a grados de crispación y violencia que están muy lejos de constituir un buen augurio.

¿Qué decir, entonces, a aquellos constituyentes que, pese a todo y a todos, se han declarado partidarios de un orden social libre? Quizás pueda ser útil recordarles una frase que, en un contexto de grave crisis económica, fue empleada por quien, en otro país, asumía el cargo de Presidente de su país. Fue a principios del año 1933 que Franklin Delano Roosevelt dijo a sus compatriotas que “sólo hay que temer al temor mismo”.

Se suele afirmar que el temor cumple un rol relevante en la definición de la conducta de los individuos, puesto que en la medida que él está vinculado a la percepción de los riesgos, ayuda a evitar aquellos que son innecesarios o desproporcionados. El problema, como es sabido, es que el temor puede crecer más allá de lo razonable, y convertirse en desánimo y parálisis que lleven a rendirse ante las dificultades. Dicho en términos deportivos, a asumir como inevitable la derrota antes de jugar el partido.

¿Qué se requiere entonces en las actuales circunstancias? Valor. El valor para superar la tiranía de la farándula y la superficialidad. Para sobreponerse a la cultura de la cancelación y de la agresión que inundan las redes sociales e impulsan la violencia. Para recordar que no hay libertad sin riesgos, y que en nuestros días el principal de ellos parece ser dejar de defenderla ante los dictados de lo políticamente correcto.

Se ha dicho que la política puede ser definida como el arte de lo posible. Parte esencial de su ejercicio en democracia supone la negociación y la búsqueda de acuerdos con quienes piensan distinto, para permitir una convivencia pacífica y ordenada. Es lo que tendrán que hacer los constituyentes, pero, para que tenga sentido, para que, volviendo a la imagen deportiva, ello suponga jugar el partido como debe ser jugado, ha de hacerse desde el compromiso con los principios y no a partir de su abandono u olvido. 

Si de verdad queremos vivir en un orden social libre, entonces, ni los constituyentes que hemos elegido, ni quienes votamos por ellos podemos olvidar que las ideas importan, y que este es, precisamente, el momento en que todos debemos demostrarlo.

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