Gabriel José de la Concordia García Márquez, Gabo, sigue conquistando con su pluma, especialmente en estos tiempos de pandemia en que hemos destinado más tiempo a la lectura. Incluso uno de los videos más viralizados ha sido el cortometraje “La peste del insomnio”, que busca evocar la esperanza en medio del coronavirus a través de la lectura de fragmentos de su obra por más de 30 artistas latinoamericanos (varios chilenos).

Muchos han releído Cien años de soledad (¡qué título!) y otros tantos se han sumergido en la fantasiosa familia de Aureliano Buendía por primera vez y ya no dejarán pasar otro libro del Nobel de Literatura. ¿De dónde nace esta narración cautivadora?

Gabo es también un personaje en sí mismo, desde su niñez, la influencia de sus abuelos, sus comienzos en el periodismo, la política de izquierda, el cine y sus grandísimas creaciones literarias. Tremendo recorrido del que intenta dar cuenta el documental de 2015 que lleva su nombre, de Icarus Films, disponible en Netflix, con testimonios de varios cercanos y otros tantos admiradores, como el ex presidente Bill Clinton. No sólo ganó el Nobel en 1982, sino que su narración sobrenatural dio origen al “realismo mágico” que inundó la literatura a partir de los 60 en América Latina. Por eso es muy entretenido ir conociendo los lugares que rodearon e inspiraron a este colombiano desde su nacimiento en 1927 en el precario pueblo de Aracataca, su niñez con sus abuelos en Sucre (Barranquilla), Bogotá, Cartagena de Indias, su salto a Europa, sus estadías en La Habana, hasta su muerte a los 87 años en Ciudad de México.

Infancia

Parte de una tribu de 11 hermanos, recién a los 9 se lo llevaron a vivir con sus padres y por eso fue regalón de su abuela supersticiosa y esotérica que lo crió y quien le heredó la magia del hablar que Gabo llevaría a la magia del narrar. De esa zona barranquillera toma el color, la rumba, la bohemia, la pobreza y la violencia, todos tópicos en sus novelas.

En 1943 llega a Bogotá con el contraste de ciudad gris y lluviosa, y manda sus primeros cuentos a la sección literaria del periódico El Espectador: “Tras el primer artículo en el diario que me recomendaba, me di cuenta que me había metido en un lío y que tendría que ser escritor toda mi vida“, cuenta García Márquez. En 1955, envía su primera novela, La Hojarasca, a Argentina a la Editorial Losada y allí el cuñado de Borges la rechaza y le sugiere que se dedique a otra cosa. Afortunadamente no le hizo caso.

En 1958 se casa con Mercedes Barcha (fallecida en agosto), de quien se había enamorado a los 14 años, discreta, elegante, “alérgica a los excesos”; al contrario de Gabo, según relatan sus amigos. Tuvieron dos hijos -Rodrigo (cineasta) y Gonzalo (diseñador de tipografías)- y lo acompañó hasta su muerte. “Mi mujer -declaró el escritor- ha quedado regada en todos mis libros”.

Un dato curioso es que pese a que lo recordamos vestido de blanco, como la tenida con que recibió el Nobel en Estocolmo (y en Cartagena hay tiendas que sólo venden ropa blanca en su honor), en sus comienzos como redactor llamaba la atención por sus camisas colorinches y vestimenta estrafalaria. Pero era tal la fascinación que causaban sus reportajes escritos como piezas literarias, que nada más importaba. Por ejemplo, con el caso del sobreviviente de su historia Relato de un Náufrago (básico para el inicio de cualquier periodista).

A mediados de los 50 lo envían como reportero estrella a Francia y declara: “Pude realizar el primer sueño de mi vida, sentarme a escribir sin que nadie me jodiera El coronel no tiene quien le escriba, basado en mi abuelo que estuvo toda su vida esperando que le llegara la carta con su pensión.” Pero le costó mucho venderlo.

