Han transcurrido pocos días desde que explotara una bomba en el Subcentro de la estación de Metro Escuela Militar, y al ex director de la Agencia Nacional de Inteligencia (ANI), Gonzalo Yuseff, nadie le saca de la cabeza que los responsables de la colocación son los mismos que han estado detrás de los atentados de los últimos años: “Nadie empieza a poner bombas en lugares concurridos a la primera, porque colocar bombas y el manejo de explosivos requieren de experiencia”.
En entrevista con “El Líbero”, el abogado que estuvo a cargo del edificio de calle Tenderini en el gobierno de Sebastián Piñera, reflexiona sobre los diferentes escenarios que han tenido que enfrentar la antigua “Oficina” de principios de los 90 –organismo dirigido por Marcelo Schilling que estuvo a cargo de desarticular grupos subversivos que siguieron funcionando en democracia- y la actual ANI, que ha sido blanco de numerosas críticas por su labor. Además, entrega un diagnóstico de la situación actual y difiere de los cambios que se han planteado para perfeccionar la ley de inteligencia y la ley antiterrorista.
– En entrevista con diario Pulso, el diputado Marcelo Schilling señaló que la izquierda no tiene temores para reprimir y actuar en casos como los de las bombas, y citó el ejemplo de la “Oficina” que le tocó dirigir a principios de los 90. ¿Qué tan diferente es la situación actual?
– Las tres diferencias con el comienzo de los noventa son que, primero, en esa época gran parte de los grupos decidió desmovilizarse; segundo, los pocos descolgados que quedaron fueron puestos en evidencia por sus antiguos camaradas; y tercero, que había un sistema penal inquisitivo en que los jueces condenaban con el mérito del informe policial. Eso facilitó la labor de ese organismo.
– En la misma entrevista, Schilling señala que la ANI es un lugar donde se va a leer el diario…
– Lo único que puede saber Schilling, por la naturaleza de la organización, es lo que pasaba en los gobiernos de la Concertación y de la Nueva Mayoría.
– Desde mayo hasta ahora ha habido un recrudecimiento en términos de colocación de bombas ¿A qué se debe este fenómeno?
– Más importante que el recrudecimiento, porque bombas se han venido poniendo desde el año 1997, creo que el gran cambio es que ahora se está atacando derechamente a ciudadanos, que era algo que se había anunciado en los discursos y reivindicaciones anarquistas, pero que ahora pasó. Tenemos el atentado con bomba más importante desde que se volvió a la democracia. Antes ellos mismos se ponían límites, en cambio ahora escalaron en su límite. Antes se autocensuraban y ahora no.
– ¿Por qué empiezan a poner bombas en lugares con personas?
– Querían escalar en su proyección. Siempre se pueden ir radicalizando los grupos y eso pasa en todo el mundo. Boko Haram hace 10 años no existía y empezaron a poner bombas y a secuestrar gente. Hay un proceso de acumulación de fuerza de los grupos.
– ¿Se puede hablar de que hay un desborde?
– Si, y no es porque lo diga yo. La reacción de la prensa y la opinión pública es una comprobación de esto.
– A la luz de lo vivido en los últimos meses, ¿En Chile hay terrorismo, o estas son cosas aisladas, como han dicho las autoridades?
– La cuestión retórica es poco importante, si lo que está pasando en Chile es que hay gente que coloca bombas. Qué nombre le pone uno a eso, depende del gusto.
– Y a su juicio…
– Sin duda es terrorismo. Decir que hay actos terroristas pero no hay terrorismo, es ridículo por definición.
– ¿Influye en esta escalada que haya muy pocos presos por colocación de bombas?
– Sí, que no haya presos en la actualidad incide sustancialmente, en el sentido de que los que cometen atentados no quieren perjudicar a sus mismos camaradas presos, por decirlo así. O sea, si tú tienes seis o siete procesos andando, y como ellos mismos levantaron la tesis de que todo era un montaje, tú no puedes sostener que algo es un montaje si empiezan a explotar bombas en todos lados. Por eso es importante que hayan detenidos.
– ¿Por qué hay tan pocos presos cumpliendo condena?
– Eso habría que preguntárselo a las autoridades actuales, porque cuando yo estuve como director de la ANI había muchos detenidos.
– ¿Y por qué quedaron libres?
