Myanmar y Estados Unidos encarnan esta semana dos caras de la libertad de expresión. El país del Sudeste Asiático (también conocido como Birmania) está en la primera plana por la condena a siete años de cárcel y trabajos forzados para dos periodistas acusados de violar una ley sobre los secretos de estado por investigar la masacre de los rohinyá. Por su parte, el Presidente de Estados Unidos se encuentra en el ojo del huracán tras la publicación de un polémico libro -que deja en evidencia el caos al interior de la Casa Blanca- y una controversial editorial anónima de The New York Times. En ésta, un funcionario de su propio equipo revela la existencia de una “resistencia dentro del gobierno”.
Los profesionales de Reuters fueron sentenciados a prisión por reportear la matanza a un grupo de rohinyás. Esta minoría musulmana ha sido víctima de los constantes ataques del ejército birmano, situación que la ONU califica como un “intento de genocidio”. Para Human Rights Watch este hecho constituye un “mazazo contra la libertad de prensa en Myanmar, que da muestra del miedo que el Tatmadaw y el Gobierno de Myanmar sienten por el periodismo crítico y de investigación, pilares de una democracia real”. Por su parte Michelle Bachelet -quien debutó como Alta Comisionada de Naciones Unidas- pidió que el gobierno de Birmania libere “inmediatamente e incondicionalmente” a Kyaw Soe Oo y Thet Oo Maung, ya que el trabajo de los reporteros “era claramente de interés público y de otra manera quizás nunca habría salido a la luz” . Para la ex Presidenta, “su condena se produce tras un proceso legal que claramente incumplió estándares internacionales”.
«No sé por qué los políticos de Washington no cambian las leyes de calumnias e injurias», dijo el Presidente Donald Trump.
En Norteamérica la situación es radicalmente opuesta. En Miedo, Trump en la Casa Blanca (Fear, Trump in the White House) el prestigioso periodista Bob Woodward muestra al Presidente de Estados Unidos como un hombre inculto y colérico. El ganador del Pulitzer y más que célebre profesional reveló el escándalo de Watergate en 1974 que llevó a la renuncia de Richard Nixon a la presidencia de Estados Unidos, el primer y único mandatario norteamericano en dejar su cargo. Y ahora se lanza contra Trump, quien tras conocer extractos del libro twitteó: “¿No es una vergüenza que alguien pueda escribir un artículo o libro con historias inventadas y forme una imagen de una persona que es literalmente opuesta a la realidad y se salga con la suya sin castigo o costo? No sé por qué los políticos de Washington no cambian las leyes de calumnias e injurias”. La “sugerencia” de Trump es bastante insólita, especialmente en un país que reconoce en la primera enmienda de su Constitución la protección los derechos a la libertad de religión y a la libertad de expresión sin interferencia del gobierno.
Cambiar las leyes. Esa es la propuesta de Trump. Cambiarlas para que Woodward, con su incuestionable reputación, no pueda escribir un libro en que critique su figura. Cambiarlas para que The New York Times no pueda publicar una editorial anónima -la identidad del columnista sólo la conoce un selecto grupo del diario- que revela la existencia de un equipo dentro de su gobierno que busca minimizar el daño que él es capaz de infligir a la democracia norteamericana. “El dilema -que él no entiende por completo- es que muchos de los funcionarios de alto rango en su propio gobierno trabajan diligentemente desde adentro para frustrar partes de su agenda y sus peores inclinaciones”.
Si el gobierno de Myanmmar buscaba a través de esta condena mandar una señal a la prensa para qué ésta no se inmiscuyera en ciertos temas, obviamente erró la estrategia. Antes de la condena, los rohinyá no acaparaban los titulares. Sin embargo bastó que su historia se hermanara con la defensa de un principio y derecho humano como es la libertad de expresión para que este pueblo alcanzara una visibilidad inesperada.
Al artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos establece que “todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión”. Kyaw Soe Oo, Thet Oo Maung, Bob Woodward y el anónimo funcionario de la administración Trump debiesen estar protegidos por este principio. La justicia así lo indica. Lamentablemente, en política la justicia no siempre es parte de la ecuación.
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