De vuelta en América, le tocó cubrir la llegada de Fidel Castro a Cuba y fue conquistado por el ideal revolucionario, aunque faltarían unos años para su amistad con el comandante. Luego, ya viviendo en México, decide arriesgarse y “contar las cosas como las contaba mi abuela” y debuta con su realismo mágico en esos 20 capítulos sobre la familia Buendía en Macondo (su Aracataca), con lo sobrenatural como si fuera real y se convierte en una metáfora de América Latina entera. Una vez terminado, no tenía dinero para enviarlo a la editorial en Argentina, pues eran 700 páginas, entonces lo partió en dos y lo mandó en partes para poder costear el correo. Y fue el palo al gato, el libro más vendido en la historia continental.

“Comencé a leer Cien años de soledad y no pude dejarlo, era adictivo” cuenta el ex presidente Bill Clinton, con quien también entablaría amistad. Con esta fama global, Gabo se instala en Barcelona, por fin puede vivir y gozar con las rentas de su libro, se aburguesa y vive el boom junto a Vargas Llosa, Cortázar y José Donoso, entre otros. “Él era un genio sin lugar a dudas y tú con un genio puedes hacer un partido político, una religión o una revolución, yo decidí hacer una revolución porque gracias a García Márquez hice una revolución literaria”, sostiene Carmen Balcells, la emblemática y severa representante editorial española.

En esa época comienzan las controversias políticas, pues no firma la carta de los intelectuales contra Fidel promovida por Vargas Llosa. Surgen distanciamientos y tuvo que dejar por un tiempo la escritura, y su libro El otoño del patriarca fue un fracaso de ventas. A raíz del golpe de estado en Chile, declara su famosa “huelga de literatura”: no volvería a escribir hasta que no cayera Pinochet. Empieza a apoyar causas de paz, pero su amistad con Castro le costó mucha crítica internacional, aunque la justificaba diciendo que la aprovechaba para salvar gente, como lo hizo con varios poetas. Precisamente el famoso magnate de las comunicaciones Ted Turner, durante un encuentro con Fidel, le dice a Gabo que lo considera el nuevo Hemingway.

Uno de los países que lo juzgó más duro fue su propia Colombia, que lo consideraba incluso apoyador del M19 y tuvo que asilarse en la embajada de México en Bogotá: “No tengo nada que ocultar, jamás he disparado otra arma que la máquina de escribir”, declaró el novelista.

Vienen tiempos más calmos y en 1981 publica Crónica de una muerte anunciada, sin perfil político y es un acontecimiento editorial. Al año siguiente recibe el Premio Nobel de Literatura y confiesa que fue una alegría un tanto complicada: “Ha sido una desgracia personal porque me ha desorganizado, me ha trastornado la vida privada y mi propósito es que una vez que regrese de Estocolmo doy por cancelado el episodio agradable y un poco confuso del premio Nobel para volver a ser un buen escritor”.

Y lo hizo, esta vez con El Amor en los tiempos del cólera, basado en la historia de sus padres, la redención del amor: “Voy a poner de moda la felicidad”, decía.

En los noventa crea la Fundación del Nuevo Periodismo para  elevar el nivel del periodismo, “el mejor oficio del mundo”, como sostuvo en un reconocido discurso.

La política asomó de nuevo con ocasión del asesinato de su gran amigo director de El Espectador, Guillermo Cano, a manos de la mafia de Pablo Escobar y su dolor lo inspiró para escribir Noticia de un Secuestro (1996), como una gran crónica del narcotráfico, basado en una historia real, que resultó brillante y éxito de ventas. Clinton nuevamente se lo devoró y reconoció lo mucho que le ayudó a entender el problema de la droga.

“Yo la única opción que acepto es la de no morirse, creo que lo importante es estar vivo y que la muerte es una trampa, una traición”, solía comentar Gabriel José de la Concordia antes de partir a los 87 años.

Para los amantes de la buena lectura y las buenas historias. En Netflix. Duración 1.30 hrs.

Puedes ver el tráiler aquí.

Bonus track: Puedes ver el cortometraje “La Peste del Insomnio” aquí.