– Porque no les aplicaban la ley antiterrorista, porque estimaban que ciertas bombas, en ciertos lugares y en ciertas horas, no eran terroristas. Entonces, se les condenó por porte de explosivos, que tiene penas bajas. Se hacían las típicas negociaciones entre fiscales y defensores y quedaban libres. Entonces, más que la falta de detenciones, el problema es la falta de condenas.
– ¿Todos los casos de colocación de bomba ameritan que se aplique la ley antiterrorista?
– Obvio que sí. Si ponen una bomba, tenemos que suponer que es un atentado terrorista (…). Si alguien demuestra en el curso de la investigación que fue otra cosa, bueno, pero es mejor partir suponiendo que es terrorista, que al revés.
– ¿Por qué no siempre se invoca esta ley ante estos casos?
– Por un prejuicio ideológico. Los que criticaron al anterior gobierno por ser duros y paranoicos respecto de los temas vinculados a la seguridad pública, partieron este gobierno diciendo que ellos iban a hacer lo contrario y a mitad de camino se encontraron con esta situación y tuvieron que cambiar el discurso. Entonces, obviamente hubo un acomodo del discurso, y ¡afortunadamente!
– ¿Puede que el primer discurso, el de no aplicar la ley antiterrorista, haya dado pie para que se generaran estos casos?
– No me atrevería a hacer esa relación. A lo mejor habrían puesto igual las bombas. Pero lo que le corresponde a la autoridad, políticamente, es reprimir estas conductas sin perjuicio del resultado práctico que tenga. Otra cosa importante es que no es la autoridad, el Ministerio del Interior, el que dice si una ley se aplica. Las leyes son leyes de la República y se supone que, por lo menos, cuando yo estudiaba derecho, las leyes eran aplicables a todos los ciudadanos desde que estaban promulgadas.
– ¿Cómo se frena esta ola de atentados? ¿Qué señales tiene que dar la autoridad?
– Lo esencial es detener a los responsables de los últimos dos ataques en el Metro. Si no hay detenidos y una ejemplificación respecto de estos ataques que la sociedad chilena ha puesto como límites a la acción que está dispuesta a tolerar, los comportamientos se van a seguir reiterando en el tiempo.
– ¿Cómo se logran esas detenciones?
– Primero, las investigaciones policiales son muy impredecibles. Dependen de factores de azar. Pero, suponiendo que pasará lo más corriente, y que no van a pillar a nadie, como ha ocurrido en los 29 bombazos que van en el año, creo yo que se le plantea un problema serio a la autoridad. Hay mucha gente potencialmente colocadora de bombas. Hay grupos en Viña, en Chillán, en Santiago. Tienes que pillar a uno y ese uno tiene que ser ejemplo para todos los demás potenciales colocadores de bomba. Es un problema complejo y no va tener una solución mágica.
La labor de la ANI y las modificaciones a las leyes
– ¿Existe una suerte de incapacidad por parte de la ANI, actual y anterior, en lograr captar los movimientos de estas personas?
– No ha habido dudas respecto de la autoría y no he escuchado tesis alternativas respecto de quiénes son. Entonces, en mi opinión, este no es un problema de inteligencia, porque la inteligencia no consiste en pillar gente ni usar métodos invasivos. Eso no tiene nada que ver con la inteligencia. La inteligencia es un análisis de la situación y una anticipación de lo que pueda pasar en un futuro. Es una información orientadora para la autoridad, no tiene por objeto capturar personas, eso lo hacen en todo el mundo las policías, y en Chile, el que dirige las policías en ese tipo de labores es el Ministerio Público, entonces qué tiene que ver la ANI con eso.
– ¿La ANI actual debería tener antecedentes de quiénes están detrás de estos atentados?
– No, porque esa es labor de la inteligencia policial. Si la ANI estuviera metida en eso estaría cometiendo una tremenda ilegalidad porque las investigaciones judiciales las tienen que dirigir órganos imparciales. Cómo va a estar un organismo que depende del ministro del Interior aportando pruebas a un juicio. En ninguna parte los organismos de inteligencia presentan pruebas, en ninguna parte son los agentes de inteligencia los que van a los juicios. Entonces, hay mucha ignorancia respecto de cuál es el rol de la inteligencia y quién está llamado a materializar la persecución penal y obtener condenas.
