Hace pocos días la Organización Mundial de la Salud (OMS) incluyó la adicción a los video juegos dentro de su listado de enfermedades mentales. Características de esta nueva patología son la falta de control sobre el tiempo destinado a su práctica, el considerar la actividad como prioritaria y el que se vean afectadas áreas como la educación, el trabajo y las relaciones interpersonales. Todos síntomas que, querámoslo o no, se presentan también con las series de televisión.

El término binge-watching (algo así como “maratones de series” o “visionado con atracones”) refleja claramente el fenómeno. Según cifras de Netflix, más del 60 por ciento de sus suscriptores ve entre 2 y 6 episodios cada vez que se sienta frente a la pantalla. ¿Por qué lo hacen? Varios afirman que la principal razón es que “se sienten bien” y que además les permite generar vínculos con otras personas, al potenciar la conversación con quienes ven el mismo programa.

Las series nos permiten vivir otras vidas, soñar.

¿Por qué se sienten bien? De acuerdo con diversos estudios todo radica en las sustancias químicas que genera nuestro cerebro, como la dopamina, la que produce sensaciones positivas que nos llevan a consumir la temporada completa de una sola vez. Las cifras de Stranger Things II así lo demuestran. En Estados Unidos más de 360 mil personas vieron los nueve episiodios sin interrupción. Sin duda, un comportamiento compulsivo que también se relaciona con la hormona CHR (la que media la liberación de otras hórmonas) y que se activa cuando la persona se enfrenta al estrés de no saber qué va a pasar después. El cuerpo permanece alerta, el cansancio desaparece y aumenta la disposición para ver el siguiente capítulo.

Las series nos permiten vivir otras vidas, soñar. Generamos una relación con los protagonistas. Los queremos u odiamos, muchas veces incluso nos identificamos con ellos. The Guardian afirma que “entumece” los sentidos y permite evadirse de los problemas. “Justo cuando recuerdo en qué debería enfocarme … 5, 4, 3, 2, 1, otro episodio comienza automáticamente y me desconecto de nuevo”, afirma una de sus columnistas.

Sin duda el problema no es que veamos series, sino que las “devoremos”, ya que finalmente son ellas las que nos engullen.

Los genios detrás de esta plataforma son conscientes de su poder. El CEO de Netflix Reed Hastings declaró sin ningún pudor que su principal enemigo es ni más ni menos que el sueño: “Cuando ves un programa de Netflix y te vuelves adicto a él, te quedas despierto hasta altas horas de la noche… estamos compitiendo con el sueño”. Y no escatiman recursos para derrotarlo. Netflix no es sólo accesible y económicamente asequible, sino que también es fácil de manejar, con un menú organizado en géneros y subgéneros que se ajustan a la sensación que buscamos experimentar en un determinado momento. Risa fácil, drama, adrenalina a mil… emociones adaptadas al gusto del consumidor.

Sin duda el problema no es que veamos series, sino que las “devoremos”, ya que finalmente son ellas las que nos engullen. Un arma de doble filo manejada magistralmente por sus creadores. Un imán para el sedentarismo, la obesidad y el insomnio. ¿Por qué le tememos al silencio? ¿Tanto terror tenemos en encontrarnos con nosotros mismos? ¿Qué nos hace optar por las emociones ajenas y dejar de lado las propias? Queremos escaparnos, evadirnos de nuestra realidad. Netflix, los videojuegos y las diversas plataformas digitales son la forma de lograrlo, pero, paradójicamente, ahora ya no podemos escapar de ellas.