Fatherhood (2021) llegó hace pocos días al catálogo de Netflix para contarnos –bajo el manoseado principio de “inspirada en hechos reales”– la historia de un padre que queda a cargo de su hija recién nacida, luego de que su madre muriera tras dar a luz.
Catalogada como una “dramedia”, por su combinación entre drama y comedia, el filme dirigido por Paul Weitz nos trae la incursión de Kevin Hurt en un papel mucho más profundo y con capas de la que nos tiene acostumbrado. En ese sentido, nuevamente un actor más conocido por sus roles cómicos nos demuestra que también es capaz de sacarnos un par de lágrimas, tal como lo hiciera hace un par de años atrás Steve Carrell en Beautiful Boy (2019).
La historia comienza con una típica pareja –los Logelin– ansiosa por el nacimiento de su primera hija, la que debe ser inducida sin muchos sobresaltos. Todo marcha bien hasta que inesperadamente la madre, Liz (Deborah Ayorinde), muere. Matt (Hart) se encuentra de un segundo a otro completamente solo con la recién nacida Maddy y toda una avalancha inabordable por delante.
Pero lo cierto es que –y quizás aquí uno de los mensajes de la película– Matt, pese a lo sombrío de su panorama, no está solo. Cuenta con el apoyo incondicional de dos buenos y divertidos amigos, su madre (en un rol secundario) y su suegra Marion, interpretada excepcionalmente por la reconocida Alfre Woodard. También tiene un rol secundario pero necesario el viejo conocido Paul Reiser (sí, el creador y protagonista de la siempre eterna serie Mad About You), quien interpreta a Howard, jefe de Matt.
Los 109 minutos avanzan rápidamente, muchas veces saltándose momentos de los que uno quisiera saber más pero dejando en evidencia los roces entre la inexperiencia radical del padre viudo, los consejos torpes pero llenos de cariño que uno siempre recibe cuando un familiar muere y, especialmente, el conflicto con una suegra que acaba de perder a una hija prometedora y que ve en la recién nacida el último trozo de ella.
La pequeña Maddy va creciendo y se convierte en una niña, interpretada muy correctamente por Melody Hurd, que ha crecido con la completa ausencia de una figura materna y bajo la tutela de un padre cariñoso, devoto, pero algo bruto. Un buen hombre… pero hombre al fin y al cabo.
Y así, se van abriendo camino Matt y Maddy, en un mundo que ya sabemos injusto para las madres solteras, pero que ahora se nos muestra también confuso para un padre que decide criar a su hija en soledad.
Interesante, por ejemplo, el tire y afloje de los Logelin con el código de vestimenta de los alumnos del colegio de monjas al que asiste la pequeña, la que debe obligatoriamente asistir con falda cuando toda su vida ha crecido al alero de un padre que sólo piensa en pantalones. Interesante punto cuando vemos que en Estados Unidos se ha instalado con no poca fuerza el derecho de niños y niñas de vestirse como quieran… con pantalones ellas, desde luego… y con falda ellos. La realidad supera, nuevamente, la ficción.
Fatherhood saca varias sonrisas y probablemente una que otra lágrima y, entre otras, deja como moraleja que cada familia es un universo en el que si bien el rol de la madre es finalmente irremplazable, los padres también pueden –y deben– estar a la altura de las circunstancias.
En Netflix.
Trailer aquí.