– ¿Qué te parecen las modificaciones que se están planteando para la inteligencia?
– Desorientadas, creo yo. Por lo menos las que he escuchado del agente encubierto, que para estos casos no tiene ninguna posibilidad de ser útil. La idea de convertir a la ANI en un organismo operativo es una barbaridad, porque no sé quiénes harían ese trabajo. Tendrían que contratar agentes mercenarios, porque en este momento en Chile no hay escuelas de inteligencia civiles donde salga gente capacitada para hacer ese trabajo.
– ¿Y el cambio que algunos han planteado para que el delito terrorista sea sólo aplicable para grupos organizados?
– Eso va a ser más difícil de demostrar, porque estos sujetos son conspirativos, no van a una notaría a firmar una escritura de sociedad. Al final será peor y si existe la voluntad de absolver, se va a encontrar otro pretexto.
El perfil de los que están detrás de las bombas
– ¿Quiénes son los que ponen las bombas?
– El modus operandi es el mismo, andan en grupos de dos o tres personas, uno hace la labor de chequeo, el otro ve los explosivos, entonces ese es un antecedente que da para pensar que siguen siendo los mismos. Otro antecedente es la inferencia que uno hace de que nadie empieza a poner bombas en lugares concurridos a la primera, porque colocar bombas y el manejo de explosivos requieren de experiencia. Por eso, es casi inverosímil pensar que el que puso la bomba en el metro, esta haya sido su primera bomba. Eso es algo que tendrá que arrojar la investigación, pero no creo que haya otro grupo en Chile (que haga esto), porque tampoco ningún otro grupo en Chile ha anunciado el uso de la violencia.
– ¿Cuáles son las motivaciones para poner las bombas?
– Es parte de la naturaleza de su ideología. El anarquista insurreccional cree que es la violencia la única manera de obtener, no sólo sus objetivos, sino que lo ve como una cuestión de liberación personal. Dentro de ese juego, por decirlo, en algún momento empieza a escalar.
– ¿Detrás de esto están sólo anarquistas?
– Esa es mi opinión, no tengo antecedentes nuevos, pero el sentido común me indica que son las mismas personas y que no hay nadie que tenga motivaciones distintas para colocar bombas.
– ¿Cuál es el perfil de estas personas?
– Creo que hay dos grupos generacionales. Están los antiguos Mapu-Lautaro que son los del Banco Security y cuatro del Caso Bombas. Esos son como los ídolos. Y después está la generación de gente joven, que ha crecido en los gobiernos democráticos y ahí hay personas más disfuncionales, cuicos, trabajadores en busca de fama, personas como (Candelaria) Cortés Monroy y (Francisco) Solar, que son niñitos bien y tienen odio… entonces ahí se mezclan las generaciones venideras. Pero también hay personas marginales, en el sentido de estar en el margen del pensamiento de la sociedad.
– Llama la atención que las policías, con toda la tecnología que existe, no puedan identificar quiénes están detrás.
– Estos sujetos son inmunes a la tecnología. Salvo el uso de las redes sociales, que las usan en su favor para coordinarse y no tener que contactarse físicamente, no usan celulares, y si se juntan lo hacen en una plaza y tienen medidas de contrainteligencia. La tecnología no es tan útil, la única cosa útil es el chivateo, el soplón o el informante, que es la herramienta propia de la inteligencia, que es la persona que tu captas por alguna razón y te da información respecto de lo que van a hacer y tu esa información se la entregas a la policía y los pillan.
– En algún momento se habló de que estos grupos recibían colaboración de células anarquistas extranjeras. ¿Hay antecedentes para afirmar eso?
– Por ideología estos grupos son internacionalistas. No creen en el Estado y menos van a creer en los límites nacionales. Efectivamente hay redes internacionales, pero los chilenos se bastan a sí mismos para sustentar estas acciones y, al contrario, los chilenos son más peligrosos afuera, como quedó demostrado con el caso de (Francisco) Solar en el bombazo de España, que los extranjeros en Chile, porque los chilenos tienen un rol protagónico en el mundo anarquista y eso gracias a la gran reputación que tienen sus líderes encarcelados, fundamentalmente los del Caso Security y los del Caso Bombas.
FOTO: EL LÍBERO