Nicolás Maduro y su inagotable desgobierno han tocado nuevamente la puerta del escándalo. La semana pasada, un juzgado de Estados Unidos condenó a 18 años de cárcel a Francisco Flores y Efraín Campos, sobrinos de Cilia Flores, esposa del Presidente venezolano.  La causa: nada menos que narcotráfico.

La fiscalía estadounidense argumentó que los condenados creían estar por encima de la ley producto de sus vínculos familiares, cosa que el oficialismo desmintió, agregando que las acusaciones eran falsas y que se trataba de una campaña para desprestigiar al gobierno socialista (otra vez).

Otra noticia reciente es el descriteriado despilfarro de dinero en vinos, relojes y hoteles por parte de ex dirigentes, ex ministros y familiares de Hugo Chávez, que presuntamente cobraron más de 2.000 millones de euros en comisiones ilegales por intermediar para que compañías extranjeras consiguieran adjudicaciones millonarias de la estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA).

Estos casos se suman a la larga y conocida lista de delitos e injusticias cometidas por personajes del chavismo que, por un lado, predican su amor y compromiso con los más postergados, que llevan el estandarte de la igualdad y la justicia social incrustados en el discurso, pero que, con sus acciones, no hacen más que transformar sus dichos en una bufonada o en una broma cruel.

El descubrimiento de casos como los mencionados hace que la preocupación por la situación venezolana incremente de manera exponencial con el paso de los días, ya que, de escándalo en escándalo, el país avanza a pasos agigantados hacia las nuevas elecciones presidenciales que, de continuar por esta senda de represión y transgresión a toda norma democrática y cívica, allanará el camino de Nicolás Maduro hacia una probable Presidencia vitalicia. O, dicho con más precisión, permitirá la consolidación de su régimen dictatorial, que estará sin duda alguna orquestado por personajes como los antes descritos: socialistas y revolucionarios, pero de “elite” y con suculentos negocios privados.

Y parece insólito, pero estos personajes de la trama chavista están siguiendo el mismo patrón tiránico que en su momento siguió la dictadura castrista en Cuba, que bajo la represión disfrazada de “igualdad para todos”, aún justifica los abusos hacia la gente y la transgresión de sus derechos.

¿Cómo no adoptar este método, si fue el que mantuvo a Fidel Castro por cinco décadas en el poder? “El régimen represivo creado por Fidel Castro pudo mantenerse en pie durante décadas gracias a un control draconiano que incluía duros castigos impuestos por el gobierno a quienes se atrevían a disentir mínimamente”, ha dicho José Miguel Vivanco, director para la Américas de Human Rights Watch.

Tal como sucedió en Cuba, la represión en Venezuela está consagrándose de manera preocupante en la legislación gracias a un Poder Judicial completamente subordinado al Ejecutivo. De esta manera, el temor permanente no sólo coarta a diario el ejercicio de los derechos, sino que neutraliza inevitablemente a toda posición crítica, mitigando así cualquier esfuerzo por “luchar a contra corriente”.

Pero la “recesión democrática” en Venezuela parece no ser la única. Actualmente Honduras y Bolivia ven que la alternancia en el poder –manifestación clara de un sistema democrático sano– también está siendo amenazada.

En este punto cabe preguntarse qué razones han propiciado el retorno a un camino que Latinoamérica ya transitó en la década de 1970. La fractura social podría explicar la vuelta a aquellos días, pero también las consecuencias tardías del resurgimiento del populismo a comienzos del 2000. Ahora, si bien éste tuvo su auge en Venezuela mientras la figura de Hugo Chávez conquistaba a los electores a punta de discursos y bonos, esta manera de gobernar tuvo una abrupta caída con la llegada de Nicolás Maduro, por lo que resulta evidente que su permanencia en el poder sería netamente gracias a su estrategia de represión y violación de derechos humanos.

Probablemente lo peor está por venir. Se ha ido creando un antagonismo entre el pueblo y el gobierno que ha causado una gran inestabilidad política y social, y aún falta ver qué sorpresas depara el chavismo para las elecciones presidenciales de 2018. ¿Será este el tiro de gracia para la democracia en Venezuela?

Mientras tanto, es imperativo que la opinión pública y la región en su conjunto no minimicen los escándalos de corrupción, los abusos de poder y las violaciones de los derechos humanos en el país caribeño. En este caso el silencio se transforma en un gran aliado del gobierno coercitivo y también de sus líderes socialistas-burgueses.

 

Natalia Farías, investigadora Centro de Estudios Bicentenario

 

 

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