Aunque el gobierno de Gabriel Boric aspiraba a convertir a Chile en la tumba del neoliberalismo, la realidad política lo ha obligado a convertirse en un administrador de un modelo económico de libre mercado exitoso, pero que necesita reformas y mejoras para fortalecerlo y darle viabilidad a largo plazo.

A regañadientes, Boric podrá salvar su hasta ahora mediocre legado si logra poner su firma en la nueva Constitución (la Constitución de 1980, remodelada por segunda vez) y si logra consensuar una reforma a las pensiones. Pero si se empecina en tratar de derribar los cimientos del modelo capitalista que rige en Chile, en vez de enterrar al neoliberalismo, el gobierno de Boric terminará de cavar su tumba y tallará en su lápida el deshonroso récord de ser la peor administración del país desde el retorno de la democracia en 1990.

Pecando de entusiasmo excesivo y confianza desmedida -e injustificada- en sus propias capacidades, el Presidente Gabriel Boric y su coalición compuesta por el Frente Amplio y el Partido Comunista (FA+PC) se embriagaron con su victoria presidencial de fines de 2021. Olvidaron que esa victoria se debía más a que una mayoría de los chilenos votó en segunda vuelta más por el temor a una presidencia de José Antonio Kast que por entusiasmo con un gobierno de Boric.

Como el FA+PC estaba lejos de la mayoría en el Congreso, el Presidente Boric debió salir a buscar socios en la izquierda y centroizquierda para armar una coalición mayoritaria. Pero, temiendo que Boric fuera un pasivo más que un activo de largo plazo, el PS y los otros partidos de la vieja Concertación -exceptuando el PDC- entraron al gabinete, pero insistieron en hablar de dos coaliciones de gobierno. El sinsentido de querer tener un monstruo de dos cabezas pronto pasó la cuenta y la aprobación de Boric empezó a caer a sólo semanas de haber asumido el poder. 

Por cierto, la Convención Constitucional cometió muchos errores -redactando un texto muy radical y demasiado extenso, experimentando escándalos, controversias y polarización de sus miembros. Esos errores pavimentaron el camino al fracaso del proceso. Pero la impopularidad del Presidente Boric también contribuyó a que el proceso constituyente terminara en la aplastante victoria del Rechazo en septiembre de 2022. 

Con una crisis de seguridad en el país, inflación de dos dígitos, varias derrotas legislativas a cuestas y la bofetada en la cara del fracaso del proceso constituyente, el gobierno de Boric entró en un estado de shock y confusión a fines de 2022. Mientras el Ministro de Hacienda comenzó a buscar mover las prioridades más hacia el centro, el Presidente optó por indultar a delincuentes con extenso prontuario a fines de ese año.

En 2023, la confusión se ha mantenido. El Gobierno ha retrocedido en su reforma de pensiones y fracasó en la reforma tributaria, los avances en la ley de jornada laboral de 40 horas y royalty minero se explican porque el oficialismo aceptó modificar sustancialmente ambos proyectos para dotarlos de gradualidad y reducir su potencial impacto negativo en el empleo y la inversión. Pero, por otro lado, la ley de corta de salud que presentó el Gobierno muestra todavía estertores de esa intención original de sepultar el modelo económico vigente en Chile en las últimas décadas.

Como el voluntarismo siempre termina siendo derrotado por la realidad, es fácil anticipar que, aunque el Gobierno experimente otros espasmos de radicalismo en los próximos meses, la nueva realidad de la administración Boric será la de tratar de administrar el modelo económico vigente en el país para mejorarlo, afinarlo y hacerlo más inclusivo. 

Es cierto que, como todo derrotado en una batalla necesita una salida digna y honrosa, el Ejecutivo insistirá en que sus reformas son profundas y cumplen con el espíritu fundacional de su programa. Pero los hechos demostrarán que Boric será un Presidente cuyo legado consista esencialmente en la legitimación del modelo económico de libre mercado. Su firma en la nueva Constitución -si ésta es aprobada en el plebiscito de diciembre- coronará su legado de continuidad y profundización del modelo.  

Es cierto que hay una opción de que el proceso constituyente vuelva a fracasar y Boric no firme la nueva Constitución. Pero si ese llega a ser el caso, el legado del Presidente que otrora era un líder estudiantil radical será casi nulo. Boric habrá presidido sobre el proceso de legitimar la Constitución de Pinochet. Por eso, irónicamente, Boric ahora necesita firmar la Constitución de Pinochet, mejorada, para salvar su propio Gobierno.

Por eso, mientras antes entienda que su mejor camino para terminar el periodo es administrar el modelo en vez de tratar de sepultarlo, más posibilidades tendrá Boric de construir un legado que logre que, cuando entregue el poder en marzo de 2026, Chile sea un país mejor que cuando asumió la presidencia.

Sociólogo, cientista político y académico UDP.

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